Solo veinte de los ríos más largos se libran de las barreras humanas

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Europa, Estados Unidos, China, México, Oriente Medio, la mayor parte de India, el sur de África, Australia, el sudeste asiático y la porción más al sur de América Latina ya no tienen grandes ríos libres de construcciones humanas que se interponga en su camino hacia el mar. Un estudio de millones de kilómetros de río ha encontrado cómo decenas de miles de embalses, presas, diques, carreteras… han cuarteado el curso de las aguas. Las consecuencias van muchos más allá de que unos salmones no puedan remontar la corriente. Y para algunos es inaplazable la operación demolición.

Un amplio grupo de investigadores de una decena de países y el Fondo Mundial para la Naturaleza ha analizado la situación de los ríos del planeta, en especial de los de más de 500 kilómetros. Lo que buscaban era su grado de conectividad, qué y cuántos obstáculos tenía el agua cada pocos kilómetros (una media de 4,2 km por tramo) hasta llegar al mar. Han logrado cartografiar 12 millones de kilómetros de río y los resultados, publicados en la revista Nature, son dramáticos.

De los 500 ríos de más de 500 kilómetros analizados, solo el 37% pueden considerarse ríos libres de obstáculos (en inglés se usa la expresión free-flowing rivers). Y del centenar de cursos de más de 1.000 kilómetros, apenas 21 conectan su cabecera con el océano sin una construcción humana significativa. Casi todos se concentran en las regiones árticas de América (como el Yukon) y Asia (el Lena) o en la cuenca del Congo y la amazónica. Los autores del estudio han creado una página para mostrar su mapa mundial de ríos y su grado de conectividad

Sólo en las regiones árticas y las cuencas del Congo y el Amazonas quedan grandes ríos libres

«Los ríos del mundo forman una intrincada red con conexiones vitales con la tierra, el subsuelo y la atmósfera», recuerda el investigador de la universidad McGill (Canadá) y principal autor del estudio, Günther Grill. «Los ríos que fluyen libremente son importantes tanto para los seres humanos como para el medio ambiente, pero el desarrollo económico en todo el mundo los está haciendo cada vez más raros», añade.

De los seis elementos que más dañan a los ríos, las presas y embalses son el principal agente de desconexión en dos tercios de ellos. Según la Comisión Internacional de Grandes Presas, hay unas 60.000. Pero si se incluyen todo tipo de presas, aunque sea para un pequeño embalse, la cifra salta hasta los 2,8 millones. Y aquí no entran diques, canales para riego y otro tipo de barreras. Otro 20% de la pérdida de conectividad se debe a la regulación del flujo del agua y un 5% a la retención de sedimentos. La extracción de agua, las carreteras, urbanizaciones y otras infraestructuras en las zonas ribereñas completan el cuadro de amenazas.

«Cuando construyes un embalse, puede almacenar una gran parte del flujo del río y liberarlo cuando lo requieras», explica en un correo el coautor del estudio, también de McGill, Bernard Lehner. «Pero tras la presa, el río podía tener una conducta estacional, con poco caudal en la estación seca e inundaciones en la húmeda. Ahora, el embalse puede retener el agua y soltarla de forma arbitraria (regulada) dependiendo de para qué se use. Por ejemplo, si se trata de una presa hidroeléctrica, probablemente el objetivo sea producir siempre la misma cantidad de energía así que los operadores liberarán siempre la misma cantidad de flujo del río. Así que ya no habrá estación seca y húmeda», concluye.

La ingeniera de la Fish Migration Foundation Pao Fernández, no relacionada con este estudio, resume porqué los ríos deben transcurrir libres: «Permiten el transporte de nutrientes y sedimentos río abajo y hasta el mar, enriquecen las riberas y las zonas que inundan. Sin esos sedimentos, el agua usa la energía que gastaba en transportarlos en erosionar el suelo. Con los embalses, cambias la temperatura del agua, más caliente en un caudal menor, y la circulación del oxígeno. Ni hablar de los peces migratorios. Los ríos son, literalmente, las venas de nuestros ecosistemas. La diferencia es que nuestro cuerpo reacciona enseguida ante un obstáculo, mientras que el ecosistema necesitará siglos».

En Europa hay una barrera por cada kilómetro de río y, al menos, 30.000 presas abandonadas

Fernández participa en el proyecto AMBER, una iniciativa impulsada por la Unión Europea para inventariar las barreras fluviales. Aunque el inventario aún no está acabado, las cifras arrojan un resultado provisional de un millón de barreras identificadas en los ríos europeos. «Hay una presa por cada kilómetro de río», asegura la ingeniera española. Y al menos 30.000 de las presas están abandonadas.

En ellas está poniendo el foco la iniciativa Dam Removal Europe, que pretende que los ríos recuperen su curso y conectividad empezando por la demolición de las presas en desuso. Según datos facilitados por Fernández, ya hay miles de proyectos de retirada del hormigón: 251 en España, 450 en Finlandia, 1.600 en Suecia, 2.300 en Francia… Pero no hay un plan general impulsado desde las administraciones, que actúan en su mayoría en situaciones de emergencia, como en el caso de la presa de Cenicientos o empujadas por iniciativas como la Dam Removal Europe.

«Necesitamos presas, pero en buenas condiciones», insiste Fernández. «Las necesitamos para obtener energía, para disponer de agua, pero que sean lo más eficientes posible, multiusos y con un impacto localizado y limitado», recuerda la ingeniera. Solo así los ríos podrían recuperar su sitio y su función.