*La presidencia exacerbada

* ¿Qué cien días no son nada?

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 Encontré ridícula y en cierta forma desorientada la campaña de “los otros cien días”, esbozada por Claudia Ruiz Massieu, presidenta del PRI. A los cien días de López Obrador opone los primeros cien días de otros presidentes de su partido. Desde el uno de julio han pasado mas de ocho meses y la clase política sigue sin entender lo que sucede en el país. Piensan que sólo fue un mal sueño.

Su confusión me asombra, sólo puedo explicarla imaginando a grupos de políticos que durante décadas vivieron en “otra” realidad social. En su burbuja de poder y dinero construidos en la corrupción e impunidad que, fatalmente, terminó consumiéndolos y abrió el paso al cambio que temían. Tenían frente a sus ojos las mayores señales de hartazgo y las desdeñaron, quedándose en el lado incorrecto de la historia.

Lo importante de López Obrador en estos primeros cien días, o en los ocho meses si somos rigurosos, no está en los aciertos o desaciertos citados durante las conferencias matutinas: aeropuerto, refinería, estancias infantiles, huachicol, reconciliaciones, programas sociales, giras convertidas en mítines. Estos temas son superficie y al mismo tiempo resonancia engañosa, velo tras del cual subsiste un movimiento de alcances mayores que, de prosperar, cambiará la política tal y como la conocemos en México.

El principal resultado del nuevo gobierno es la cancelación de la vida democrática y la libertad de expresión, el debilitamiento de las instituciones, la desaparición progresiva de los partidos políticos… el centralismo de poder en un presidencialismo exaltado sin contrapesos ni voces disonantes.

De la misma manera como no vieron el hartazgo social que alimentaba el crecimiento de López Obrador, así tampoco ven ahora el nuevo rumbo que toma el país. O pasa tan rápido que no les da tiempo a procesarlo. Mario Delgado anunció que reducirán el financiamiento de los partidos al cincuenta por ciento y el presidente hace acopio de una gran bolsa para distribuirla personalmente, de preferencia mano en mano y en plazas públicas, construyendo una plataforma electoral para el nuevo partido hegemónico. Mientras reduce el dinero a la oposición afianza el futuro partido de Estado con recursos públicos.

El sistema de partidos quedó desecho, ni siquiera necesita reducirlos con reformas legales. La oposición está dada, abusó del poder hasta que la gente prefirió cualquier otra alternativa antes que seguir soportando su bribonería y ahora son incapaces de presentar una frente creíble. El PRD desaparecerá, el PAN está fraccionado en grupos irreconciliables, el PRI camino a convertirse en satélite o nonopartido, el Verde es aliado de Morena, el PES litiga su registro y a Nueva Alianza le crean contraparte, Redes Sociales Progresistas.

No hay partidos ni fuerza política que se opongan al movimiento de la 4T. En la encuesta que México Elije levantó para los cien primeros días, encontré interesante la pregunta: “Si hoy fueran las elecciones ¿Porqué partido votaría usted?” La respuesta debe ser aterradora para la oposición: PAN 13 por ciento; PRI 7 por ciento; Morena 56 por ciento.

Hay otro dato, también de México Elije, que considero pertinente recuperar. En septiembre del año pasado hicieron la pregunta sobre quien apoyaría a López Obrador si, hipotéticamente, decide reelegirse. El 38 por ciento respondió que lo apoyaría y un 11 por ciento que probablemente.

¿Porqué la pregunta si nuestra Constitución prohíbe la reelección? Es el punto, antes de que López Obrador jurase el cargo, en el inconsciente colectivo estaba presenta la idea de la reelección y ahora, a cien días de su mandato, más de la mitad de los electores piensan que votarían por Morena. Este y no otro es el nuevo México, un país donde los tabúes políticos e históricos están siendo aceleradamente derrumbados sin que los políticos opuestos al nuevo régimen consigan advertirlo.

Si, todos están como Peña y Peña está como todos; no entienden que no entienden y eso que todos los días son advertidos por el presidente en declaraciones públicas. Pasan los días y no se percatan que una correcta interpretación de López Obrador es que dice verdad cuando habla de acciones cuyo fin significa acumular poder, y deja sus palabras a la coyuntura del momento cuando habla de asuntos económicos o politiquerías ordinarias. Es muy predecible, sólo escuchen con atención y valoren correctamente el contexto.

¿Que cien días no son nada? Prepárense que mañana se convierten en cien años.