Retos del PRI en la era pos Duarte

 Patricio Martínez amenazó con renunciar a la candidatura de diputado federal, para la elección de 1997, si el partido –entonces dominado por Artemio Iglesias- imponía de suplente a Omar Bazán.

Hicieron público la decisión, abrieron la asamblea distrital, la gente esperaba impaciente a los candidatos. Todo listo para oficializar los nombramientos, pero Patricio se mantuvo firme hasta lograr bajarlo. En su lugar propuso a Xochilth Reyes Castro, a mandaron buscar de urgencia para rendir protesta.

El joven recibió otra oportunidad de inmediato, en esas mismas elecciones Jesús Pérez Piñón, ya fallecido, y Eloy García Tarín rechazaron los lugares 14 y 15 de la lista plurinominal. A su ver estaban lejos de los elegibles.

Retirados los dos nombres la lista se recorrió y Omar, al que habían pues en el lugar 18, bajó al 16. En aquella elección, prolegómenos del 2000, sucedió lo inesperado, el PRI perdió por vez primera en su historia la mayoría en la Cámara de Diputados, efecto que aumentó el número de sus plurinominales convirtiendo al joven de sólo 23 años en el último de esa lista que llegaba a la Legislatura.

Seis años después Patricio intentaba cerrar el paso de Reyes Baeza hacia la gubernatura. Desde México Elba Esther Gordillo y Roberto Madrazo, la mayores figuras priistas de la época, colocaron el popular expresidente municipal en el número uno de las listas plurinominales. Inteligente aceptó la derrota, sabía que no podía frenarlo.

Había una condición mínima que Reyes aceptó comedido; colocar a Omar Bazán de suplente. La propuesta a favor de Omar llegó de Manlio Fabio Beltrones, entonces líder de la CNOP.

Por segunda vez Omar era suplente de un candidato a diputado federal con perspectivas gubernamentales. Así, en el lapso de seis años y antes de cumplir los treinta, podía presumir en su expediente político que tenía doble experiencia legislativa en San Lázaro. Un sueño para cualquier político.

Los caminos de la política son inescrutables, hay personajes bien cuajados –Miguel Etzel Maldona, por ejemplo- que teniendo merecimientos sobrados nunca llegan a una elección constitucional, menos a dos de diputado federal.

Permaneció diez años en la banca, inter en el que profundizó sus relaciones con el exgobernador de Sonora, uno de los políticos priistas más respetados del país. Su lealtad pagó bien, hoy es el primer presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en la era pos Duarte.

Falta claridad para establecer, sin margen de error, la paternidad de su dirigencia; ¿Beltrones? ¿Reyes Baeza? ¿Graciela Ortiz? Lo más seguro es que, de la misma manera en que las coyunturas políticas quedaron a su favor en aquellas designaciones de diputados suplentes, la fortuna lo haya favorecido poniéndolos en medios de los tres.

Él sabe, en su fuero interno, a quién se la debe, pero supongo que los tres influyeron. Una recomendación de Beltrones siempre es tomada en cuenta, Reyes operó personalmente en tierra para allanar su camino, a pesar de que sus opciones personales eran otras, Graciela lo asesoró y cabildeó al más alto nivel, aunque no le hubiese disgustado encabezar el proyecto.

Omar Bazán es un político con suerte ¿Debe disculparse por ello? Desde luego que no, como dicen los del barrio “ya quisieran otros pobres”. No obstante una vez en la presidencia, tiene la responsabilidad de levantar al partido de la peor crisis que haya sufrido en su historia. Ni en el 92, cuando ganó Barrio, quedó tan disminuido.

No es una tarea glamurosa la que tiene por delante, si en las próximas elecciones fracasa la culpa será suya, querrán comérselo; si tiene éxito intentarán adjudicárselo los candidatos que recuperen espacios.

Las apuestas arrancan en su contra. Ninguna encuesta, al presente, da oportunidades al PRI de conservar la Presidencia y su tendencia electoral es francamente a la baja cuando faltan once meses para las elecciones ¿Cómo revertirla en tan corto tiempo? A excepción de los que abrevan en Los Pinos, todos los analistas y politólogos ven la tarea perdida. Al contrario, piensa que acelera su caída.

El PRI es un partido vertical, en consecuencia las decisiones y vendettas nacional impactan en los estados. En esa parte se advierten tres problemas con los que deben lidiar Omar y los grupos locales.

La pugna interna de los priistas duros -Beltrones, Ivon Ortega y otros- por frustrar la intentona de Peña en abrir los candados para permitir candidatos sin militancia partidista. Esa discusión marcará el rumbo de la asamblea y la sucesión, pues una buena parte de la nomenclatura quiere mantenerlos.

