pan con letras chiquitas

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 Las historias de rupturas en el PAN son bien conocidas, la primera que cimbró al partido fue cuando salieron dos miembros emblemáticos del más rancio abolengo, Pablo Emilio Madero y Jesús González Small, a mediados de los setentas, creadores del famoso Foro Doctrinario.

Ni aquella trastocó al partido como la que hoy anuncian Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala, aspirante a la Presidencia de la República. Ambos venían repitiendo que dejarían al partido si la dirigencia continuaba alargando la indefinición del método para elegir candidato. Nadie entre la nomenclatura del PAN, encabezada por Ricardo Anaya, los tomó en serio. Calcularon que se trataba de un chantaje para conseguir un método cómodo.

En esa pretensión de quedarse cada uno, Margarita y Anaya, con la candidatura, profundizaron progresivamente sus diferencias hasta llegar a los insultos, avanzando acelerados y sin pausa hacia la fractura que hoy parece insalvable. Siempre podrán arreglarse, son políticos profesionales, pero llevar la confrontación a nivel de lavadero, complica un posible avenimiento de último momento.

Ernesto Ruffo, primer gobernador del PAN y hoy uno de los senadores más proanayistas, traslado la discusión política al insulto escatológico: “Ellos son del PRIAN, han tratado de descarrilar al Frente… yo siento como un alivio. Haga de cuenta que, como cuando uno tiene un absceso, sale la pus. Así de claro”. Pus llama el senador a Margarita Zavala, a Felipe Calderón, a los senadores rebeldes y a todos los panistas que los apoyan. Bajuno y ruin el senador, describe el grado de irritación prevaleciente entre los más altos capitanes del PAN.

Frente al insulto Margarita guardó silencio, pero Felipe no pudo tragársela y reviró inteligente: “Ruffo expresa muy bien el nivel intelectual, la estatura moral, el nivel de debate y la tolerancia democrática de lo que queda en el pan”. Así, escribiendo pan con en minúsculas y yo subrayo “de lo que queda”, dando por hecho que ellos ya se fueron. Una negociación siempre es posible, pero el tono de la ofensa la pinta improbable.

En sus cavilaciones solitarias, imaginándose despachando en Los Pinos, a Ricardo Anaya le pareció fácil apoderarse de las estructuras del PAN y usarlas como base de su campaña presidencial. Con ese propósito y el mayor de los cinismos usó los recursos del partido: un millón y medio de spot autopromocionales, el tema más impugnado por Margarita; al sentirse vulnerable chantajeó con la agenda legislativa; sometió a proceso de expulsión a senadores opuestos a su proyecto.

Su jugada más audaz, garantía de su candidatura, la creación del Frente con el PRD y Movimiento Ciudadano, donde el acuerdo no escrito pero bien entendido entre los firmantes –Anaya, Barrales y Dante- era que la Presidencia de la República sería para el PAN, la ciudad de México para el PRD y Jalisco para Movimiento Ciudadano.

Con ese acuerdo coronó un tesonero y organizado trabajó de años que inició traicionando a Gustavo Madero, su principal impulsor. También Madero soñó con transitar el camino recorrido por Anaya, pero éste desconoció su paternidad y lo traicionó a tiempo, lo que en política es virtud, no pecado.

Pocos en la vida pública del país han mostrado el apetito incontenido, ansiedad sin desfogue y obsesión delirante por conseguir el poder como el joven queretano que hoy preside al partido. Lo trastorna su ambición de poder, ambición sus poros exhalan sin poder evitarlo.

Anaya pagó muy pronto es obsesión compulsiva. Al inhibir cualquier otra posibilidad de competencia interior que Margarita y otros demandaron exigentemente, no se percató que ponía en peligro el instrumento del cual se valió para conseguir los fines.

Me recuerda la fábula de la ranita y el alacrán: paséame sobre tu lomo, ratina hermosa, este arroyo, pidió el alacrán. No por que me picas, dijo la rana. Como te voy a picar, yo moriría ahogado. La ranita aceptó y a medio arroyo el picotón ¿Porqué preguntó la rana agonizante? Es mi naturaleza, respondió el alacrán antes de ahogarse.

Así hay algunos seres humanos, siendo notablemente inteligentes la obsesión obnubila su mente y los pierde. Son como el piromaniático, con tal de ver arder terminan por prender fuego a su casa.

