*La venganza del olvidado

* Rancio y vil fundamentalismo

* Necesario cerrar heridas

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Con una sola y aislada declaración Roberto Madrazo desquició a Felipe Calderón, Luis Carlos Ugalde y al PAN. “En mis actas ganó López Obrador”, dijo en un programa de radio desde Tabasco, instalado en la comodidad de quién nada tiene que perder, refiriéndose a las elecciones del 2006, las del voto por voto; casilla por casilla.

El aludido directo reaccionó indignado al ver que un competidor remiso tuvo el atrevimiento de proferir tal sandez y destapar la herida que marco su sexenio, por la cual tomó la decisión más alocada de un presidente en las últimas décadas: declarar la guerra al narcotráfico pensando en legitimarse socialmente.

Madrazo tiene razón, quiera o no quedar bien con su antiguo enemigo y paisano, los actores más preponderantes de la política mexicana, incluidos altos liderazgos panistas, dan por cosa juzgada el fraude que terminó empoderando a Felipe Calderón.

Circula una versión según la cual Javier Corral habría reconocido el fraude ante el mismo López Obrador y éste, ofendido y oportunista lo desafió a decirlo en público. Desde luego el entonces senador reculó y no volvieron a verse.

Ignoro si esa historia es verídica, pero guarda pertinencia en razón del distanciamiento entre Javier Corral y López Obrador durante años. El razonamiento del ahora presidente electo era lineal: aceptas que tu partido me hizo fraude y lo callas, entonces no eres el demócrata que presumes. Ahí rompieron, que ahora el gobernador intente congraciarse por cualquier medio es otra cosa.

Eso de no cerrar ciclos es uno de los principales problemas del país. Doce años después y con el “defraudado” a semanas de ocupar el poder arrebatado entonces, la sola mención de fraude es considerado un acto políticamente incorrecto, anatema. Los involucrados reaccionan como si los hechos hubiesen sucedido ayer.

En estos días tuvimos otro ejemplo nefasto de los ciclos abiertos. Cincuenta años después sigue sin cerrarse la trágico, inhumana e injustificable matanza del 68 o, peor aun, hay quienes medran con aquellas muertes inocentes.

Al jefe interino de gobierno en la ciudad de México se le hizo fácil retirar de las estaciones del metro las placas conmemorativas a Díaz Ordaz, constructor de la obra, y en Chihuahua el Pichú de la Rosa pide cambiar el nombre del bulevar que lo recuerda, alegando afrenta “al movimiento”.

Ya supérenlo, es la historia. Con esos actos de insensatez hacen recordar las purgas comunistas en los países cuyas sociedades fueron esclavizadas. Es inaudito que, los autodefinidos progresistas, postulan con orgullo el más rancio de los fundamentalismos avanzado el siglo XXI.

Por favor, despierten, uno de la izquierda ocupará en menos de dos meses la Presidencia del País, ambas cámaras del Congreso están dominadas por la izquierda, gobiernan la ciudad más importante desde hace 30 años y varios estados más. Este país ha cambiado mucho desde aquella trágica noche.

Lo mismo sucede con los 43. Quieren regresarlos vivos sabiendo que han muerto, piden justicia cuando hay más de 200 detenidos. Con vida no regresarán jamás, por más protestas que hagan ¿Qué mas justicia quieren, si además de los detenidos consiguieron el rendimiento político buscado; derrocar al PRI?.

Conocen la verdad histórica, esos muchachos fueron quemados por la narcopolítica perredista. Si, también por corruptos y delincuentes gobernantes de izquierda. Existen muchos elementos para pensar en que fueron quemados y sus despojos arrojados al río. Acepten, peritos encontraron restos de un estudiante, comprobada su identidad genéticamente por uno de los laboratorios más prestigiados del mundo.

Eso de arrastrar causas muertas hasta convertirlas en banderas sociales de cualquier lucha, es una maldición a la que Chihuahua no escapa. Por cálculos y mezquindades políticas alargan el tema del aeroshow, éste trágico y mortal accidente que enlutó a ocho familias chihuahuenses y cambió la vida de decenas. Cinco años han pasado y mantienen abierto el tema con más interés de golpeteo político que con sincero acto de justicia.

Esos movimientos lastiman el desarrollo del país, hay que aprender a darles la vuelta, tomarlos como ejemplo de lo que nunca debió ser y seguir adelante.

Utopía, anhelos de cambiar al país o si usted quiere desahogo de frustraciones, pero nadie con sinceridad estará en desacuerdo que las heridas abiertas nos dividen y lastiman como sociedad.