*AMLO, la contraprestación

* La desesperación de Diego

* Priismo siempre fiel

* El momento de Alejandro

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Están convencidos de una verdad nefasta y al ver que tiene razón entran en pánico. Ven que pasan los días y más claro queda el acuerdo, pacto de impunidad, entre Peña Nieto y López Obrador. En sus cálculos Anaya debería estar en el acuerdo, no el odiado común.

Parece que no hay reversa, improbable a tres semanas de campaña, y así lo tienen comprendido. Ayer Javier Corral twitteo: “Quienes descalifican la acusación de que López Obrador ya pactó con Enrique Peña Nieto, se preguntan cuál sería la contraprestación del presidente. El cerco mediático a Ricardo Anaya y el golpeteo permanente de las dos televisoras es parte del acuerdo. El tema de la Ibero el mejor ejemplo”.

No hay contraprestación expresa, simplemente el ofrecimiento de Peña a respetar el resultado, todo lo que necesita López Obrador para estar seguro, sabiendo que le robaron –altos panistas lo presumen- la elección del 2006. Con eso tiene para verse en los Pinos, no necesita más con la ventaja que lleva.

El golpeteo contra Ricardo Anaya y el cerco informativo es por añadidura. En el fondo parte de la mafia y los grandes medios quieren, y probablemente lo consigan, reducirlo al tercer lugar. Algunas encuestas confiables hablan de una brecha, con tendencia a cerrarse, de entre dos y cinco puntos. Sería un empate técnico.

No es López Obrador el responsable del pacto maldito, tampoco Peña, sino Anaya y su historia de traiciones y mentiras, una historia que Javier Corral conoce muy bien y no había tenido, hasta el inicio de la campaña, empacho en denunciar.

De la corrupción ni hablar, carecen de importancia a la hora de dichos pactos, ni en cuenta los toman ya que todos suelen taparse con la misma cobija, el zarape de la impunidad.

Quieren deshacerlo denunciándolo esperanzados en bajar al puntero. También con es fin presionan de mil maneras. Por ejemplo, ahora Diego Fernández de Ceballos apremia, casi exige, a margarita Zavala para que se pronuncie a favor de Ricardo Anaya.

Entrevistado ayer por Milenio comentó: “Por toda su historia su futuro está dentro de Acción Nacional. Todo dependerá de que Margarita decida apoyar a Anaya. Tiene mucha posibilidad de participar en un futuro próximo, con liderazgo dentro del PAN, para que se cambien muchas cosas y que ella se reincorpore al partido…Pero si no lo hace, el panismo nacional, en parte con razón y sin ella, le dirán que fue culpable de que Anaya no llegara”.

Su declaración es a la vez súplica y amenaza, el último ruego de un disminuido Fernández de Ceballos. Le ofrece regresar al PAN con “liderazgo” y de no hacerlo deja en ella la responsabilidad de la derrota.

Ahora si nos necesitan, pensarán Calderón y Margarita. Y cuando Anaya trapeó con ella, cerró cualquier espacio dentro del partido o para ser candidata, cuando la ninguneó mientras suplicaba que la incluyese en los sopt del PAN que agandalló por que pudo ¿Dónde estaba Diego? ¿Porqué no reprendió a Ricardo? Nada, guardó silencio cómplice de aquella injusticia contra alguien que nació y creció en el PAN.

Que Morena crece Exponencialmente y a Maru no le ven ni el polvo en la capital, que los priistas sienten vergüenza hasta para ir a las tortillas, no se diga por el pan, que no traen ni con qué caerse muertos, que perdieron el sentido de la orientación y en lugar de levantarse con el pie derecho pisan primero con el izquierdo… que a panchita la bolsearon.

Esas y otras versiones se dan por hechos comprobados en mentideros y mesas de café, probablemente con razón, pero la verdad es que José Antonio Meade al que muchos han dado por muerto en la carrera presidencial, ha sido bien recibido cada que viene a la entidad. Hace un mes en Juárez le montaron un evento decoroso y ayer en la Unión Ganadera lo recibieron como si fuese arriba en las encuestas.

Hay que reconocer el entusiasmo del priismo local, sigue siendo fiel a sus principios y tradiciones, son muchas décadas de hacer lo mismo para perderlas en el curso de una elección, por más desventaja que lleven.

Nadie duda del mal ambiente social que rodea al antiguo partido de “las mayorías”, distante años luz de aquellas épocas cuando sus jacobinos fustigaban a la Iglesia Católica diciendo que los mexicanos era católicos y guadalupanos pero también el 90 por ciento era priista.

Sin embargo en ese esfuerzo de recibir con decoro a su candidato se observa la tradicional capacidad de acarreo, detalle a considerar durante las elecciones; su legendaria maquinaria de movilización electoral. A eso se atienen, difícilmente les alcance, pero siguen soñando que el día de las elecciones todo puede suceder.

Alejandro Domínguez tiene motivos para estar satisfecho, en la sala de subastas de la Unión Ganadera fue el candidato local más aplaudido por Meade y desde luego engoló la voz y se lució frente a un público consentidor.

Permitieron que diera el discurso oficial de bienvenida y aprovechó su momento de reflectores, necesitaba un auditorio amable para recobrar el ánimo. Desde luego ha creciendo, hay que ver hasta donde llega en el tiempo que resta, poco y matizado por el mundial.

Sólo que por estar entusiasmado con la visita del candidato presidencial, descuidó el pequeño, pequeñito casi nada, detalle del único debate para confrontar a sus adversarios, especialmente la puntera Maru Campos, quien transita la corta campaña sin despeinarse.

En el IEE les comieron el mandado a los candidatos opositores, organizando un debate en la penumbra, a cubierto, escondido tras el partido entre Alemania y México, el día del padre y otros distractores que harán de ese “ejercicio democrático”, una acto sin trascendencia.

Se supone que los rezagados en las preferencias deberían aprovecharlo para comprometer a la puntera, pero lo dejaron pasar como si fuese un acto más. Ahora dicen que impugnarán, lo hubiesen hecho antes, con media estaca dentro ni llorar es bueno.

Diseñaron una elección para favorecer a quienes detentan el poder, pensando que siempre serían los priistas, ahora la sufren. Esta campaña apenas empieza cuando está por terminar.