*El hospital de la muerte

* Frente a la necesidad, indolencia

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Comparar al Hospital Central con los hospitales de las empobrecidas capitales africanas, no es una exageración. Si un médico suizo llegara de visita probablemente encontraría inexplicable la forma en que trabajan enfermeras, médicos y personal de salud. Cómo pueden proporcionar un servicio aceptable sin las herramientas mínimas a la mano, sería una pregunta obvia.

La verdad es que no dan el servicio, junto a pacientes y familiares el personal médico sufren las peores carencias, impotentes al darse cuenta que no pueden más que ver de cerca el dolor ajeno y, con frecuencia, la muerte de quienes deberían vivir. La espantosa realidad es que falta de medicamentos, material de curaciones, instrumental básico y navegan con equipo que es inoperante. Son como mecánicos sin caja de herramientas.

No piense usted en camas avejentadas, muchas de las cuales no tienen ni colchones y menos ropa de cama, tampoco en equipo de oxigeno o los ordinarios aparatos que monitorean signos vitales, cualquiera en ese hospital conoce las dificultades hasta para conseguir jeringas, vendajes, los médicos llevan sus estetoscopios y muchas veces falta agua o vasos desechables para que los pacientes tomen sus pastillas. Créalo, piden a los familiares que compren botellas de agua, colchones inflables, vendas, extensiones, jeringas. Es una calamidad.

También saben, lo ven de cerca, que por causa de las desatenciones mueren personas a diario y los médicos expiden engañosos certificados de defunción, conscientes de que no pueden hacer más que avenirse a la inhumana realidad. Muchos pacientes terminan su vida esperando que arreglen el equipo descompuesto, que llegue la extensión para conectar el aparato requerido y también por que faltó el medicamento para el momento de mayor crisis.

¿Cómo llegaron los hospitales del estado a convertirse hasta la peor degradación del servicio? La respuesta no es que falta dinero, hay para muchas cosas pero no para salud, lo que falta es sentido de humanidad y compasión de los dos últimos gobernadores, César Duarte y Javier Corral.

Con Duarte sobraba dinero, había hasta para pagar medicinas e instrumental médico –se dijo entonces- a precios inflados, y sin embargo el servicio era deplorable desde entonces. A Corral le falta interés, ganas de conocer la realidad y voluntad que lo mueva a buscar soluciones, donde quiera que estén.

Tengo la mejor opinión del Doctor Jesús Enrique Grajeda, Secretario de Salud. Es un buen hombre y excelente médico, sin embargo me parece que no es la persona adecuada para dirigir el sistema estatal de salud en tiempos de crisis, cuando reclama innovadoras medidas emergentes.

Si el gobernador Corral decidió voltear a otro lado y concentrarse en la politiquería nacional, con la bandera de los contrapesos, en Salud necesitan un secretario proactivo, con sentido de urgencia, alguien que no tema levantar la voz para describir la crisis sanitaria. Un funcionario sensible que se duela del sufrimiento y exija los recursos mínimos que les permitan operar en condiciones aceptables, ya no se diga de calidad.

Hace unos días escuché al gobernador Corral, satisfecho y feliz, informar que saldaba una deuda de 127 millones de pesos con Fechac, Fundación del Empresariado Chihuahuense. Me pregunto que podrían hacer con ese dinero en los hospitales propiedad del estado. ¿Es mucho dinero? ¿Es poco? No se, pero en las circunstancias de apremio en que se encuentran cualquier inversión les vendría de perlas, siempre que sepan valorar prioridades.

Comento lo anterior por que, ante cada denuncia, la respuesta de los funcionarios de salud es que no hay dinero, asumiendo una cómoda posición que resbala sus responsabilidades. No hay dinero para nada ¡Y por que no hay dinero se cruzan de brazos, resignados a que sigan muriendo inocentes! Si no hay dinero qué pueden hacer. Nada aparte de cobrar sus salarios y ver como el Central y otros hospitales del Ichisal terminan convertidos en salas de la muerte.

En Ismael Rodríguez veo al funcionario más eficiente y cercano al gobernador Corral, si el doctor Grajeda lo invita a realizar una gira sorpresa por los hospitales, ver de cerca las carencias, desatenciones y sentir la muerte, seguro encontraría la forma de gestionar recursos adicionales. Queriendo siempre hay forma. Escudarse en que no hay dinero para dejar que las cosas sigan como están, o empeoren, es una vileza. Alguien tiene que dolerse de la pobre gente.