La ESA lanza el ‘Aeolus’ para estudiar los vientos de la Tierra desde el espacio

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El primer satélite del mundo diseñado para medir la dirección y velocidad del aire desde el espacio ha despegado  desde el puerto espacial europeo en Kurú, Guayana Francesa. Los científicos esperan que Aeolus —nombrado así por el personaje mitológico griego Eolo, Señor de los Vientos— mejore drásticamente las predicciones del tiempo, ya que actualmente el viento es el parámetro meteorológico peor estudiado. Gracias a un instrumento puntero compuesto por un láser ultravioleta y un telescopio, el satélite podrá determinar la velocidad del aire hasta una altura de 30 kilómetros en todo el globo y prácticamente en tiempo real.

La misión de la Agencia Espacial Europea (ESA), la organización que ha pagado el viaje de EL PAÍS a Kurú, ha costado 480 millones de euros y ha llevado casi 20 años de preparación. El despegue estaba programado para el martes 21 de agosto pero irónicamente se retrasó por el viento. Finalmente, el satélite de 1.357 kilos ha despegado a las 18:20, hora local de Kurú el pasado 22 de agosto, acoplado a un cohete Vega, el más pequeño de los lanzadores que utiliza la ESA. “Nunca es fácil poner un satélite en órbita. Estoy muy contento, es un éxito para Europa”, ha afirmado por videoconferencia el director general de la agencia, Johann-Dietrich Wörner, al confirmarse el éxito del lanzamiento en la sala de control.

En el espacio, a una altura de 320 kilómetros, Aeolus orbitará la Tierra sincronizado con los ciclos del sol. Cada semana es capaz de obtener un perfil completo del viento en toda la superficie del planeta. Esta información se asimila en modelos meteorológicos que servirán, sobre todo, para mejorar las predicciones en los trópicos, ya que el viento en estas regiones está menos asociado a otros parámetros atmosféricos conocidos como la presión y temperatura.

La nueva tecnología también promete predecir eventos extremos como tormentas con días de antelación. “Tiene el potencial de salvar vidas”, ha dicho antes del lanzamiento Josef Aschbacher, el director de Observación Terrestre de la ESA. Actualmente, los perfiles eólicos de la Tierra se recogen con anemómetros terrestres y globos meteorológicos enviados sobre regiones concretas. Los satélites pueden inferir las corrientes de aire a partir de observaciones indirectas, como el movimiento de las nubes, pero solo Aeolus es capaz de ver el viento.

Para ello utiliza un sistema lídar: un láser que emite 50 pulsos de diez megavatios cada segundo hacia la atmósfera. La luz ultravioleta golpea partículas suspendidas en el aire, como moléculas de agua, polvo o aerosoles, y se dispersa, reflejando algunos fotones de vuelta al satélite. Si el viento está arrastrando esas partículas, la longitud de onda de la luz reflejada hacia el satélite se corre hacia un valor distinto al de la luz emitida; un proceso conocido como el efecto Doppler. Gracias a su telescopio de 1,5 metros, el satélite puede observar esta diferencia y calcular la velocidad del viento con una precisión de hasta un metro por segundo, en la parte más baja de la atmósfera. El efecto Doppler es el mismo que distorsiona el sonido de la sirena de un vehículo según se acerca o se aleja del oyente.

Stéphane Israël, director ejecutivo de la empresa Arianespace, contratista del lanzamiento, ha dicho en rueda de prensa: “Esta misión es para la ESA, pero también es para el medio ambiente”. El satélite es parte de la serie Earth Explorer, que recoge información científica (disponible para el público) sobre fenómenos terrestres con el fin de entender mejor procesos como el cambio climático.

El sistema lídar se ha empleado para monitorizar el viento desde aviones, pero este es el primero instalado en un satélite capaz de observar todo el globo, tras varios intentos fallidos de la NASA. Aunque es incapaz penetrar nubes densas, como las que se forman en los ciclones, proporcionará información científica nueva como el movimiento de partículas contaminantes y del polvo del desierto o el intercambio de energía entre distintos puntos de la superficie terrestre.

La misión se concibió en 1999, pero ha sufrido más de una década de retrasos por los problemas técnicos asociados a la tecnología pionera. Al probar el lídar en el vacío, los científicos descubrieron que el láser ultravioleta dañaba la lente al carbonizar material superficial que además obstruía el telescopio. Aeolus utiliza un sistema de flujo de oxígeno que dispersa esta neblina contaminante y protege los elementos ópticos. “Debemos reconocer que esto es una obra maestra de tecnología. También demuestra cómo Europa puede trabajar junta”, ha dicho Aschbacher. “Europa se puede sentir orgullosa de lanzar una misión como esta”. Aeolus, que empezará a enviar información a la Tierra a partir de enero de 2019 tras un periodo de pruebas y calibración, tiene prevista una vida útil de tres años. Si la misión se salda con éxito, podría seguirle una flota completa de satélites equipados con láseres para monitorizar los vientos.