Roberto Anaya Pintado; Ricardo Madrazo Cortés

Le doy vueltas y más vueltas pero no veo por dónde, observo de un lado y otro, de abajo hacia arriba sin encontrar las líneas rectas, intento visualizar la fórmula oculta que los lleve al éxito, más no advierto ninguna. Vuelvo a empezar, despacio, buscando detalles inadvertidos en el primer repaso y no encuentro ninguno. Sigo pensando y no se me ocurre nada que pueda dar viabilidad electoral al frente PAN-PRD-MC.

En cambio ideas contrarias fluyen sin dificultad, sobran y son tan públicas que nadie puede negarlas. Dos principalmente: están asociados la mitad de un partido, el PAN, los despojos dejados por Morena en otro, el PRD, y un oportunista desprovisto de base social que busca pescar en el río revuelto, Movimiento Ciudadano.

Eso sí, las pretensiones de los firmantes son claras: Ricardo Anaya quiere hacerse de la candidatura presidencial, Alejandra Barrales conseguir para el PRD la candidatura en la ciudad de México e intentar retener el gobierno, y Dante Delgado conseguir la gubernatura de Jalisco, donde radica la única fortaleza de Movimiento Ciudadano, para alguien de su partido al que pueda manipular.

Ésta parte no está escrita en la minuta del Frente y no necesitan escribirla, como jugadores profesionales de Poker cada uno conoce las cartas del otro, solo esperan el momento adecuado para descubrirse y pedir su parte. Es un acuerdo cupular estrictamente político-electoral en el que todos aceptan su lugar, conocen sus limitantes y defienden sus aspiraciones.

Lo que no entiendo es de qué manera esperan conseguir sus propósitos, con tan menguadas cartas sobre la mesa. Anaya pone las siglas de un PAN fraccionado de militancia inconforme, Barrales las de un PRD reducido a categoría de nanopartido, por la sangría constante de cuadros y militantes hacia Morena, y Dante Delgado la saliva de un depurado truhán de la política dispuesto a empeñarse con el diablo, si a cambio recibe unas pocas migajas de poder.

Quizás ellos mismos queden engañados con el espejismo de los números reflejados en las encuestas. En la mas reciente de Consulta Mitofsky, Roy Campos dio un 19 por ciento de preferencias al PAN, seis al PRD –el más bajo desde su fundación- y casi tres a Movimiento Ciudadano.

Súmelos y el resultado se observa muy respetable: 28 por ciento, número mayor que los votos de Morena y el PT o los del PRI y sus aliados, a quienes esperan derrotar. ¡Maravilloso, estamos del otro lado! Exclamarán los pactantes entusiasmados.

Deciden ignorar, por que los políticos solo ven lo que les conviene, que en política muchas veces las sumas son en realidad restas, el caso del Frente tripartidario sería una de esas. Para empezar, como se dijo arriba, el PAN es un partido mermado por la fractura entre sus mayores liderazgos, lo que resta en la misma proporción al grado en que sus militantes atribuyan la ruptura al dirigente, hoy realidad inocultable entre quienes se dedican a la política.

Es una merma que podría ser determinante para el fracaso, según la irritación entre la base social del partido. Pero la verdadera resta radica en que los militantes de uno y otro partido se rechazan entre si, con independencia de lo disminuido que esté su base de apoyo ciudadano.

También está contenido en las encuestas de Consulta, que entre el 55 y el 65 de militantes perredistas responde “jamás” a la pregunta de que si votarían por un candidato del PAN. Mayoritariamente prefieren ir a Morena. Porcentaje similar, pero a la inversa, de militantes panistas cuando se trata de votar a un candidato de izquierda.

Por historia son repelentes, desaprueban los acuerdos forzados de sus dirigentes, pues los interpretan correctamente y observan en ellos ambiciones personales desprovistas de contenido ideológico y patriótico, lo que si tiene la gente bien formada en ambos partidos.

