Tensa la cuerda el Frente

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El acuerdo de tres fue muy sencillo, básico, casi primario: distribuirse las candidaturas que a cada uno importan y que la política ruede. Al engolado Ricardo Anaya la Presidencia de la República, para la trepadora Alejandra Barrales la Ciudad de México y Jalisco a un truhan de la era más oscura, Dante Delgado, llevando a Enrique Alfaro por candidato.

Un traje hecho a medida de cada uno ¿Quién podría inconformarse?. Ninguno, sus intereses embonaban en vez de chocar, la oportunidad para hacerlos realidad es inmejorable, pensando además que el PRI haría el favor de ir contra Andrés Manuel López Obrador, el incómodo y odiado rival del establishment mexicano.

El acuerdo entre los dirigentes de los partidos que integran el Frente admite el calificativo de ingenuo, por obvio. En una lógica partidista de disciplina absoluta puede entenderse; ya lo dijo el jefe, por ahí nos vamos todos quieran o no.

Ni PAN ni PRD pueden presumir esa condición disciplinaria, al contrario, sus grupos –tribus- suelen estar en pugna constante, esperando el primer descuido del otro para expandir su influencia. El PAN es un partido sumamente confrontado; la indisciplina del PRD legendaria y patente la debilidad de su dirigencia.

En consecuencia era sólo cuestión de tiempo para que surgiesen voces discordantes. La de Margarita Zavala en primer lugar, llevando la relación con su partido hasta el punto de ruptura. Hoy la señora va por el camino independiente, con escasas posibilidades pero satisfecha de complicar el objetivo de Anaya.

La separación de Margarita significó el primer golpe certero al proyecto de los tres. Fraccionado el partido de mayor representatividad electoral, mermaba las expectativas del Frente. Sin embargo resultó insuficiente para deshacer los acuerdos, eran demasiado buenos para dar reversa por una baja, así fuese la de quién estaba mejor posicionada en las encuestas.

Había que pasar el trago amargo y lo pasaron conteniendo el gesto de insatisfacción. El Frente sobrevivió y Margarita es hoy una precandidata de proyección marginal. En los últimos sondeos le dan entre el seis y el nueve por ciento de las preferencias, nada considerando que durante meses estuvo por arriba de López Obrador. La vía independiente no parece opción, pero la decisión está tomada.

¿Qué sucederá cuando el PAN designe a Ricardo Anaya como su candidato a la presidencia y exija de sus aliados respeto al liderazgo de partido mayor, pidiendo que sea postulado en automático por el Frente, como seguramente acordaron los tres presidentes de partido en sus discusiones de trastienda?.

Las posibles respuestas a esa pregunta marcarán la agenda de discusión en las próximas semanas, pues Anaya no está sólo, la misma aspiración tienen Miguel Ángel Mancera, Silvano Aureoles, Rafael Moreno Valle y Javier Corral. Ninguno de los cuatro aceptará por respuesta un “si señor, todos estamos a lo que usted diga”.

Sigamos con el PAN, hoy nadie piensa que esa candidatura pueda ser arrebatada a Ricardo Anaya. Ponga también que logra un acuerdo con Moreno Valle, ofreciendo posiciones en ambas cámaras, los mejores espacios de Puebla y la zanahoria de jefe de gabinete cuando ganen la Presidencia, y con Javier Corral en términos semejantes.

Es probable tomando en cuenta que depende en mucho de las negociaciones políticas con ambos. Y parece que están apalabrados, expectantes sólo a un tropiezo de su dirigente o atenidos a que le caiga un rayo y abandone su incontenida ambición de poder.

En este proceso la conducta pública de ambos ha sido la de militantes disciplinados,  comprometidos con su partido. De haber optado por la confrontación o la ruptura se habrían ido en las mismas fechas que Margarita o pintado la raya con el dirigente. Con Margarita fuera da la impresión que el PAN tiene resueltos sus conflictos internos, por ahora.

El escenario del PRD es parecido, a diferencia de tener una dirigencia debilitada y lidiar con militantes indisciplinados. En su caso cabe la hipótesis de que Silvano Aureoles sea influenciado por “la mafia” para hacer el oficio de quinta columna, preparando el terreno para que, una vez impuesto Anaya, deslegitime el proceso llamándolo imposición, antidemocrático, ambicioso y cuanto adjetivo denostativo alcance su creatividad.