Más de una vez escuché decir a Artemio Iglesias, el Filosofo de Rubio, que la política todo da, pero también todo cobra. Ignoro si la máxima era suya o adoptada, sin embargo el origen intelectual de su autoría no importa, lo relevante es la sabiduría que conlleva: puedes hacer cualquier cosa para conseguir tus fines, solo recuerda que tarde o temprano pagarás por ello.

De la manera en que resuelvan la crisis, concediendo la escasa posibilidad de que la resuelvan, en esta lucha descarnada por el poder entre dos grupos antagónicos del PAN, todos en el entorno político de Margarita pierden y por alianza impacta directo también al Frente. Pero siempre pierde el que más tiene y en este caso ese sin duda es Ricardo Anaya.

Barrales aportó al Frente los despojos que López Obrador dejó del PRD, Dante Delgado la ilusión de Jalisco y la falacia del tres por ciento de los votos y ahora Ricardo Anaya reduce su aporte a la mitad, con un PAN partido en dos.

Las peores pesadillas de los frentistas se hacen realidad. Pretendieron pasar por movimiento ciudadano, “así lo bautizaron”, una opción fresca que revitalizaría la política y Margarita viene a descubrir que se trata de un vulgar acuerdo entre dirigentes de partido cuyo fin único es acceder al poder, sin tener en cuenta la militancia de su partido. Los desacreditó socialmente, bandera de la cual pretendían asirse para competir contra López Obrador.

El factor Margarita introduce también una variable nueva en todas las ecuaciones políticas de la presente coyuntura electoral. Al patear el tablero los hace revisar sus piezas provocando un espérenme tantito.

El primero en reaccionar, como siempre, fue López Obrador. No ve a Margarita como adversaria maciza, por eso declara a su favor: “Si fuera por encuestas ganaría la esposa de Calderón, Margarita Zavala, pero la mafia del poder quiere a Ricardo Anaya, quién ya pacto y prometió que se va a portar bien y mantener el régimen de corrupción”.

Hábil y mañoso invierte la lógica. Sabe que la mafia quiere a Margarita, el PRIAN lo representan Calderón y Peña, pero endilga esa posible candidatura a Ricardo Anaya, descalificándolo por asociación. Está satisfecho, toda división del adversario es bienvenida.

Ante un frente en camino de la disolución y el descrédito, Nueva Alianza habrá de reconsiderar su intención de acompañarlos en esa aventura. También pone pausa a una decisión que parecía tomada. Y lo mismo el Verde, que sin hacer expresiones públicas de adhesión, soltaron versiones exploratorias de tal posibilidad.

El PRI hace fiesta y baila en un pie, feliz con la suya. La ruptura de Margarita fortalece el acuerdo fáctico entre Calderón y Peña, de postular a José Antonio Meade, bajo el socorrido acuerdo de que uno declinaría a favor del otro, dependiendo quién lleve la delantera. El esquema del Estado de México con Alfredo del Mazo y Josefina Vázquez Mota trasladado a escala nacional en las figuras de Meade y Margarita.

Hasta en Chihuahua tiene implicaciones. Desgastado, como evidentemente está Ricardo Anaya, otra opción del grupo que se quedó con “el pan” es Javier Corral. Al menos así lo prefiguró el gobernador. Si su posibilidad de ser candidato a la presidencia era marginal, hoy avanza medio pasito hacia su anhelo. Indirectamente podría resultar beneficiado.

Dije en alguna columna anterior que Anaya me recordaba al Madrazo del 2000, cuando se obsesionó por la Presidencia, sin advertir que su empeño arrastraba al PRI hacia el abismo. La más activa en su contra era Elba Esther Gordillo, que a la postre consiguió arruinar la campaña de Madrazo y partir al PRI, construyendo su propio partido, Nueva Alianza. En aquella elección el PRI llegó de tercero.

Si Anaya es el Madrazo del 2000, Margarita sería su Elba Esther. Está cumpliendo el mismo papel, arruina los obscenos apetitos del inescrupuloso y cínico queretano, pagando el precio de fracturar al PAN.

Las coincidencias son admirables ¿Premonición de funestos resultados como los de aquel PRI sin alma y esperanzado en ganar sólo con su obsoleta estructura? Que weba, hasta donde llevó Anaya al pan, así, con letras chiquitas como las pone Calderón