El gigante Samsung

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Es muy difícil encontrar una persona, hogar o empresa en el mundo sin algo de Samsung. Vende 42.000 teléfonos móviles a la hora y acapara el 21% del mercado, según la compañía y la consultora Gatner. La mayoría de dispositivos electrónicos, incluidos los de Apple (la competencia principal de Samsung), o las bombillas LED incluyen semiconductores de la firma coreana (que ha desplazado a Intel del primer lugar en este sector). Casi la mitad de los televisores llevan el logotipo de la compañía.

Tras este imperio, nacido de una empresa de alimentación y textil en 1938 y en uno de los países más pobres del mundo, se encuentran ahora 320.671 trabajadores repartidos por 73 naciones y 11.680 millones de euros invertidos el pasado año en investigación que han generado 194.512 millones de euros en ingresos.  Corea del Sur se encuentra hoy entre los 15 países más ricos del planeta.

Un tercio de los empleados de Samsung en el mundo trabaja en las cuatro ciudades tecnológicas del cuartel general del chaebol (denominación del modelo del conglomerado empresarial coreano que incluye, además del complejo tecnológico, desde hoteles hasta agencias de publicidad, constructoras o compañías de seguros, entre decenas de compañías). Más de medio millar de autobuses lanzaderas, una inmensa maraña de transporte público y una red de autovías con un tráfico infernal llevan permanentemente a los trabajadores a sus puestos. No hay casi ruido, al margen del que producen las máquinas que levantan los nuevos edificios del complejo. Los espacios son impolutos.

En las ciudades cuentan con polideportivos, gimnasios, bibliotecas especializadas, parques, guarderías, clínicas, restaurantes, supermercados, servicios de bicicletas y todo lo necesario para mantener activas las plantas las 24 horas de los 365 días del año. La Asamblea Nacional de Corea del Sur aprobó en marzo una ley que reduce el número máximo de horas laborales a la semana de 69 a 52 (40 fijas y 12 extras por acuerdo entre las partes). Los empleados, indefinidos en un 65%, disfrutan de 15 días de vacaciones anuales que se incrementan en cinco a partir de los 10 años de trabajo. El salario mínimo para 2019 se ha fijado en 8.350 wones (6,42 euros) la hora.

Suwon alberga el más antiguo de los campus. Fue creado en 1969, cuando el

conglomerado, a instancias del presidente Park Chung-hee, se diversifica hacia el sector de componentes electrónicos. La ciudad no refleja su edad. Barrios completos de nuevos edificios de cristal albergan el principal centro de investigación y desarrollo, automatización y robótica.

En Suwon se encuentra también una de las piezas claves de Samsung tras la crisis generada por los fallos en las baterías del Galaxy Note 7, que obligó a devolver casi tres millones de unidades. Desde entonces, los laboratorios de pruebas de calidad de este complejo han redoblado los esfuerzos. Cientos de máquinas someten a los productos de Samsung a un millar de pruebas de resistencia en todos los parámetros críticos, desde caídas a inmersión en líquidos, temperaturas extremas o al efecto de sentarse sobre el móvil. En el mismo centro, las cámaras se someten a pruebas de luz y escenarios y micrófonos, altavoces y auriculares se prueban en decenas de situaciones para asegurar su correcto funcionamiento.

En este campus se desarrolla lo que en palabras de sus ingenieros es uno de los componentes más importantes de los móviles: las cámaras. Samsung acaba de presentar el único teléfono con cinco de ellas. “No se puede crecer de forma indefinida sin comprometer la portabilidad, pero seguiremos escuchando a los usuarios para combinar el aprendizaje para llegar más lejos que el ojo humano. Ese es el objetivo”, afirma Joshua Cho, vicepresidente del grupo Audiovisual.

Serán los siguientes pasos tras haber respondido a las demandas de los clientes que han reclamado, desde los primeros celulares, más resolución, más pantalla, más alcance, más usabilidad, nuevos diseños y menos consumo de batería, algo que se ha mejorado con la tecnología OLED (diodo orgánico de emisión de luz).

