De vender comida china en la tienda de sus padres a intentar curar el cáncer

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En el documental Chiñoles y bananas, la periodista Susana Ye, autodenominada “alicanchina”, mostraba la vida de un puñado de chiñoles, los hijos ya mayores de edad de los primeros chinos llegados a España en las décadas de 1980 y 1990. Bromeaban con que eran bananas, porque esta fruta es amarilla por fuera y blanca por dentro. La científica Lucía Zhu, nacida en Valencia en 1993, es una de estos chiñoles y bananas. Es más española que la paella, aunque su familia procede de Wenzhou, una ciudad de tres millones de habitantes en el sureste de China. Y, ahora, ella se dedica a buscar nuevos tratamientos contra el cáncer en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en Madrid.

La biografía de Zhu se parece a la de otros chiñoles. Sus padres abrieron un restaurante chino en Valencia y enseguida enviaron a su bebé de vuelta a Wenzhou. “En la comunidad china en occidente, como están muy dedicados al trabajo, es bastante común mandar a los hijos a China, con los abuelos, porque no tienen tiempo para criarlos”, explicaba Zhu a EL PAÍS. Dos años después, la niña regresó con sus padres, que acabaron abriendo un supermercado en Málaga, la ciudad que ha marcado su acento. “Cuando era adolescente sí que ayudaba en la tienda de mis padres. No es el típico bazar de todo a 100, sino que vendemos comida asiática: japonesa, tailandesa, china, bastante variada”, relata.

Muy pronto ella cambió el negocio familiar por la ciencia. “Mis padres y mis abuelos dicen que siempre he sido muy curiosa con todo, preguntando el porqué de las cosas”, explica. Zhu se fue a Sevilla a estudiar Biotecnología en la Universidad Pablo de Olavide. Y sus notas fueron brillantes: 9,4 sobre 10. Fue becada por el Banco Santander para estudiar un semestre en Carolina del Sur.

Después fue becada por la Fundación Ramón Areces, vinculada a El Corte Inglés, para estudiar un máster en Biomedicina Molecular en la Universidad Autónoma de Madrid. Y ahora disfruta de una beca de la Obra Social La Caixa para realizar sus estudios de doctorado en el CNIO, uno de los mejores centros de investigación del cáncer de Europa.

Zhu habla español, inglés, mandarín, el dialecto de Wenzhou, el valenciano casi olvidado que manejaba de niña y el alemán que aprendió de Erasmus en el Instituto de Bioquímica y Biología Molecular de Hamburgo. A sus 25 años, investiga en el Grupo de Metástasis Cerebral del CNIO, dirigido por el veterinario zaragozano Manuel Valiente. Su proyecto de tesis doctoral consiste en desarrollar una plataforma —bautizada METPlatform— para identificar nuevos fármacos contra este tipo de cáncer.

Ahora mismo, Zhu cuenta con decenas de ratones inmunodeprimidos a los que inyecta células de metástasis cerebrales humanas, procedentes de tumores primarios de pulmón, mama o melanoma. Cuando el tumor se expande, la biotecnóloga eutanasia a los animales y corta cada uno de sus cerebros en unas 50 rodajas, con el objetivo de probar en ellas multitud de fármacos para ver si funcionan o no. Además de tejido de roedores, Zhu también utiliza metástasis humanas frescas extraídas en cirugías, para confirmar la actividad antitumoral de las moléculas. “Nos han salido muchos fármacos prometedores y yo me he enfocado más en dos de ellos, porque pueden tener bastante interés para estudiar la biología de la metástasis cerebral. No solo queremos identificar nuevos fármacos, sino que queremos saber por qué funcionan”, señala.

Las metástasis cerebrales afectan a entre el 10% y el 30% de las personas con cáncer. Los tumores de pulmón y de mama son los que con mayor frecuencia generan una metástasis cerebral. Cuando las células cancerosas se diseminan desde su lugar original y logran penetrar en el cerebro y colonizarlo, el pronóstico siempre es malo o muy malo. Por eso, los pacientes con metástasis cerebrales han sido históricamente excluidos de los ensayos clínicos de nuevas terapias. El joven grupo de Manuel Valiente cree que METPlatform ayudará a generar confianza para probar más fármacos experimentales en los enfermos y conseguir que vivan más y mejor.

Zhu está en la vanguardia de esta guerra científica. “De pequeña no me daba cuenta tanto, pero ahora soy consciente de que el hecho de conocer dos culturas, de saber chino, de hablar varios idiomas, me abre muchísimas puertas a nivel profesional. Y siempre puedo ver las cosas desde diferentes perspectivas, que es algo que también se puede aplicar muchas veces a otros ámbitos de la vida”, celebra. “La verdad es que he sido bastante afortunada”.

Hace apenas tres meses, la biotecnóloga Lucía Zhu colaboró en el descubrimiento de una terapia experimental que ha cuadruplicado la supervivencia media de 18 pacientes desahuciados con cáncer de pulmón avanzado y metástasis cerebrales. El tratamiento, basado en un extracto de las semillas del cardo mariano, llegó incluso a hacer desaparecer las metástasis hasta ser indetectables en tres de los casos. El avance, cuyos resultados son todavía muy preliminares, se publicó en la revista especializada Nature Medicine.

Los científicos, encabezados por Manuel Valiente y su colega farmacóloga Neibla Priego, creen que el compuesto puede ser una nueva arma contra la metástasis cerebral, pero en principio no encontraron apoyo de ninguna farmacéutica, quizá por su temor a no recuperar la inversión con una sustancia natural libre de patente. Serían necesarios unos 700.000 euros para poner en marcha un ensayo clínico más ambicioso, con al menos medio centenar de pacientes con tumores avanzados.

Finalmente, el Grupo Español de Cáncer de Pulmón —una entidad formada por 460 especialistas de 155 centros públicos y privados— anunció en julio que becaría con 25.000 euros un pequeño proyecto para investigar la capacidad de la silibinina del cardo mariano para revertir la resistencia de algunos tumores a los fármacos de quimioterapia. El médico Joaquim Bosch, del Instituto Catalán de Oncología, en Girona, lidera esta nueva etapa. “La silibinina nos dará más buenas noticias”, confía Bosch.