4T: Zozobra del camaján

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El año pasado Forbes calculó la fortuna de Carlos Slim en 67 mil millones de dólares, cifra inimaginable para la mayoría de los seres humanos. Si un trabajador de Telmex pretende amasar una fortuna así, tendría que ahorrar su salario durante nueve millones de años, fijado en 7,200 dólares anuales, promedio.

La ciencia remonta el origen de la especie humana hacia 200 o 300 mil años. Esto significa que si un ser humano de la primera era empezó ahorrando 7,200 dólares cada año, debieron pasar 30 generaciones evolutivas -300 mil años de cada una- para igualar la fortuna de Slim.

Sesenta y siete mil millones de dólares es una locura de dinero, Slim está entre los más ricos del mundo, moderemos la cantidad a diez millones y doblemos el salario, 14,400 dólares anuales, percepción que podría recibir un supervisor de maquila, oficinista de la burocracia calificado, maestro universitario a tiempo completo, jefe de información bien pagado, médico general sin muchos pacientes. Son profesionistas con cierto grado de especialización.

Para que ahorren hasta llegar a los diez millones necesitan pasar 700 años. La ciencia moderna situó en el año 1,325 la fundación de Tenochtlitan, de modo que si un indígena de entonces deseaba conseguir una fortuna de diez millones de dólares, debió empezar los ahorros de 14,400 desde la fundación hasta hoy, sin gastar un centavo.

Los ejemplos anteriores, absurdos si usted quiere, sirven para establecer un referente comparativo de la enorme inequidad distributiva en el sistema neoliberal impuesto por los organismos internacionales, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y otros sujetos a intereses de las grandes potencias económicas y sistemas bancarios internacionales.

¿Cuándo se reflejará en la economía familiar la estabilidad macroeconómica? pregunté hace años, en plática informal, a un eficiente secretario de finanzas formado en los rigores del FMI y por tanto postulante de la rígida escuela tradicional. No supo responder, pero en su interior estaba seguro que sucedería tarde o temprano, siempre que no hubiese crisis que alterasen el rumbo económico.

En México han pasado 30 años de rigidez financiera, de Salinas a Peña, y el resultado medible es crecimiento de la pobreza, consolidación del gran capital en pocas familias de acaudalados millonarios y una clase media marginal incapaz de influir en las decisiones del país.

Jamás estaría de acuerdo con un sistema así de injusto y menos si encima tenemos una casta de políticos engreídos, corruptos e incompetentes que se sirven a contento de los recursos nacionales para el enriquecimiento personal.

No y mil veces ni al neoliberalismo feroz e inflexible que adoptó nuestro país como sistema político. Está diseñado para que los ricos sean cada vez más ricos mientras subsisten millones de miserables a los que toman por mano de obra barata. Trasládelo a escala país y encontrará el mismo fenómeno: los países ricos seguirán siendo ricos, los medios medios y los miserables miserables. El establishment soñado.

Éste sistema fue diseñado para oponerlo al populismo socialista anterior a los ochentas, regímenes opresores que destrozaron las aspiraciones de miles de millones en gran parte del mundo, empobreciéndolos hasta la esclavitud.

En México padecimos la sinrazón durante los delirantes sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo, la docena perdida. Entonces la economía creció a tasas de diez o hasta quince por ciento contratando deuda pública. Era un espejismo, en el sexenio de Miguel de la Madrid y las posteriores crisis sexenales la historia registró las pavorosas consecuencias de aquella locura.

También rechazo los modos de López Obrador, en especial su retroceso a la era del fracasado asistencialismo y el afán de dividir al país entre buenos y malos. El suyo sería un régimen perverso y vil si aprovecha las riquezas nacionales para mantener un sistema clientelar y corporativista, tendiente a totalitario. Entraríamos en una dinámica de involución social.

¿Tenemos alternativa, si ambos sistemas son nefastos? Doscientos años antes de Cristo Aristóteles propuso una solución: el punto medio. Acogernos al sistema opresor pero aprovechar las menguadas libertades para fortalecer la educación, los sistemas de salud, de vivienda y generar oportunidad a nuevos emprendedores para que contribuyan, desde otra óptica, al crecimiento económico.

¿Utopía? Puede ser, sin embargo los países nórdicos –Islandia, Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca- dan ejemplo de que el neoliberalismo tiene recovecos aprovechables. Con altas contribuciones sus gobiernos han conseguido ofrecer los mejores servicios a sus ciudadanos y la clave de su éxito son gobiernos honestos.

Recupero estos ejemplos por que López Obrador ha dicho que acabando con la corrupción dispondrá de fondos suficientes para los programas sociales de la Cuarta Transformación.

¿Por qué no adoptar ese influjo mesiánico de honestidad para alentar el desarrollo nacional, tomando las escasas libertades que deja el sistema neoliberal? Desde luego que se puede, sólo necesita sincera convicción democrática y activa participación ciudadana. Los resultados positivos llegarían como añadidura.

Lo que veo en el nuevo régimen, sin embargo, es un gobierno caprichoso que actúa por impulsos o rencores, ocupando en construir un régimen basado en el clientelismo electoral y el corporativismo cuyo fin es perpetuar la Cuarta Transformación sobre los millones de miserables que dejó el sistema neoliberal, mientras clasifica a los oponentes en nuevas categorías peyorativas a las que llama fifís, camajanes, minoría rapaz, abriendo la histórica polarización de los países socialistas, con un pueblo bueno que lo defiende y otro malvado empeñado en destruirlo.

Contra todo, he decidido mantener el optimismo y prefiero interpretar la decisión de revertir la construcción del Aeropuerto en Texcoco como manotazo dominante sobre la mesa de “la mafia”. Que todos en ese círculo estrecho de poderosos sepan quien manda, a partir de hoy.

Cancelarlo es una decisión irracional e insensata pero con la lógico política del nuevo dueño de plaza. Tiene sentido si tomamos en cuenta que López Obrador permaneció dos décadas sintiéndose víctima de la mafia, así que a la primera oportunidad se para frente a ellos y les gritonea en su cara.

De ser así yo estaría tranquilo, el peligro para el país radica en que López Obrador haga de esa práctica populista e insensata su forma de gobierno. Es decir que use al “pueblo sabio” como instrumento justificador para las decisiones más importantes del país y después las sostenga contra toda consecuencia.

Moody´s, probablemente la calificadora más influyente del mundo, decidió mantener la calificación al país tras el escándalo de Texcoco. Sus analistas resolvieron que, aunque genera inestabilidad, no hay motivo para degradarla, considerando la fortaleza financiera del país.

Bien, lo han dicho los ideólogos más influyentes del neoliberalismo: mientras no vaya más allá de lo “financieramente aceptable”, según sus normas, el gobierno de López Obrador tiene márgenes de movilidad para revertir un sistema podrido y reencausarlo hacia estadios de movilidad social que rescate a millones de la pobreza.

Me pregunto si votamos al líder correcto. Pronto habrá otra señal fundamental que arroje nuevas luces para una respuesta asertiva: la integración de la ley de ingresos y presupuesto de egresos. Si contempla deuda más allá de lo tolerable para los mercados o, peor, toma de las reservas nacionales fondos para financiar los programas sociales, maldiga mil veces, la debacle nacional habrá empezado y sabrá Dios cuando logremos revertirla.

Entiendo, es de la mayor weba pero no tenemos más.