El otro gran reto en el que trabajan es la pantalla plegable, que permitirá disponer de mayor espacio visual sin sacrificar la portabilidad del dispositivo. Esta línea la confirmó el presidente de la compañía, Dong-Jin Koh, y la ha ratificado en Seúl el vicepresidente del grupo de investigación Byung Duk Yang. Este ejecutivo cree que este avance responde a la demanda de los usuarios, que reclaman un móvil que se adapte a su uso como teléfono y se despliegue para otras aplicaciones de lectura o visión que precisan de más espacio de visualización.

A pocos kilómetros de Suwon, 45.000 trabajadores ocupan Giheung, otra de las cuatro ciudades tecnológicas de Samsung en Corea y donde se fabrica la línea de productos más rentable de la compañía: los semiconductores. En una planta aislada y esterilizada, donde los escasos ingenieros transitan vestidos como si se enfrentaran a una guerra biológica, decenas de líneas de producción robotizada convierten el cono plateado de los lingotes de silicio en los semiconductores con el que se fabrican millones de microchips, memorias y componentes para las luces LED. Cada chip está formado por entre 32 y 64 capas que configuran el cerebro de los aparatos.

Estrictas medidas de seguridad garantizan el secreto de los sistemas de producción. Los vigilantes de los accesos pueden revisar desde los maleteros hasta los papeles, por si se intenta escamotear algún microcomponente entre las hojas. Cada una de las 17 líneas de producción (en estos momentos se construye la 18) cuenta con medio millar de trabajadores. Cada línea ha tardado una media de dos años en ponerse en marcha y ha supuesto inversiones de entre 10.000 y 22.000 millones de euros. De los miles y miles de componentes que salen cada día de las líneas de fabricación, según la compañía, se ha conseguido un grado de eficiencia de más del 80%, una de las claves de la rentabilidad de las plantas de semiconductores de este gigante, convertido en el primer fabricante de este tipo de componentes en el mundo.

Mientras los trabajadores se disponen a disfrutar de la hora que tienen para comer en uno de los gigantescos comedores, con media docena de cocinas diferentes, Justin Cow trabaja en el laboratorio de Internet de las Cosas, un piso recreado como una vivienda habitual donde se monitorizan a través de seis cámaras cómo los usuarios interrelacionan con los electrodomésticos interconectados. La nevera, considerado el corazón del hogar, puede encender el horno, ordenar el barrido de la habitación, dejar mensajes, encender el aire acondicionado… Todos los electrodomésticos pueden responder a comandos de voz. “Cada semana y media se realiza una prueba diferente”, explica Cow.

A escasos metros, un peculiar cine con todas las luces encendidas proyecta una película sin que se pierda un ápice de la calidad de imagen en una pantalla de 10 metros de largo por cuatro de ancho. Se trata de la tecnología que ya se ha estrenado en Suiza, anunciado en Francia y que se prevé que llegue a España el próximo año. La aplicación de sistemas LED quiere revolucionar el mundo del cine, cambiar radicalmente la experiencia del espectador en un entorno más versátil que la oscura sala habitual.

Mientras Samsung ultima los dispositivos que están ya o llegarán pronto a nuestras vidas, sus técnicos trabajan en el desarrollo de otros nuevos y en la mejora de los ya existentes. El mundo que imagina el gigante coreano y del que quiere seguir formando parte como fabricante final de los aparatos o de sus componentes contará con drones para todas las actividades humanas, tecnología de asistencia sanitaria presencial o a distancia (como el espejo médico), memorias ilimitadas, cargadores inalámbricos para todo tipo de máquinas (incluidos los vehículos), ordenadores capaces de computar billones de billones de información por segundo (exascale computing), identificación biométrica (a partir de la cara o el iris), pantallas holográficas, nuevas generaciones de baterías, ingeniería neuromórfica (que imita la arquitectura nerviosa humana), lentillas que desplieguen información o relojes que proyecten la pantalla táctil sobre la muñeca.

“Nos encontramos ante un evidente cambio de paradigma tecnológico que cambiará la vida cotidiana de las personas y organizaciones ya sean públicas o privadas. Son unos tiempos emocionantes en los que la inteligencia artificial, el Internet de las Cosas (o “cosas inteligentes” como las denominamos internamente) o la nueva generación de telecomunicaciones 5G nos aportarán servicios, experiencias y entretenimientos nunca vistos hasta ahora, de una manera sencilla, segura y con respeto a la privacidad de todos”, concluye Hoon Chung, responsable de Samsung Electronics Iberia en la memoria anual de la compañía.