Concluido el primer debate presidencial, los operadores del gran capital desplegaron un amplio cabildeo para bajar de la contienda a Margarita Zavala y a José Antonio Meade, intentando alinearlos en torno a Ricardo Anaya. Su pavor genético al populismo los impulsó a promover un prematuro voto útil contra López Obrador, el odiado y temido común.
Expliqué, en la entrega anterior, que consiguieron a medias su propósito con Margarita, al abandonar la contienda sin declinar por nadie y que no movieron ni medio centímetro a Meade. Hasta hoy se mantiene firme, como si las encuestas lo diesen favorito.
En la semana posterior al segundo debate, concluida ayer, hubo señales que describen un escenario adverso para el candidato del PAN, contrario a lo que sucedió en el primero, y fortalecen la tesis de que Meade llegará hasta el final, a cualquier precio.
Del vengan todos a mi promovido por los estrategas de Anaya y acogido veloz por los empresarios, pasaron al improbable avenimiento del PRIAN, no al menos si el panista encabeza el proyecto.
La dinámica de una campaña es de frenesí, los acuerdos no son inamovibles ni los compromisos para siempre, pueden y de hecho suelen cambiar según las circunstancias predominantes en cada etapa, aunque los intereses prevalezcan.
Un corte del momento en que están situados hoy los candidatos, permite visualizar un cerco estrechándose contra Ricardo Anaya. En el PAN lo advierten, su sentido político los previene de un acuerdo superior que los aísla de la contienda y ven con angustia que su candidato está quedando solo.
En cuanto Margarita renunció a la candidatura, los liderazgos más importantes del PAN, empezando por Anaya, se apresuraron a reconocer su “congruencia y valor”. El mismo Javier Corral tomó parte de la zalamería, anticipando una bienvenida que no han materializado: siempre dije que, por sus principios, Margarita no iría con Meade, declaró ufano.
Quizás se apresuraron al cortejarla, hay información de que hasta hoy la excandidata independiente sigue sin responder las llamadas de Anaya y no ha respondido a ninguno de sus piropos. Pero si la comunicación negada son especulaciones, el hecho concreto es que la señora sigue guardando silencio. Nada han obtenido desde que se bajó.
Hay más, también la semana pasada Ernesto Cordero, presidente del Senado y parte importante en el equipo político de Calderón y Margarita, dijo que su voto es para Meade. Y otro personaje en el primer círculo, su exvocero Jorge Camacho, alguien que los panistas de Chihuahua conocen muy bien, declaró que no votaría por Anaya. Mantuvo el suspenso, sin embargo desechó como opción a su antiguo compañero de partido.
¿Por qué tomar en cuenta esos comentarios en un mar de versiones, rumores y declaraciones de coyuntura? Son evidencias públicas, hechos que anticipan hacía dónde recargaría Margarita sus activos políticos. Ahí están para la interpretación.
Faltan más expresiones, habrán de llegar en los próximos días, la campaña está en su recta final. En lo que resuelven hacerlos públicos, un primer apunte es que Margarita, Calderón y lo que ese grupo representa al interior del PAN, han decidido no aliarse con Anaya.
Fueron muchas las humillaciones recibidas cuando buscaban por la vía del PAN la candidatura presidencial ¿Dónde quedaría su dignidad, congruencia y valentía apoyando a quién los pisoteó en público sin mostrar remordimiento?.
Desde los Pinos también hubo información que da pertinencia a la tesis del cerco a Ricardo Anaya, y si concedemos veracidad a las leyendas urbanas, según las cuales Peña y Calderón son miembros de la mafia y por tanto comparten intereses, entonces deberían aceptar que sus movimientos están consensuados, hay una estrategia común.
Tras el primer debate los empresarios apresuraron versiones, según las cuales Meade –se dijo arriba- declinaría. Ahora empiezan a trascender esos encuentros furtivos, confirmando que había sustento en ellos y se puede pensar también que quizás valoraron la posibilidad, sin galvanizarla.
Hablan específicamente de una reunión entre Peña y el grupo estratégico del Consejo Mexicano de Negocios, en la que Claudio X. González, a quién López Obrador ha citado por su nombre y apellido como integrante de la mafia, y Alejandro Ramírez, en su prisa por frenar al odiado, formalizaron la atrevida petición.
