Motivaciones de Corral; propuesta especulativa

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La madrugada del viernes debió ser larga y en vigilia para Javier Corral, imposible conciliar el sueño y mantener la calma cuando sus informantes lo previnieron de que Alejandro Gutiérrez sería liberado antes del amanecer. Lo ha mantenido en Chihuahua hasta con la fuerza pública, jugando en los linderos del desacato, soltarlo era inadmisible. Necesitaba un plan urgente.

¿Qué maquinó, junto a sus asesores jurídicos y políticos, entre el momento del pitazo y las seis de la mañana, hora programada para la audiencia en la que, según su información, la PGR sobreseería el asunto insignia contra el detenido estrella, los 250 millones de pesos?

De a poco irá desvelándose cómo transcurrieron aquellas horas sin sueño, hasta el viernes en la mañana sólo estaba claro que la decisión política del gobernador fue mantenerlo en prisión a cualquier precio. La audiencia se suspendió por que al inculpado le negaron el derecho de traslado, obligando al juez a reprogramarla doce horas después y nadie más que el gobernador pudo dar esa orden.

Al mismo tiempo el Cereso de San Guillermo y sus inmediaciones eran testigos de una frenética actividad, bloqueos y versiones de ida y vuelta sobre emergencias por falta de agua y luz. Nadie podía salir o entrar a causa del caos generado.

La versión del sobreseimiento se conoció por el propio gobernador, el abogado Collado informó de la audiencia diferida y la inusitada movilización en el Cereso trascendió por sí misma. Como la información está en proceso y necesito entregar la columna, aquí dejo los hechos, consciente de que la noche del viernes pudo entregar noticias trascendentes.

Me pregunto que motiva a un gobernador como Javier Corral, inteligente y conocedor del sistema, con un futuro prometedor, desafiar a la Suprema Corte con tal de mantener detenido a un priista y empresario de alto perfil, y qué lo envalentona contra el decadente régimen, sabiendo que una decisión de liberar al preso estaría consultada con los nuevos empoderados.

No encuentro otra explicación más que una obsesión ensanchada con César Duarte, trasladada por asociación a Gutiérrez y al resto de los detenidos en el caso de la Operación Justicia para Chihuahua, los maxijuicios. Los considera “sus” detenidos, posición preciada, causa donde inicia y termina la razón de su gobierno. No puedo entenderla de otra manera.

Los primeros días de éste año Corral dirigió en la ciudad de México un extenso

mensaje donde describió la importancia de Gutiérrez, detenido a finales de diciembre pasado, en los presuntos desvíos de César Duarte hacia cuentas del PRI. Entre las explicaciones soltó una perla que describe, desde entonces, su obsesión: “no vamos a negociar esa investigación –la de Gutiérrez- ni por setecientos millones de pesos, ni por todo el presupuesto de Chihuahua”.

Otra vez las preguntas, intentando comprender las motivaciones que lo mueven en el complejo entramado ¿Por qué la rotunda y categórica negativa, siendo que no había constancia pública de que alguien hubiese sugerido una negociación?. Quizás en privado los abogados del acaudalado empresario coahuilense, ofrecieron los 700 millones de pesos para que su cliente llevase el juicio en libertad y el gobernador los rechazó. Querían un detenido importante, más que recuperar dinero.

En ese momento se interpretó como una asunto retorico lo de “ni por todo el presupuesto estatal”, igual pudo decir “ni por todo el oro del mundo”.  Hoy sabemos que hablaba en serio, si está dispuesto a entrar en desacato para mantenerlo detenido en Chihuahua e indisponerse con López Obrador, significa que no “negociaría esa investigación” ni por los 65 mil millones del presupuesto.

Asociar la dignidad de Chihuahua con la permanencia de Gutiérrez en San Guillermo es un desatino pavoroso, tratándose de un asunto de pesos y centavos. Si garantizaban con 700 millones –suponiendo que así haya sido, como se dijo entonces- el resarcimiento al daño, por qué insistir en la prisión. De los 65 mil millones ni hablar.

Ahí radica el desvarío, pierde el sentido de la justicia llevándolo al terreno de lo personal y, sin percatarse, desatiende sus deberes con Chihuahua. Lo importante para la entidad es que los mañosos regresen lo que se robaron, la gente nada gana teniéndolos en prisión. Su frustración de imaginar al “as de oros” libre y disfrutando sus millones y el temor a que pasen los tres años que restan al gobierno y no lo detenga, no pueden interferir en la justicia.

