Las peores peliculas de la historia

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Unos duendes gigantes vegetarianos que matan familias de turistas, chicas en ropa interior que se pelean a golpes cada 15 minutos, la cara de Fernando Guillén que aparece en la yema del huevo de una gallina embrujada, la adaptación a la gran pantalla de la novela de ciencia-ficción escrita por el fundador de la Cienciología, una copia de Superman que roba champágne de un restaurante de moda para contentar a su novia, un engendro de triángulo amoroso, David Hasselhoff… Bienvenidos a las peores películas de la historia, un inframundo tan fascinante como delirante, un compendio de sueños rotos y chapuzas en celuloide, un catálogo de desastres fílmicos tan colosales que provocan la fascinación de legiones de cinéfilos, que a fuerza de ver y ver películas devienen en cinéfagos.

David Franco y James Franco, en ‘The Disaster Artist’.

Hace una semana un artículo en la web Rotten Tomatoes recordaba cómo el biopic de Ed Wood dirigido por Tim Burton había logrado que la obra del rey de la serie Z recibiera al final un tratamiento de A-list en Hollywood. Wood nunca pudo disfrutarlo -murió 16 años antes que se estrenara la película con su nombre-, pero Tommy Wiseau, director, escritor y protagonista de la peor película del siglo XXI, The Room, ya goza de su fama, que se ampliará en diciembre con el estreno de The Disaster Artist, que -basada en el libro de Greg Sestero, actor secundario en The Room- ilustra el desastre de aquel rodaje y su posterior conversión en filme de culto. The Disaster Artist cuenta con James Franco como director y protagonista, secundarios como Sharon Stone o Seth Rogen, está respaldada por Warner Bros. Wiseau nunca soñó con llegar tan lejos.

Para guiar al público por ese museo del horror cinematográfico, nada mejor que el volumen The Bad Movie Bible(Art of Publishing), de Rob Hill, recién publicado en Reino Unido, en el que el autor analiza las 101 mejores malas películas -no, no es una contradicción- de los últimos 50 años.

No es el primer libro sobre la materia (el clásico de Michael Adams Showgirls, Teenwolves and Astro Zombies: A Film Critic’s Year-long Quest to Find the Worst Movie Ever Made ya sentó cátedra en 2009) ni será el último.

Pero en este, Hill ha ideado unas reglas claras de valoración para su listado: solo valen filmes producidos desde los años setenta, ya que los de lustros precedentes son más difíciles de encontrar; además, a partir de esa década estalló la cultura del vídeo y cambió el paradigma en Hollywood, con el triunfo de La guerra de las galaxias y Tiburón como el producto estrella de los grandes estudios.

Tampoco tiene en cuenta filmes creados para los festivales de cine de autor. «Para entender qué hace que una pelicula mala sea buena, necesitamos desglosar sus contradicciones peculiares», escribe en el primer capítulo, en el que asegura ha revisado miles de títulos para la elaboración del volumen.

«Todo lo que te haga reír porque no te puedes creer lo que está pasando en la pantalla». Por supuesto, se tiene en cuenta la sinceridad: el auténtico esfuerzo de sus creadores por lograr un resultado digno. De ahí que los títulos de la productora Asylum, los autores, por ejemplo, de la saga Sharknado, no entren en la lista: están filmados ex profesopara la burla del espectador.

En The Bad Movie Bible, las películas aparecen agrupadas por géneros: los tres grandes apartados son las de acción, las ciencia-ficción y fantástico y las de terror. Extrañamente, no hay hueco para la filmografía de Uwe Boll, considerado el Ed Wood del siglo XXI, que en 2009 recibió un premio a la peor carrera en los Razzies, los antioscar, y que llegó a boxear contra sus críticos.

Hill paga su cultura anglosajona, con lo que la mayor parte de sus referencias son estadounidenses y canadienses, reseña un puñado de italianas y asiáticas, apunta al increíble mercado de serie Z que se realiza en Uganda y solo escribe sobre un título español: Supersonic Man (1979), de Juan Piquer Simón, director que se esforzó por hacer cine de aventuras en España en los setenta y ochenta.

«Me parece una herejía meter en ese listado a Supersonic Man», rebate Fausto Fernández, crítico de Fotogramas, amante de todo tipo de cine y por tanto experto en estos placeres cinéfagos. «Entrevistando a Jon  Favreau, me contó que de crío Supersonic Man le había encantado, aunque pensaba que era italiana.

Yo le saqué del error y le envié una copia». Fernández tiene muy clara su definición personal de estas películas: «Encuentro en ellas el aliciente del descontrol, de cineastas que se la sopla la coherencia, de producciones cutres que sabes que si hubieran tenido diez veces más presupuesto no hubieran mejorado en nada… Otra cosa son las películas perfectas formalmente, esas en las que todo está bien pero que me hacen enojar o aburren».

Las películas que se ruedan con poco dinero, con trucos de segunda y material de tercera acuciados sus creadores por las deudas.

Supersonic Man mezcla un protagonista con poderes de Supermán y carácter playboy estilo James Bond con retroproyecciones  para crear el efecto del vuelo.

The Fantastic Four(1994), primera visión del cuarteto fantástico en la gran pantalla, una película producida por un mago de la serie B, Roger Corman (que también ve su talento reconocido en el volumen con Sorceress, una de espadas y brujería).

Superman IV: en busca de la paz (1987), la última vez que Christopher Reeve se puso el traje del héroe de Kripton, que aporta a la nulidad visual la estupidez de su guion, reescrito por el mismo Reeve. En ella hay un aroma a actores a los que no les importa nada, que solo ansían a llegar al final del rodaje y cobrar su sueldo, como también ocurre en otras películas de grandes estudios que aparecen entre esas 101 destacadas:

Los inmortales II: el desafío(1991);

Batman & Robin (1997) –Arnold Schwarzenegger aparece a su vez como protagonista de su primer filme,

Hércules en Nueva York (1970)-;

El incidente(2008), de M. Night Shyamalan;

Showgirls (1995), de Paul Verhoeven;

Campo de batalla: la Tierra (2000), producida y protagonizada por John Travolta que adapta y homenajea un libro del fundador de la Cienciología, L. Ron Hubbard, o Anaconda (1997), de Luis Llosa, con Ice Cube, Jon Voight y Jennifer Lopez.

Hay también hueco para El enjambre (1978), el culmen del delirio de las películas de catástrofes con un reparto de órdago: Michael Caine, Henry Fonda, Katharine Ross, Richard Widmark, Richard Chamberlain y Olivia de Havilland.

Y luego está el fenómeno The Room (2003), escrita, producida y protagonizada por Tommy Wiseau.

Considerada la peor película del siglo XXI, es una comedia sentimental con triángulo amoroso ridícula, escrita por alguien que no sabe redactar, dirigida por alguien que no sabe qué hacer con la cámara y protagonizada por alguien con cara de pared.

Todo ellos es Wiseau, que se ha convertido en un mito estadounidense, y su filme, en título de culto que se proyecta constantemente en ciudades de medio mundo para risa de sus espectadores. «Es un fenómeno muy estadounidense.

Yo tengo debilidad por Juan Pinzás», apunta Fernández. Pinzás, siempre atento a las modas, dirigió tres filmes dogma y se apuntó a las adaptaciones literarias con La leyenda de la doncella (1994), la de la famosa secuencia con Fernando Guillén hablando desde la yema de un huevo. «Aunque mis favoritos son los hermanos Calatrava con, por ejemplo, Los Kalatrava contra el imperio del karate. Hacían lo que les daba la gana, y eso muchas veces se respira en las pelis malas: su absoluta libertad».