De Movimiento Ciudadano ni hablar, luchará por conservar el registro y si recibe algún estimulo, por menor que sea, de la Mafia, por lo bajo traiciona al Frente y trabaja para su candidato, presumiblemente José Antonio Meade. Fenómeno hipotético que podría reproducirse en los estados donde el PRD carezca de interés. Poder y dinero pervierten hasta a las más puras conciencias.

Pierden más de lo que pueden ganar y en el camino dispersan votos hacia sus rivales de Morena, el PRI o el abstencionismo, factor que beneficia a éstos partidos por tener la mayor base social; Morena el 24-26 por ciento de votos duros para López Obrador; el PRI con los intereses económicos y la estructura del gobierno federal y los gobiernos locales que conserva.

En todo análisis el perdedor es el Frente, buscando tomar delantera encamina hacia la recta final a sus rivales, marginándose a un tercer sitio electoral. Sus firmantes intuyen el atroz resultado de sus actos, pero saben que no tienen otra alternativa sin terminar asimilados por “la Mafia”, agrupados en el gran bloque electoral contra López Obrador.

La que menos margen tiene es Alejandra Barrales, por primera vez en desde su fundación el PRD carece de un candidato competitivo al inicio del proceso electoral y parte desde un lejano cuarto lugar en las preferencias ciudadanas. Es un partido agónico.

Antes, cuando abrieron campaña desde zona preferencial, teniendo a Cárdenas y a López Obrador en la cresta de la ola, ni así pudiese llegar a Los Pinos en ninguna de las cinco oportunidades ¿Qué podrá esperar hoy, cuando arranca rezagado y sin impulso?.

Su aspiración es mantener el gobierno de la ciudad de México, a cualquier precio, con la enorme dificultad que las encuestas dan favorito a Morena, entre dos o tres, contra uno del PRD. Por el lado que usted quiera verlo, camina al barranco, por eso deciden avenirse a un PAN debilitado, es mejor eso que nada.

Mancera, Barrales, los chuchos y los últimos perredistas fieles a las siglas quedaron atados, su mejor alternativa es una alianza vergonzosa con la derecha, esperando que el dios de los proletarios premie su pragmatismo. Sueñan.

Cuentan además con otro elemento que no tenían en el radar, lo que irónicamente representa una luz en su estrecho túnel, la rebeldía de Ricardo Monreal. Esa podría ser su tablita de salvación para conservar la Ciudad de México, pero de vuelta a lo mismo, necesitan hacerlo a través de cuadros externos, por lo tanto supeditarse a otros.

Ricardo Anaya estaba en mejores condiciones y de alguna manera sigue estando, pues en política nada es definitivo. No obstante su obstinación por abusar de los recursos del partido –espacios en radio y tv principalmente- terminaron reduciendo sus posibilidades, dado que su profusa exposición mediática resultó insuficiente para adelantar a Margarita en las preferencias entre panistas. Ni con toda la campaña pudo adelantarla.

A diferencia de Barrales, o de Mancera si quiere ponerlo así, Anaya tiene la oportunidad de abrir la elección, emparejar el piso como piden sus adversarios internos, e intentar restituir la unidad del partido. Es una utopía esos gestos de humildad sólo suceden en los cuentos de hadas, su obsesión por el poder obnubila su mente y lo pierde.

Podrá quedarse con la candidatura, y es probable que lo haga dado su control de la nomenclatura partidista, pero a estas alturas luce imposible que reconcilie al partido. Perdió de vista el otro frente, el fáctico de la Mafia, donde están muy avanzados los acuerdos Peña-Calderón a favor de Meade contra López Obrador.

No se a usted, amigo lector, pero a mi éste Ricardo Anaya me recuerda mucho al Madrazo del 2000, cuando soportó el empuje del TUCOM sabiendo que sería un candidato solitario, apoyado en los despojos de un partido al que ayudó a destruir en su propio perjuicio. En aquella elección el PRI terminó en tercer lugar.

Ambos son como piromaniaticos  reincidentes, con tal de ver arder son capaces de prender fuego a su casa ¿Cómo dijo que se llamaban, Roberto Anaya Pintado o Ricardo Madrazo Cortés? Que weba, logran confundirme.

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