Por qué los nadadores imitan la patada de delfín

Por definición, las sirenas son criaturas mitológicas con apariencia pisciforme de cintura para abajo, es decir, con cola de pez. Aunque si uno es crítico – incluso con la fantasía -, observará que la locomoción de la Sirenita, por poner un ejemplo animado, es más bien propia de los mamíferos marinos; las extremidades posteriores se mueven de arriba abajo en vez de lado a lado como sucede en la mayoría de los peces.

De hecho, probablemente cualquiera que pruebe de sumergirse a pies juntillas usará, con más o menos gracia, el movimiento pélvico de la Sirenita. Así mismo, los nadadores aprenden esta técnica para desplazarse debajo del agua.

Se llama patada de delfín. Mientras quede aire en los pulmones, es una técnica muy efectiva y, por eso, se entrena hasta el más mínimo detalle. Incluso se ha estudiado la locomoción de los propios delfines para su comparación y mejora.

Sorprendido por la velocidad de estos mamíferos acuáticos, hizo una estimación de su potencia y afirmó que no tenían suficiente fuerza para superar la oposición del agua. Un cuerpo del tamaño de un delfín a la velocidad que se desplaza crea grandes turbulencias sobre sí mismo, y según Gray este flujo turbulento no puede ser superado por la masa muscular del cetáceo.
He aquí la paradoja de Gray. El zoólogo sugirió que la solución estaba en las características de la piel para reducir la resistencia del agua. No obstante, como se demostró más tarde empíricamente, la paradoja de Gray está mal planteada; la principal razón de la velocidad del delfín reside en su forma y fuerza.
Mientras los investigadores seguían dando tumbos teóricos, los nadadores se tiraban a la piscina para imitar a los delfines. La patada de delfín consiste en un movimiento ondulatorio del cuerpo que aumenta a medida que llega a los pies.
Se usa en el estilo mariposa, también en la salida y el viraje, cuando el nadador está sumergido. Bajo el agua, después del salto o el impulso en la pared, una buena patada de delfín puede otorgar una clara ventaja a los nadadores. Tanto es así que la federación tuvo que cambiar las reglas. En los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, el nadador ruso Denís Pankrátov ganó el oro y batió el récord de los 100 metros mariposa con un tiempo de 52.27 segundos. En la ida buceó 25 metros y, desde entonces, la inmersión está limitada hasta los 15 metros.

Gracias al estudio de la natación humana, se pudo desmontar definitivamente la paradoja de Gray. El doctor Frank Fish de la West Chester University (USA) recurrió a un método que se usa en el estudio de los nadadores olímpicos para calcular la fuerza ejercida por los delfines.

Básicamente se trata de hacer nadar a los sujetos a través de una cortina de microscópicas burbujas (algo así como zambullirse en un jacuzzi). Después se puede mesurar el movimiento del agua y la fuerza gracias a un software informático que rastrea el desplazamiento de las burbujitas. Los resultados mostraron que los delfines producen de media una fuerza de 90 kg, 10 veces más que el cálculo de Gray.

Estos resultados también sirvieron para hacer analogías odiosas: al máximo rendimiento registrado, la fuerza de los delfines es aproximadamente cinco veces superior a la de un nadador olímpico.

En comparación con los cetáceos, los humanos tienen limitaciones en la cinemática musculoesquelética y un área relativamente pequeña de propulsión. El coletazo es más sinuoso y abarca más superficie que la patada. Debido a su fuerza propulsora y a su forma hidrodinámica, los delfines pueden llegar a velocidades de vértigo y, más aún, cuando saltan, ya que en el aire hay menos resistencia y ahorran energía. Para un símil más justo, el delfín mular llega, más o menos, a 17 km/h sin saltar. Con este ritmo, haría los 100 metros en casi 21 segundos. En contraste, Michael Phelps ostenta el récord mundial de 49,82 segundos en los 100 metros mariposa.

En Atlanta 96, gracias a la patada de delfín, Pankrátov rascó unas décimas de segundo y ganó el oro en los 100 metros mariposa. En 2009, ya con las normas de emersión ajustadas, el tiburón de Baltimore obtuvo un nuevo récord en el mismo estilo. Seguramente, si le hubieran dejado permanecer más tiempo sumergido, Phelps hubiera podido superarse a sí mismo. Aun así, el tiburón nunca vencerá al delfín. Sir James Gray dudó de la fuerza de los delfines, pero no hay nadador olímpico que se atreva a retarlos.

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