Puesto en ese discurso se convertiría en otra baja que contribuiría al descrédito del Frente. Lo llamarían el “Margarito” del PRD y los voceros frentistas descargarían su bien ensayada diatriba: hace el trabajo a Peña y al “corrupto y decadente sistema priista”, como dijeron y algunos siguen diciendo de Zavala.

Como sea, en Moreno Valle y Silvano Aureoles tienen otro desafío de unidad, Corral está más resignado al milagro. No obstante admite solución, arriba se esbozó una posible en el caso del PAN, y un eficiente control de daños con Silvano evitaría mayor desmembramiento.

Pero la amenaza seguirá presiente mientras mantengan sus aspiraciones. Y por más arrogantes que luzcan los promotores frentistas, sintiéndose favoritos por la suma aritmética de la fuerza electoral que cada uno representa, las rupturas destruyen su menguada credibilidad y lastran sus aspiraciones.

El mayor problema para que mantengan su alianza electoral no son Moreno Valle, Corral o Silvano, en el PRD hay resistencias a que Anaya reciba la candidatura sólo por la cara y su argumentación basada en la supremacía partidista, como presumiblemente acordaron los dirigentes durante las primeras negociaciones, a mediados de año.

Liderazgos consolidados de la izquierda quieren abrir un proceso al voto universal, para fortalecer la candidatura de quien resulte electo, dar legitimidad al mismo Frente y sentido al apellido, “Ciudadano”, de manera que los votantes vean una opción sincera y viable contra el populismo y la corrupción.

En estos momentos el PRD discute la postulación de Miguel Mancera como su candidato a presidente, “empatándolo” con Ricardo Anaya. Prevalecen resistencias ideológicas  pragmáticas contra el engreído aspirante del PAN y por ningún motivo están dispuestos a dejarlo pasar sin antes someterlo al reto ciudadano.

Dado por resuelto que ambos partidos consiguen definir sus candidaturas en términos aceptablemente comedidos, es decir sin nuevas renuncias de alto perfil, el Frente quedaría con dos aspirantes importantes ¿Cómo resolver la candidatura definitiva sin destruir la coalición tripartidaria?

Es el último jalón que debe aguantar la cuerda que Alejandra Barrales, Ricardo Anaya y Dante Delgado tejieron con ambición obsesiva, vilezas, mentiras flagrantes y engaños simulados.

Véalo de esta manera, con tal de asegurar las candidatura pactadas no les importan sus propios partidos. En especial a Ricardo Anaya le valió tres cacahuates que rompiera con el PAN la esposa de un ex presidente, puntera en las encuestas y parte de una corriente muy representativa del partido ¿Se detendrá por Mancera, accediendo a una contienda interna democrática y de suelo parejo? Ni pensarlo.

El tiempo se agota, las precampañas autorizadas por el INE –en los hechos todos están en precampaña, incluido Meade- inician el 14 de diciembre. Para entonces cada partido deberá tener su candidato –oficialmente serán “pre”, por uno de los muchos mojigatos y absurdos electorales- pues el que no postule estará impedido de hacer campaña.

Pronto se verá de que ésta hecho este Frente, es decir hasta dónde quieren o pueden sostener el acuerdo original los tres firmantes. Pero de una cosa deben estar seguros Barrales y Dante, si Ricardo Anaya no es candidato retira sus canicas y se refugia en lo que para entonces será un PAN de camino al barranco y dos antiguos asociados en decadencia, con dificultad para conservar el registro.

Si, es de weba, sus creadores pensaban que poniéndose de acuerdo entre los tres y especificados sus objetivos personales, todo estaba resuelto. Hoy saben que no, el Frente está más cerca de la ruptura que de conseguir una candidatura fortalecida. Intentan engañar a los electores, pero el tenue velo que los cubre y protege por delante de miradas indeseadas, cae de a poco y desde atrás exhibe sus impudicias, mostrando como los consume su ambición de políticos mezquinos.