La ruptura que surgirá a consecuencia de la candidatura presidencial, por la debilidad del partido y el desprestigio de Peña. Con independencia del candidato habrá corrientes separatistas, como se observan desde ahora.

Y las más importante, el desprestigio social del presidente Peña Nieto, acusado de ser cómplice en actos de corrupción en el gobierno federal –el socavón a manera de colofón- y tolerante con una pandilla de gobernadores que saquearon sus estados, César Duarte entre ellos, además de incompetente en tareas de gobierno.

En esa parte Omar Bazán no puede hacer nada, más que mirar de lejos y evitar que la corriente lo arrastre. En Chihuahua tiene sus retos propios, que en términos de un psicólogo complaciente podría decirse que son “áreas de oportunidad”.

En las tareas propiamente de partido va bien. Está reuniéndose con la clase política e intenta generar confianza al interior del partido, hace la tarea con los sectores, ahí está Georgina Zapata, jala hacia adentro a quienes ve dispersos y podría dejar la militancia.

Aprendió el ritual desde sus viejas andancias con Artemio Iglesias y Angelina Téllez, observó el actuar de Beltrones en la Cámara de diputados y después a Graciela Ortiz en el esfuerzo por ser gobernadora. No tendrá más problemas que los inherentes a la política.

La dificultad es que preside un partido sin dinero ni mecanismos de control, será complicado aquietar a los marginados en las futuras decisiones políticas por las presidencias de comités municipales y posteriormente las candidaturas.

Para cada espacio hay diez tiradores ¿Qué hacer con los nueve restantes si carece de instrumentos para hacer efectiva la vieja tradición del “garrote y la zanahoria”?. Necesita ecuanimidad, tomar decisiones claramente basadas en el interés superior del partido, impulsando perfiles “lógicos” para recuperando la mayoría en el Congreso y las alcaldías posibles, con énfasis en Juárez y Chihuahua.

Decirlo es más fácil que hacerlo. Va un escenario hipotético: suponga que Minerva Castillo es candidata a presidenta municipal ¿Qué hacer con Alejandro Domínguez? ¿Le ofrecería una diputación local y eventualmente la coordinación de la bancada priista? ¿aceptaría el diputado el bajón por tercera vez o decantaría sus activos hacia la disidencia?

Otra. Si Patricio reclama derecho de antigüedad y decide buscar la presidencia, como ha deslizado ¿Se la daría en contra de Marco Adán, Alejandro Domínguez y el propio Reyes Baeza?. Dos posibles escenarios sólo en la capital, para ejemplificar las dificultades a efecto de mantener al partido unido y en condiciones mínimamente competitivas.

Suponga usted que logra meter los gatos al costal sin que se despedacen unos a otros, una vez dentro. Por sí mismo ese efecto, políticamente formidable, sería insuficiente para recuperar terreno electoral.

Pueden unirse todos haciendo uso de generosidad y humidad francisca, bajar de la Cruz Cristo Nuestro Señor y decir que los candidatos del PRI son los mejores, pero jamás ganarán una elección mientras sigan arrastrando el descrédito de Peña y los gobernadores corruptos, especialmente la herencia nefasta de César Duarte.

Esta es la otra gran tarea, enfrentar al pasado corrupto con entereza, hacer en los hechos un claro deslinde, aceptar que hubo abusos y condenar el frenesí de la corrupción.

Para ser efectivo deben alejar del partido –así, alejar- a todos aquellos que recuerden el oscuro pasado reciente que los asocia con la corrupción y dispendio, incluir perfiles frescos entre los candidatos y manejar un discurso que ponga en el centro las necesidades y apremios de la gente.

El efecto Duarte los lastra al punto de inhabilitarlos electoralmente, la gente quedó asqueada del abuso de poder y la corrupción sin límite. El rechazo social hacia Duarte hace que el PAN sólo necesite de su detención para ratificar triunfos. Lo presentan ante la justicia antes de julio y adiós esperanzas priista. De ese tamaño ve la gente los agravios.

¿Están dispuestos a tomar el camino del deslinde sincero? Hasta hoy, por lo visto desde el domingo pasado, parece que no. En ninguno de los discursos, al tomar protesta del cargo, hubo mención a la palabra corrupción, en cuanto la piensan su garganta se anuda.

Si Omar gusta de las emociones fuertes, está frente a las mayores de su vida, en estos momentos ser presidente del PRI local es un deporte extremo, como dijo Graco Ramírez de los gobernadores. Bienvenido y buena suerte. Este es la entrega que correspondía a la semana pasada, pero un imprevisto sin importancia la postergó hasta hoy.

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