Como dije, escribo el viernes en la mañana por tanto desconozco lo que sucedió en la tarde, sin embargo esa frenética jornada informativa da materia suficiente para observar que la Operación Justicia para Chihuahua” entró en su fase más crítica. No es casualidad, el sexenio de Peña se acaba, lo que también explica la desesperación de Corral pidiendo apoyo a los medios que tanto ha denostado.

Otro momento de alta tensión sucedió en mayo pasado, cuando fuerzas federales y estatales estuvieron a punto del enfrentamiento armado, porque gobierno desacató la orden de un juez de instrucción para trasladar al famoso interno a un penal federal.

Un segundo de imprudencia en cualquiera de los involucrados pudo abrir una balacera histórica, trasladando los desencuentros legales a las armas. Desde la Revolución jamás ha sucedido en México.

Por fortuna privó la prudencia y reencausaron el asunto a tribunales, de modo que no hubo consecuencias legales. Hoy está frente al desenlace del complejo y ríspido litigio, el juicio entró en su fase culminante e ignorar la orden de un juez que pide la comparecencia del detenido en audiencia ministerial, negando uno de sus derechos más elementales, reanuda la idea de la insubordinación.

El gobernador está puesto, otra vez, en los linderos del desacato y lo sabe ¿Porqué apuesta tan alto y riesgoso? ¿A qué se atiene? Muy probablemente a que Peña Nieto –le dan las doce para que se vaya- no tiene suficiente tiempo ni poder para una acción determinante en su contra, supone. Quizás calcula que tres meses los transita hasta por inercia y además confía en recibir pronto apoyo de López Obrador.

Osada su apuesta, recuerdo a Patricio Martínez, perdido el PRI y Zedillo a punto de entregar, atemperarse por que “todavía podían dar coletazos”. Abusado con los últimos coletazos de Peña, derrotado, desprestigiado y por salir sigue conservando las instituciones a su disposición. Quizás Peña se planteó, piénselo, liberar a “la coneja” antes de abandonar los Pinos. Porqué no, son cómplices.

También sabe que no es sólo Peña, desacatar la orden de un juez federal por extensión es desafiar a la Suprema Corte de Justicia o jugar en los linderos del desacato por segunda vez ¿Aguantarán los ministros otro desplante del obsesivo gobernador?.

Como dije, el hombre es inteligente y conoce el sistema político por dentro, sus entrañas y alcances. Si la suya no es una obsesión patológica ni apuesta insensata, abre la especulación a otras explicaciones: victimización y martirio.

Sintió la adrenalina recorrer sus venas durante la marcha por la dignidad, en esos días vimos el rostro más entusiasmado de Corral, al opositor bravo de discurso encendido y vertebrado, porque no tentar la suerte y reanudar aquella campaña.

Es una explicación sugerida en atención a que suele estar más cómodo en papel de opositor que despachando los asuntos de gobernanza en Palacio, lo ha demostrado una y mil veces.

Además sabe que la persecución política por desacatar a la Corte encumbró a López Obrador hasta las alturas que hoy ocupa, si en todo quiere imitarlo ese camino podría ser un buen inicio en su ruta personal hacia los Pinos.

Imposible sintetizar las motivaciones que lo situaron en la frágil posición legal que voluntariamente asume, pero no justifica su conducta, ni siquiera mantener a los socios de Duarte en prisión, mientras el estado retrocede. Lo conducente seria recuperar lo robado.

¿Porqué aplaudirían los gobernados la reanudación del reto al gobierno federal o la Corte, sabiendo las consecuencias para la entidad? No hace sentido. Todos, menos los beneficiarios de la corrupción, queremos justicia, ver la foto de Duarte tras los barrotes, pero no con cargo al desarrollo de Chihuahua.

Esa es la gran debilidad de Javier Corral, lo que da pertinencia a los cuestionamientos de su acción justiciera. Obsesionado con Duarte y “la coneja”, no se percata del grave deterioro del estado.

¿Qué gana Chihuahua con esa obsesión?. Nada, absolutamente nada, él distraído en los juicios y creciendo la deuda pública, la violencia nos agobia, no hay dinero ni para un metro cuadrado de concreto, la salud en su punto más deplorable. Son hechos, véanlos por favor.

Lo elegimos a usted, señor gobernador, para recoger el tiradero de César Duarte no para que hiciese otro igual o peor. Por la vía de la confrontación sólo recibirá desaires. Piense, aunque sea un instante, primero en Chihuahua y después en los pillos que le arruinan el sueño.