El encuentro lo describió el miércoles pasado Joaquín López Dóriga en su columna de Milenio: “También les puedo informar que el mismo Alejandro Ramírez, al frente del llamado grupo estratégico del CMN, del que forma parte Claudio X. González, pidió una reunión con el presidente Enrique Peña, en la que le plantearon dejara de apoyar a José Antonio Meade, y que operara su declinación a favor de Anaya para frenar a López Obrador, al que ven como un peligro para México, y hablaron hasta que el presidente Enrique Peña Nieto tomó la palabra para decirles que no, que Meade no declinará por nadie, que Meade sigue siendo su candidato y lo seguirá siendo hasta el final”.
En una entrega posterior, que más bien parece una amplia posdata de la primera, López Dóriga reitera: “Y no sólo les dijo eso, les aseguró que Meade es y seguirá siendo su candidato hasta el final, que no meterá las manos por nadie y que respetará el resultado sea cual sea” y cierra con una especie de advertencia:
“Así que si quieren reforzar la campaña de López Obrador, adelante sigan pidiendo la declinación de Maede a favor de Anaya, que no se va a dar, y promoviendo ese espejismo, en lugar de organizar el voto útil”.
¿Por qué tanta importancia a la versión de un columnista del que muchos ven sesgado hacia el PRI y consideran vocero informal de los Pinos? Por lo mismo, quizás haya quienes cuestionen la credibilidad del comunicador, yo me abstengo de opinar al respecto, pero nadie duda de sus relaciones al más alto nivel ni de que sabe hacer el trabajo.
En ese par de columnas envió el mensaje preciso, cumplió la encomienda, y los destinatarios, téngalo por seguro, tomaron nota. ¿Es la versión Peña del famoso “no se hagan bolas” de Salinas?. Podría, los mecanismos que tiene un presidente para hacerse notar son muchos, elegir uno indirecto es usual en el ejercicio del poder.
Es valido suponer que algo le disgustó a Peña en la conducta de los empresarios, posterior a la reunión donde los conminó a dejar la campaña de la declinación. Ese algo sería, presumiblemente, un encuentro entre Jorge Ramírez y Poncho Romo, el cabildero empresarial de López Obrador, según el cual Ramírez habría enviado el mensaje de “amor y paz”, pretendiendo distender la relación entre los empresarios y el candidato de Morena.
Entrado en suposiciones, una explicación del mensaje público enviado por Peña, considerando que días antes lo hizo en privado, es que los empresarios, o Martínez en particular, leyeron mal eso de que “respetaré el resultado sea cual sea”. Quizás pensaron que López Obrador sería el próximo presidente y alimentar una segunda versión: el acuerdo Peña-Meade y López Obrador. Había que detenerla, concluyeron en los Pinos.
Esa versión la promueven Ricardo Anaya, Germán Dávila y los más altos voceros del PAN. En los últimos días ha sido parte de su discurso preponderante en campaña y
Javier Corra la hizo suya el jueves pasado, a propósito de una declaración de Yeidckol
Polenvsky, precisamente ante López Dóriga, acusándolo de incumplir el mandato de la Corte en el caso de Alejandro Gutiérrez. Twitteo que, con esa declaración de Polenvsky, estaba demostrada la alianza de AMLO con Peña. Sobre este tema sobra material para otra entrega, habrá tiempo de redactarla, la confrontación entre Corral y la Federación seguirá en lo que resta del sexenio.
Esta última parte son suposiciones arbitrarias de hechos que advierto a través de actores indirectos, por tanto muy distantes de la fuente original. Ahí dejémoslos, en suposiciones y que cada quién las evalúe, inferencias puede haber muchas y a contentillo.
Pero las declaraciones de Cordero apoyando a Meade y de Jorge Camacho aclarando que no votará por Anaya, así como la forzada versión panista de un acuerdo Peña-AMLO y el mensaje evidente de Peña a los empresarios son hechos incontrovertidos, ahí están, por lo tanto son una realidad en las campañas.
En consecuencia una conclusión objetiva es que, faltando poco más de un mes para las elecciones, Meade continúa en el juego y por lo visto seguirá hasta el final, no habrá alianza PRIAN, favoreciendo a López Obrador, y en los hechos el gran perdedor del segundo debate es Anaya.
Entiendo, pensar que Anaya queda cercado, López Obrador sigue campante y Meade se resista a perder, es de weba. Si, pero es lo que hay, son los hechos hasta hoy, que mañana cambien es otro asunto, brujo no soy.