2018: maquiavelismo puro

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Jaime García Chávez.- Exclusivamente maquiavelismo. Maquiavelismo de la peor ralea. Habría que darle el pésame a Nicolás Maquiavelo por emplear su nombre para retratar lo que hoy sucede en México con miras a los cambios de 2018, la competencia electoral en la que centralmente se disputan el poder presidencial al que le otorgan, como por ensalmo, una cualidad transformadora que realmente ya no tiene. En todo esto se nos pide hacer creer que el fin justifica los medios, los medios que sean, con tal de que las ambiciones logren transformarse en sustento de proyectos de poder, sin hablar claro de para qué lo buscan. El resto de las instituciones se desprecian, en particular la representación congresional, y los escaños se usan como moneda de cambio.

Cuando se interpreta esto a luz de conceptos vigentes -izquierda y derecha- la conclusión brota de manera puntual. Quienes se alinean a la derecha les es dado ese pragmatismo de ruindades, empezando por el PRI, continuando por el PAN y concluyendo con un PRD que se ha convertido en un emporio para los business, naufragio este último de lamentar si recordamos que en su día fundacional prometió convertirse en un instrumento de la ciudadanía para llegar a la democracia y hacer a la patria un recurso en las manos de todos.

El PAN, aunque presuma a sus figuras fundacionales, centralmente a Manuel Gómez Morin, sufrió un deterioro mayúsculo personificado en su virtual candidato Ricardo Anaya, que bien podría ser una vida paralela a la de Fidel Velázquez en al vieja CTM, o Elba Esther Gordillo en el SNTE. Aquel panismo decente, del que desde luego se podía discrepar desde mejores posiciones, ya no queda sino el recuerdo. Hoy es otro emporio de negocios, de proyectos descarnados de poder, de servidumbre frente a los intereses creados de grandes empresarios alineados a la ultra derecha. Su bandera de sacar al PRI de Los Pinos se agotó, estuvieron ahí una docena de años y no dieron el ancho para lograr las transformaciones que el país requiere y, más grave aún, su inexperiencia y belicosidad produjeron el baño de sangre del que no sale el país hasta ahora.

El PAN ya también es más de lo mismo: han gobernado en varias escalas apegados a la vieja cultura autoritaria, recorriendo las mismas sendas y veredas y resultando tan corruptos como los priístas. Ahora están en una coalición electoral que de ninguna manera se puede catalogar de centro-izquierda, por la sencilla razón que carece de ambas características y el replanteamiento de lo que sería la propuesta de la renta básica no es más que un artilugio para engañar electores incautos.

MORENA, con su liderazgo unipersonal, con la carencia de definiciones y compromisos para obtener una democracia avanzada, está hoy bien posicionada electoralmente. Tiene su tercio mayor y el tablero del ajedrez le presenta dificultades, por más que porfíen en un lenguaje absolutamente triunfador, notable por el desparpajo de empezar la precampaña dando a conocer un gabinete que sólo se puede vertebrar a la hora de un triunfo y el procesamiento de la disputa y compromisos que se den a lo largo de una campaña electoral con características especiales.

MORENA continuará dándole alpiste al PT, un partido que medra oportunistamente de las alianzas y que es profundamente antidemocrático; basta decir que son defensores del dictador norcoreano que pretende poner el mundo en vilo.

Pero es más grave la alianza con el Partido Encuentro Social, un partido alimentado desde la Secretaría de Gobernación por Miguel Ángel Osorio Chong, evangélico y adversario tenaz de una agenda básica del mundo contemporáneo que afecta a la vida y los derechos de las mujeres y las preferencias sexuales, que ponen a buen resguardo el liberalismo que se profesa de los dientes para afuera.

Los independientes que lleguen a la candidatura presidencial provendrán de las mismas matrices anteriores, y está por verse si no son piezas de un diseño para el fraccionamiento del voto sólo beneficioso para José Antonio Meade. Algo que ya se experimentó en el Estado de México.

Es profundamente respetable el esfuerzo que hace María de Jesús Patricio Martínez y su meta anticapitalista. No hay que perderla de vista, en ella se encierra una lucha ahora oculta pero que pone los puntos sobre las íes sobre grandes problemas nacionales, digamos por ejemplo la defensa de los territorios hoy usurpados y depredados por grandes consorcios mineros transnacionales. Sin duda una izquierda con perfil propio.

Insisto, la tempestad del maquiavelismo puro azota al país.

En medio de todo esto hay un conjunto de hombres y mujeres, la inmensa mayoría sin partido, políticamente de izquierda, con una visión de país y de mundo que se ha quedado al margen de lo que viene. Unos estarían en la república de las letras, otros afinando sus armas para grandes reivindicaciones sociales y que hoy navegan a la deriva. Un sistema de partidos inerte, una izquierda desteñida, un liderazgo carismático, les ha nublado el camino. Pero ahí están, y quizá son los que mayores dificultades tengan para sacar adelante sus propias tareas. Es probable que sólo la crítica y el viejo aliento defensor de las grandes libertades hinche sus velas a la hora de navegar. Tarea inmensa, pero no imposible.