El modelo de reconversión tecnológica de Taiwán

La compañía de electrónica con más trabajadores del mundo es Foxconn, una empresa taiwanesa de más de un millón de empleados. Un fabricante puro que necesita una enorme fuerza laboral, que encuentra sobre todo en China, aunque también en Brasil, India o Europa Oriental. Pero su origen está en la isla Formosa, donde Chiang Kai-shek se retiró tras perder la guerra con Mao.

Foxconn es conocida por fabricar el iPhone –su nombre saltó a los titulares por denuncias de malas condiciones laborales en sus instalaciones– pero también produce hardware para Amazon, HP, Dell, Toshiba o Samsung. Las también taiwanesas Quanta Computer y Compal Electronics se reparten la fabricación de los portátiles de HP, Dell, Lenovo, Acer y todas las marcas de primer orden, incluidos los Macbook de Apple.

Son productos con sello taiwanés, aunque salgan de fábricas establecidas en China. La industria de Taiwán y su asociación con China se fraguó en los ochenta, cuando el gigante asiático despertaba al capitalismo, con las primeras zonas económicas especiales, dotadas de mayor flexibilidad para crear negocios. La isla de Formosa, gobernada por el Kuomintang, tenía en aquella época el capital y los conocimientos necesarios para construir y operar fábricas. También tenía una cercanía geográfica y cultural clave y, sobre todo, acceso al mercado estadounidense.

El cóctel de circunstancias convirtió a la provincia de Cantón en la fábrica de electrónica para el mundo entero. Y a Taiwán, en una potencia manufacturera sentada sobre este lecho fructífero. Pero las cosas están cambiando. Cada vez sale menos rentable fabricar y el país insular –considerado por China como la provincia rebelde, pese a las relaciones económicas que mantienen– quiere reinventarse.

En la pasada Computex, la feria electrónica más importante de Asia, celebrada en Taipéi, el representante del gobierno taiwanés lanzó una frase significativa durante la presentación del evento: “Taiwán está cambiando desde una economía basada en la fabricación puntera de tecnología a una guiada por la innovación”.

Thomas Huang, directivo de TAITRA, el Consejo de Desarrollo del Comercio Externo de Taiwán, profundiza sobre el momento que vive la industria tecnológica del país: “Hemos experimentado cómo el margen del hardware ha caído en los últimos años. Nosotros solíamos ser el reino del hardware, la mayoría de nuestras compañías taiwanesas solían ser los contratistas para la fabricación. Pero nuestro Gobierno quiere actualizar la base de la industria, desde la fabricación del hardware al software, la integración de hardware, soluciones y aplicaciones”.

Dice Huang que la propia Computex refleja este cambio. La presencia de compañías como Foxconn o Quanta Computer sobrevuela la feria y en la pasada edición los fabricantes de ordenadores taiwaneses, como Asus o Acer, contaban con grandes expositores. Pero algunas de estas empresas de hardware puro buscan diversificarse.

Representantes de Foxconn recorrían InnoVEX, un pabellón entero dedicado a startups procedentes de 31 países, en busca de proyectos donde invertir. Otras compañías exhibían soluciones y servicios, en lugar de productos. Qisda, con más de 100.000 empleados, es una muestra de este viraje.

La marca más conocida de Qisda es BenQ Electronics, que fabrica monitores y otros equipos informáticos. Hace tres años decidió dar un paso en lateral y creó BenQ Solutions, dedicada precisamente a vender soluciones basadas en inteligencia artificial. Entre su oferta está la fusión de sistemas cloud y de Internet de las Cosas para el sector sanitario, así como una solución de automatización para lograr la tienda sin cajas, a lo Amazon Go.

“Miramos hacia soluciones de tecnología punta para empresas, con el foco puesto en nuestra plataforma de cloud y en análisis basado en inteligencia artificial”, comenta Kitty Liao, responsable de marketing de BenQ Solutions. Aprovechando la cercanía con el sector fabril, la compañía también ofrece soluciones de automatización para las factorías de terceros. Empaquetan productos de varios fabricantes y los integran con su propio software para adaptarlo a las necesidades de los clientes. Liao explica cómo su empresa ha dotado de visión artificial a un brazo robótico para que pueda reconocer lo que agarra. ¿El objetivo? Impedir que tareas repetitivas, como el envasado, las tengan que hacer personas.

La transformación del sector tecnológico en Taiwán pasa por el I+D en las propias empresas de electrónica o por la inversión en proyectos de terceros. «El Gobierno ha propuesto una política que se llama Plan de Desarrollo del Silicon Valley Asiático, consiste en estimular el crecimiento de las soluciones smart en Taiwán», apunta Huang. «Una segunda meta es consolidar la cadena de producción de Internet de las Cosas y, por último, estimular el crecimiento del ecosistema de startups y emprendimiento».

Es el tercer año consecutivo que la Computex cuenta con una sección dedicada a startups. Desde la pasada edición a esta, el número de expositores aumentó en un 43%, con la participación de 388 startups. Un tercio de estas son de inteligencia artificial y otro tercio son de Internet de las Cosas.

La idea es que este pabellón sirviera para que las compañías taiwanesas conozcan de cerca proyectos prometedores y busquen colaboraciones. Una delegación de España, en concreto de la región de Murcia, estuvo entre las invitadas por la organización de la feria. El Centro Europeo de Empresas e Innovación de Murcia (CEEIM) trajo a cinco startups, entre las que había desarrolladores de software y aplicaciones móviles. Uno de los proyectos, IA Manufacturing, suscitó un especial interés del primer ministro de Taiwán, cuando recibió a la delegación española, según Almudena Sánchez, la delegada del CEEIM.

Sánchez describe la experiencia como positiva. Reuniones, contactos, citas con inversores: ahora hay que esperar para ver los frutos reales. Las startups españolas pertenecen al 40% de extranjeras presentes en la feria. El resto eran taiwanesas. El Gobierno del país ha reunido 4.000 millones de dólares taiwaneses (unos 115 millones de euros) para nutrir sus startups. Una financiación que acompañará de la reforma de algunas leyes, para hacerlas más receptivas al emprendimiento.

Huang reconoce que Internet de las cosas llevará a una nueva oleada de hardware y que las empresas que los diseñen necesitarán a las compañías taiwanesas para fabricarlos. Pero, si el precio medio de un smartphone es menor que el de un ordenador, el de un termostato conectado o un sensor de humedad para el jardín, es aún menor. Los márgenes se estrechan y Taiwán, puro hardware, mira hacia otros horizontes.

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