El PRI bulle; Del no se hagan bolas al no se despisten

0
1

Enloquecidos y con los nervios destrozados unos, temerosos de un equivoco irreparable otros e inquietos y comiéndose las uñas todos, los priistas juzgan inminente el destape de su candidato. Lo visualizan materializándose en el umbral de los elegidos.

Están situados en el culmen de una liturgia formada en generaciones de presidentes transfiriendo la estafeta del poder, envuelta en señales que hacen pasar por sacras: El ritual del relevo sexenal, el día y la hora en que son pronunciadas las palabras mayores, cuando desvelan el rostro del ungido a cuyos pies se postran los acólitos y entonan loas.

No son espectadores del fenómeno, lo reverencían como las antiguas culturas al sol que todo ilumina. Es enigmático, hipnotiza y hace girar en su entorno toda decisión pública, paralizando el resto de las actividades. Nadie se mueva, ya viene.

Para sus creyentes sintetiza la sabiduría política de un régimen capaz de sobrevivir los avatares de setenta años, resistiendo mientras observa caer dictadores y sistemas de gobierno en el mundo, un sistema político que al verse derrotado supo conservarse y emerger triunfador reclamando su espacio y ante la inminente destrucción remienda sus maltrechos giros y se pone de pié en el mismo momento y lugar donde muchos lo habían dado por muerto.

Si, algo de mágico y mucho de perverso tiene este PRI del destape. Es el juego del poder que pasó el jueves del “no se hagan bolas” de Carlos Salinas en el 87, para afianzar a Luis Donaldo Colosio luego de que permitió a Manuel Camacho pavonearse como posible sustituto, al “no se despisten” de Enrique Peña Nieto, intentando contener una cargada que inició con la liberación de los candados por él ordenada y se desbordó el miércoles, cuando uno de sus hombres de mayor confianza, Luis Videgaray, cubrió de elogios a José Antonio Meade.

Son movimientos que pertenecen al ritual, accesorios picantes de la liturgia. Antes de que Peña interviniese ningún acólito estaba despistado, prevalecía la certeza de que el candidato era Meade, ratificada con un Videgaray cumpliendo el oficio de anunciador que antes realizaba Fidel Velázquez. Ya ganamos, compadre, no puedo equivocarme, esta vez nos irá muy bien. Prepárese.

Así permanecieron hasta que, al otro día, llegó Peña Nieto y los hizo bolas; “el candidato no será elegido con elogios ni aplausos” y mantuvo vigente la lista de los cuatro al rematar que hay muchos con merecimientos y capacidades en su partido. ¿Entonces dónde quedamos, es o no es Meade? Ah caray, volvieron a empezar, pues dicen que tiene todo pero quién sabe, podría ser Osorio, nunca hay que descartar al secretario de gobernación, ha sido fiel servidor ¿Y que me dice, compadre, de Narro o porqué no Nuño? Desde luego, desde luego, cualquiera de los cuatro haría un gran papel, el pinche peje lagarto al rato se desinfla, como siempre, y a Ricardo Anaya lo empinó Margarita, festinan como si el tiempo de la presidencia omnipotente no hubiese pasado.

Es un tormento sicológico cuyas emociones van de arriba hacia abajo en un segundo. Sin embargo conservan el afán de hacer que anticipan la dirección del dedo y en el río revuelto intentan tomar ventaja en el escalafón de la política.

Esa vertiginosa ambivalencia es lo que da un regusto agridulce a la designación del candidato priista. Es una adicción que libera mucha adrenalina. Sufren y disfrutan sintiéndose parte del juego cuando en su fuero interno saben que nadie los toma en cuenta. Pero cada uno se anima y desanima a sí mismo: si pongo la ficha en el casillero rojo y sale negro ¡No puedo equivocarme!. Lo odian y a la vez lo aman.

Escribí la presente entrega el viernes en la mañana, probablemente para hoy domingo esté concluido el ciclo de ésta liturgia secular y libertina que renueva el PRI cada seis años. Y como igual me da que sea Meade, Osoro, Narro o el burro Anselmo, sostengo y vuelvo a firmar la columna del domingo 15 de octubre: “Meade ¿Engañar con la Verdad?”.

El mismo viernes algunas columnas recordaron el falso destape de Alfredo del Mazo en favor de Sergio García Ramírez, indisciplina que lo mandó a la embajada de Bélgica. Un columnista acomedido y ocurrente de entonces destrozó a Del Mazo diciendo que tras la derrota pidió la embajada sueca, pero lo mandaron a la belga. Hoy estoy convencido que fue premeditado enviarlo a Bélgica y la burla preparada. Así vengó Salinas la osadía, con ese simbolismo fálico.

