La guerra civil de las abejas

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Las abejas mantienen una silenciosa guerra civil entre las especies melíferas, las utilizadas para la producción de miel, y las silvestres. Una investigación de la Estación Biológica de Doñana (EBD), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ha comprobado cómo los ejemplares manejados por los apicultores y para la polinización de cultivos expulsan a las que viven en los mismos entornos al quitarles los recursos que necesitan. La lucha ha llevado a una reducción de la población silvestre, que pierde capacidad reproductiva, limita la de las plantas que polinizan y son claves para mantener la diversidad de unos insectos en riesgo de extinción.

Andalucía es la comunidad con mayor número de especies de abejas y muchas se encuentran en un difícil equilibrio ecológico. De ahí que la investigación, enmarcada en un proyecto internacional europeo denominado Step, se haya centrado en Doñana, uno de los entornos más sensibles.

las amenazas naturales de las abejas silvestres se le ha unido una insospechada: la competencia de las melíferas. La pugna entre especies no solo afecta a los insectos autóctonos sino también a las plantas que polinizan, que sufren un exceso de deposición de polen que las satura e impide la producción de semillas.

La investigación, que ha sido reflejada en el artículo Honeybee spillover reshuffles pollinator diets and affects plant reproductive success publicado en la revista Nature. Ecology and Evolution, defiende la necesidad de completar los trabajos para determinar la capacidad de carga de determinados territorios y aprovechar así los recursos sin alterar el ecosistema. “Las abejas polinizadoras son necesarias en cultivos, pero su uso debe plantearse de una manera controlada sin que afecte al entorno natural en el que se inscriben”, afirma Ainhoa Magrach, investigadora de la EBD, del centro vasco de cambio climático y autora del artículo difundido por la fundación Descubre.

La investigación se ha realizado en campos de naranjos de las provincias de Huelva y Sevilla, donde se ha comprobado que las abejas melíferas acaparan el azahar mientras las silvestres se ven obligadas a desplazarse a otras zonas con jara o lavanda. “Cuando las flores daban paso a las naranjas, las dedicadas a apicultura acudían también a los bosques de matorrales, impidiendo la supervivencia de las silvestres. Tanto en distintas especies de jara como en lavanda se produjo, además, un descenso significativo en la producción de semillas”, añade la investigadora.

“España cuenta con un millar de especies distintas, el doble que de aves”, advierte Magrach para señalar la importancia de esta fauna. La mayor diversidad se concentra en Andalucía, lo que ha llevado a que la investigación en el entorno de Doñana arroja resultados más relevantes que en los 16 países que participan en el proyecto Step. Pero la situación en España no se circunscribe solo a la zona estudiada. «Es general», asegura la investigadora, que apunta que las mismas circunstancias se han detectado en otros territorios, como el área del Teide, en Canarias.

“Los estudios de la FAO (la organización mundial para la agricultura y la alimentación) han constado el aumento de las poblaciones de abejas melíferas. Aún se carece de información sobre el estado de conservación de muchas especies. Nuestra investigación es solo la punta del iceberg y se deben realizar más estudios sobre el impacto del uso de las abejas melíferas en otras especies y los hábitos de las silvestres, que están amenazadas”, concluye.

El proyecto europeo tiene como objetivo el diseño de medidas para analizar y determinar la capacidad de determinados territorios para albergar explotaciones de apicultura en función de los equilibrios necesarios para conservar la diversidad y las condiciones ambientales óptimas.