La Frustración

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De diatriba rápida y certera, discurso afilado sin matices y censura protegida por la inmunidad del fuero, Javier Corral pasó una vida de critica sin sufrir consecuencias. Así descargó temprano y firme contra César Duarte, de quién dijo apenas iniciando aquella administración que “Confundió la constancia de mayoría con la escritura del estado a su nombre”.

Agudo y visionario, desde muy pronto el entonces gobernador dejó asomar expresiones de dictador con apetitos incontenidos por el dinero y, como observó aquel severo senador, tomó al estado como si fuese de su propiedad. Estaba en lo cierto.

Tener piel dura es condición habitual en políticos del PRI, décadas de señalamientos públicos los hicieron inmunes a las acusaciones de corrupción, pero Duarte es diferente, no aguantaba que se lleven pesado a costa de sus costillas. Como todo amante de las adulaciones, la censura lo descomponía y resultaba insufrible.

Frente a frente, un arrogante senador de diatriba fácil acostumbrado a dar sin recibir y un gobernante con ínfulas de dictador al que su entorno próximo lo reverenciaba como el moderno Pancho Villa que si ocuparía la Silla, era sólo cuestión de tiempo para llevar sus desencuentros al plano de lo personal.

Sucedió durante una jornada de audiencias sobre Seguridad y Justicia –enero del 2015- en el Senado de la República. Mientras Duarte participaba en la Tribuna, Corral mostró una cartulina con la leyenda: “Que vergüenza que en estas audiencias participe el corrupto –puesto con letras rojas y mayúsculas- de César Duarte, sujeto a proceso penal”. En referencia al caso Unión Progreso que siendo gobernador olvidó traicionándose a sí mismo.

Sucedió lo impensado para el senador, en lugar de apechugar y tragarse el sapo, Duarte soltó la suya: “Aquí el que tiene un conflicto de interés en materia de seguridad es usted. Su hermano fue procesado por narcotráfico y otro de sus hermanos procesado por fraude bancario. Lo que el senador pretende es desestabilizar mi gobierno”.

Lastimado en su dilatado orgullo Corral se trabó de nuevo: “Ha hecho una imputación muy delicada, muy grave, el gobernador de Chihuahua, aunque ha insinuado, pues ha generado una acusación de supuesta vinculación mía con el crimen organizado…”

Ofensa imperdonable, me dicen a mi, a mí, el senador más honesto e incorruptible de todos los senadores en la historia de la humanidad que tengo vínculos con el crimen organizado. La soberbia exaltada y el orgullo pisoteado mientras Duarte salía de recinto ufano y feliz por “haberlo puesto en su lugar”.

Después la historia se conoce, Duarte hizo hasta lo imposible por que Javier Corral no fuese candidato al gobierno, manipulando con carretadas de dinero a políticos de su partido y de otros menores para acomodar el escenario en favor del PRI. Conseguida la candidatura, a la que había renunciado por no ver opciones claras, Corral respondió basando el discurso de campaña en una promesa única: “poner en la cárcel al vulgar ladrón”. El estribillo lo hizo ganar.

Hoy los papeles cambiados, sin que necesariamente queden invertidos: un gobernador tan obsesionado como incapaz de llevar la justicia prometida a los chihuahuenses y un político marrullero de complicidades abundantes al más alto nivel, dispuesto a dejar su fortuna en manos de los abogados siempre que le garanticen impunidad.

El martes pasado Javier Corral se trasladó a México llevando consigo un atado de cinco cajas de archivo con pruebas que soportan diez ordenes de aprehensión por peculado contra Duarte, acusado de desviar presumiblemente más de mil millones de pesos, y en su mente la idea de lanzar una bomba de muchos kilotones contra el gobierno de Peña Nieto.

Bien armada la representación: el justiciero seguido de un diablito conteniendo las pruebas condenatorias, mientras arriba a las oficinas de la PGR; la noticia de las diez ordenes de aprehensión con el plus de que ningún otro político en la historia del país acumuló tantas; insinuaciones de que Duarte es protegido por el Gobierno Federal, como dicen por ahí; rodeado de los brazos ejecutores, felicitados por el impecable trabajo realizado.

Excelente la puesta en escena; hueco el contenido. Aparte de las ordenes de aprehensión y la solicitud formal –en declaraciones lo ha hecho decenas de veces- a la PGR para que solicite su extradición. Sólo anuncios repetidos ante los chihuahuenses.

