Nuestro exoesqueleto genera en los niños una motivación infinita

Elena García Armada (Valladolid, 1971) es una de las investigadoras más reconocidas en el mundo de la robótica española. El interés mediático alrededor de esta ingeniera del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y emprendedora se debe sobre todo a que es la creadora del primer exoesqueleto destinado a niños con enfermedades musculares degenerativas. “Consigue generar en los niños una motivación infinita. Y esa motivación les permite hacer un ejercicio físico que no se puede obtener con las terapias tradicionales”, explica a EL PAÍS durante la feria internacional IROS 2018, celebrada en octubre en Madrid.

El comienzo de esta historia se debe al encuentro de García, hace casi una década, con los padres de Daniela, una niña de seis años afectada de tetraplejia, según ha contado la científica en distinta ocasiones. Tras conocer la situación de Daniela, la investigadora decidió orientar su conocimiento y experiencia en robótica al desarrollo de un exoesqueleto capaz de mejorar la vida de niños como ella. En 2010, García puso en marcha “una serie de proyectos de investigación encaminados a ampliar su uso al mayor número posible de niños”. Tres años después, la ingeniera cofundó la empresa Marsi Bionics, creada para facilitar la llegada al mercado de los resultados científicos. “En todo este tiempo se ha hecho un trabajo enorme para conseguir industrializar los dispositivos”, asegura.

Los prototipos que desarrollan García y su equipo “están indicados para enfermedades de tipo neuromuscular”, explica la investigadora. “Son enfermedades en su mayoría de origen genético y degenerativa. Hay una sintomatología que va variando en el tiempo y es compleja”, agrega. Mientras que la mayoría de los exoesqueletos disponibles en el mercado están destinados a adultos que han perdido el uso de las piernas por accidentes, el modelo de García se dirige específicamente a niños, detalla la ingeniera. Por eso, posee uno verdaderos “músculos artificiales”, explica. “Nuestros exoesqueletos aportan movilidad en todas las direcciones. Funcionan como un pequeño robot, interpretando la sintomatología de la persona en cada momento”.

Los años de investigación han permitido a García obtener tres patentes en Estados Unidos y Europa. Actualmente, el exoesqueleto está a punto de salir al mercado. “Estamos ya muy cerquita, después de estos cinco años”, comenta la científica. Ya se realizaron pruebas clínicas con algunos pacientes en los hospitales San Joan de Déu de Barcelona y Ramón y Cajal de Madrid. Marsi Bionics obtuvo las certificaciones necesarias para la comercialización dentro de la Unión Europea. “Ahora el dispositivo está siendo evaluado por parte de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios”, asegura García.

El impacto del exoesqueleto en las pruebas

La investigadora está convencida de que los resultados de las pruebas con los niños “han sido impresionantes”. Entre los efectos más inmediatos, García destaca un gran impacto en su autoestima. “Los niños se retaban cada día por conseguir andar algún paso más. El último día hubo que abrir las puertas del gimnasio para que salieran, porque querían seguir caminando”, cuenta.

En una segunda fase, ella y su equipo probaron el dispositivo durante algunas actividades lúdicas en un entorno doméstico . “Los niños se divertían, hasta el punto de que se acababa la batería del exoesqueleto antes de que se cansaran. Gracias a la motivación que conseguía generar el exoesqueleto, apunta García, pronto se comenzaron a notar resultados evidentes también desde el punto de vista físico. “Al mes, todas las personas en el entorno cercano de la familia empezaron a notificarnos que estaban notando mejoras físicas en los brazos, en la movilidad, en el tronco, incluso en el cuello”, asegura.

El siguiente paso será realizar un estudio a largo plazo y sobre más pacientes para validar estas observaciones clínicamente, agrega la investigadora del CSIC. Además, afirma que entre los proyectos para el futuro está el de extender el número de enfermedades para las que el exoesqueleto puede ser útil. “Lo que hemos visto hasta ahora nos está indicando que lo que tenemos es una herramienta muy potente para estos niños”, comenta. “Estamos abordando la distrofía muscular de Duchenne, la más frecuente en la infancia. Y queremos abordar algunos tipos de parálisis cerebral. Tenemos muchísima demanda en este sentido por parte de las familias y los centros de rehabilitación”.

El camino del laboratorio a la sociedad

García cree que los equipos científicos españoles en el ámbito de la robótica “están compitiendo en el top ten internacional”. Pero es consciente de que para realizar proyectos como los que plantea ella “hace falta financiación”. Aunque la escasez de inversión le preocupe —”sin recursos, en algún momento dejaremos de estar allí y nos caeremos a pique”, alerta—, García considera que “la principal cuenta pendiente” en España es que “los resultados de la investigación no llegan a la sociedad fácilmente”.

Los prototipos desarrollados en laboratorio no están preparados para salir al mercado, explica la ingeniera. “Necesitan certificaciones para cumplir la normativa e industrialización. Y eso solo se puede hacer desde el mundo empresarial”, mantiene. Para García, lo que echa para atrás a los inversores es el riesgo asociado a los largos tiempos necesarios para lograr la salida al mercado de productos como su exoesqueleto. En su opinión, facilitar esta fase del proceso es una prioridad. “Necesitamos que proyectos realizados en centros de investigación públicos y con un impacto socio-económico tan grande sean apoyados económicamente, porque sino se mueren”.

La investigadora asegura que los equipos científicos españoles en el ámbito de la robótica “están compitiendo en el top ten internacional”, pero los resultados “no llegan fácilmente a la sociedad”

A la hora de hablar de las perspectivas futuras de la ciencia en España, García no pierde el optimismo. Su experiencia en un sector en el que las mujeres representan una minoría le ha hecho entender que existen también barreras de género, pero no las considera insuperables. “Las mujeres tenemos suficiente capacidad para poder con ellas. Tenemos tenacidad, estamos acostumbradas a luchar”.

Para conseguir que más mujeres se acerquen a estos sectores, la investigadora apela a un cambio de paradigma en la educación. En su opinión, es importante evitar categorizar las áreas del conocimiento por sesgos de género. “A muchas chicas les interesan las aplicaciones que contribuyen a fines sociales”, sostiene. “Cuando ven que la robótica puede aplicarse para curar personas les encanta. Pero nadie les explicó de pequeñas que un motor o una tarjeta electrónica pueden ayudar un niño a caminar”.

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