En aquella columna de octubre me fui para atrás en los destapes, describí la historia de Ruiz Cortines y el engaño al “pollo” Flores, al decirle que dejase sus asuntos en orden “por lo que viene”, para luego destapar a López Mateos. Y después lo remató con un cínico “Nos ganaron querido Pollo, nos ganaron”.

La cerré de la siguiente manera: “Hoy los acuerdos políticos no garantizan resultados electorales. Si convertir la aceptación social en votos es complicado, revertir el rechazo resulta casi imposible. También la gente, al igual que los políticos, ve en ellos lo que quiere ver ¿Engañar con la Verdad? Es sólo un recurso retorico muy erosionado para mantener la esperanza de los rezagados. Que Weba, el PRI resucita postulando a un panista y por el soplo inconsciente de sus adversarios.”

Eso de los acuerdos políticos y la aceptación social tiene que ver con el contexto de aquella entrega, hoy se trataba de ratificar el argumento que serían un despropósito si Peña pretende “engañase con la verdad”, mostrando a todos que su candidato es Meade, cuando en realidad oculta otro, como Ruiz Cortines con el “pollo” Flores.

A más de cuarenta días sigo pensando lo mismo -como dije, quizás usted amable lector lea esta columna a toro pasado y para hoy domingo ya sepamos el nombre del candidato- me parece el mayor de los errores que a estas alturas de cargada, el presidente intente revertirla con un simple “no se despisten”, regresen tamboras y pancartas de Hacienda a Gobernación, Salud o Educación.

Peña ha mostrado depurado oficio en las designaciones, sabe que el PRI hegemónico murió sepultado con Miguel de la Madrid y los escombros que dejó el sismo del 85. No está en condiciones de divertirse como Ruiz Cortines o estirar la liga emulando a Salinas.

Ahora se trata de ganar, su pellejo está en juego, llega López Obrador a la presidencia y lo somete a juicio político. Su decisión va más allá del partido, tiene que ver con su tranquilidad de “ex”. Pierde y se vería en los zapatos Borges y los Duartes, el exilio sería lo menos.

Según las encuestas, su partido es tercero en preferencias electorales, para alcanzar un nivel competitivo tiene que superar al Frente de Ricardo Anaya y Barrales –Dante es asociado presencial- para llegar a la gran final contra el odio enemigo común de la “mafia”, López Obrador.

Antes podían elegir al compadre más pendejo y hacerlo ganar -no digo que así fuese, subrayo el podían- ahora necesitan evaluar escenarios, observar al rival, valorar el humor social, convencer a los sectores organizados, especialmente al económico y a los medios, cada vez más presionados por las redes sociales.

Peña viene realizando esa tarea de tiempo atrás y las señas inequívocas que manda es por Meade, consciente de que a un candidato tradicional de su partido no le alcanza por sí mismo. En consecuencia busca arroparse en los intereses del panismo relegado que representan Felipe Calderón y su esposa Margarita. ¿Porqué cambiaría si está llegando a la otra orilla?.

No obstante se trata de la voluntad de un solo hombre  así que ahora mantendré una veladora, mejor tres, que digo un sirio de cebo encendido en la llama del fuego eterno, hasta que destapen a Meade. No es que me importe, como dije antes, me tiene sin cuidado, por mi que pongan al burro Anselmo, da igual.

Lo haría en prevención del bulliyng que me espera si postulan a otro. En ese caso pasaría las precampañas recluido en el acebuche en calidad de arrepentido penitente al que ningún castigo le resulta suficiente ejercicio expiatorio y, resignado, me recordaré incesante la fraseología de los no iniciados en la liturgia priista, cuidando de sustituir presidente por candidato: Dijo el candidato que los cocodrilos vuelan, desde luego que vuelan y el que diga lo contrario es un pendejo; que horas son, las que usted diga señor candidato; López Obrador y Anaya son homosexuales, yo diría más bien que jotillos vulgares, señor candidato; el PRI ganará, ni pensarlo, mínimo diez a uno, siempre supe quién sería el candidato y que no tendría dificultades para ganar.

Que weba, al menor descuido yo también me dejo llevar por la fiebre del destape. Perdonen la insensatez, como si el nombre del candidato importara a los millones de mexicanos hambrientos, sea quién sea, gane quién gane esos pobres miserables seguirán sufriendo, condenados a la inmovilidad social por una casta política que sólo piensa en sí misma.