Es decir no hubo nota, si en su mente llevaba la idea de hacer explotar una bomba, detonó el ridículo. Así lo interpretaron quienes esperaban la “gran noticia”, desilusionados por lo que escuchaban.

La gente sabe que al protestar el cargo, el cinco de octubre del 2016, Corral ratificó su compromiso de justicia repetido en campaña, claro ahora formalizado por la investidura de gobernador: “He ofrecido a todos los chihuahuenses llevar ante la justicia a César Duarte y sus cómplices. Porque para nosotros la verdadera reconciliación pasa necesariamente por la verdad y la justicia. Si es un crimen robarle el dinero al pueblo, es aun peor no hacer nada”.

Está enfocado, conserva intactos los propósitos de llevarlo a tribunales, pero transcurrido el primer año su ineficiencia para cumplir la única promesa que hizo, está demostrada. Por eso el desplante del martes, dejando en la PGR el compromiso de avanzar en el proceso, advertidos que de no hacerlo serán sujetos a criticas de complicidad.

Abandona su responsabilidad política poniéndola en manos de quienes considera “cómplices” de Duarte y sobre los cuales ha descargado su discurso destructivo. Recuerden el “que Peña se haga cargo de sus duartes” y la campaña contra el “Fiscal Carnal”, a la que adosó su nombre entusiastamente.

Ya pidió la extradición ¿…Y? Y nada, a ver cuando le da gana a Peña Nieto, asumiendo que algún día le de? Solicitarla. Ese ya cumplí, ahora siguen otros, lo deja en posición vulnerable ante los electores de su propio partido, quienes también muestran desilusión.

Situados en la hipótesis de que hizo su trabajo, imagine amigo lector la reacción de Javier Corral: “Hoy me paro frente a los chihuahuenses, con la frente en alto los miro a los ojos y me llena de orgullo haber nacido en esta tierra de hombres y mujeres amantes de la libertad y la justicia…

En campaña ofrecí poner a César Duarte frente a los tribunales, para ser juzgado por el latrocinio feroz en perjuicio de Chihuahua que, junto a su pandilla, cometió durante la corrupta administración por él encabezada. En cuanto al hurto, carecieron de límite.

Informo con regocijo que ayer fue detenido por la Interpol y hace unos minutos lo recibió la Fiscalía de Chihuahua en la frontera de El Paso-Ciudad Juárez, en calidad de detenido –Aplausos y loas delirantes- Pero no hemos terminado, estaremos atentos hasta que sea sentenciado y puesto tras los barrotes de la prisión, lugar al que pertenecen los ladrones vulgares, como escarmiento a quienes como él, llegan al gobierno para llenarse los bolsillos con el dinero del pueblo…

Desde hoy exigimos a los jueces que sólo quedaremos satisfechos, cuando Chihuahua sea recompensado por el incuantificable desfalco sufrido. En esta parte canticos de “te queremos, eres único Javier y el olé olé  olala Javieer Javieer… cerrando con el himno nacional moteando con expresiones de cárcel a todas las ratas del PRI”.

Pasó el primer año y no pudo dar ese discurso, se conformó con una rueda de prensa ignorada por los grandes medios nacionales –ninguno le dio portada- y ridiculizada en Chihuahua. Su henchido orgullo sigue apachurrado, está frustrado pues esa obsesión no le permite disfrutar a plenitud los mejores años de su vida. Teniendo todo el poder que emana del gobierno, se ve atado de manos para continuar el proceso contra el odiado y encima deja su destino en manos enemigas.

Ese pleito personal de dos tiburones heridos en su ego, tiene al estado en parálisis financiera y sometido a fuego del crimen organizado. Es la consecuencia directa de soberbias despreciables y orgullos maltrechos trasladados del ámbito personal al público.

Si Javier quisiese justicia en lugar de venganza, quizás Duarte ya estaría detenido, puede pero lo que sí, Chihuahua sería mejor gobernado. Su obsesión lo distrae e incapacita.

Diga usted lo que diga, amable lector, piense lo que piense, a mi me parece de la más aberrante Weba que mañana terminemos diciendo “estábamos mejor cuando estábamos peor” o desear que Duarte siga en libertad mientras Corral gobierna. A esas nos arrastran.