Que suba la gasolina

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Sería terriblemente irresponsable escribir sobre cualquier tema que fuera distinto al que en el colectivo popular debería ser el más importante en estos días, el desmesurado incremento del precio de las gasolinas y la burda traición que el presidente de la república, Enrique Peña Nieto, ha cometido contra los mexicanos.

Sin embargo, mucho se habrá dicho para cuando esta colaboración es publicada en las páginas de El Heraldo de Chihuahua y por lo tanto es poca la información distinta que puedo aportar, excepto la suma de mi repudio al repudio general, por la distorsionada política recaudatoria del Gobierno federal, al que seguramente para estos momentos le habrán dicho ya de todo, de la forma más grosera posible.

Sin embargo persisto en hablar de un tema colateral y que nos lleva a reconocer que la culpa no la tiene el indio, sino quien lo hace compadre. La verdadera responsabilidad de que todo esto nos esté sucediendo a los mexicanos no es en primera instancia del Ejecutivo federal ni de su equipo de colaboradores, cómplices de su corrupción. La culpa es de la gran cantidad de mexicanos que todavía no pueden despertar del embrujo del PRI y que siguen pensando que es un orgullo pertenecer a una institución que está corroída por la corrupción hasta la médula de sus cimientos.

Es cierto que dentro del PRI hay gente honesta, capaz y verdaderamente preocupada por el destino de México. Pero de nada nos sirve su verticalidad si al interior de su partido no la ejercen con energía y terminan con avalar en silencio las corruptelas que han llevado al PRI a los peores sitios de aprobación entre la sociedad mexicana.

El problema es de todos porque mientras unos avalan a la cúpula partidista del PRI, su dirigencia, y su liderazgo, otros desde la oposición no hemos tenido la suficiente capacidad de transformar el conformismo político de los mexicanos en acción y todavía sigue la mayoría de la población ajena a la toma de decisiones políticas, lo que se refleja en los altos niveles de abstención electoral.

Nos hemos convertido en una sociedad que vive con la esperanza y fe de que muy pronto vendrán tiempos mejores para nuestro país. Y lo peor es que desde la oposición, seguimos empeñados en fortalecer los sentimientos de ilusión en los mexicanos, en lugar de entusiasmar y llamar a la fuerza social para que se mueva y rescate al país de las garras de los tradicionales políticos.

El mensaje del Gobierno federal nos habla insistentemente de la esperanza de un México mejor, pero no nos dice con precisión cuándo habrá de concretarse. Así sucede en nuestra entidad, cuando nos garantizan la llegada de un nuevo amanecer para todos sin decirnos con claridad qué tenemos que hacer para lograrlo, cómo y en qué momento debemos de intervenir para que este “nuevo amanecer” no nos llegue del cielo o del Palacio de Gobierno, sino que lo forjemos y lo construyamos nosotros mismos.

Creo que ha llegado el momento oportuno de empezar a mover a la organización social para que tome medidas drásticas contra la política de la ilusión, la política que busca hacernos creer que con sólo entregar el voto y esperar sentados, las cosas van a cambiar.

No se trata por supuesto de una convocatoria a una revolución en la que los ciudadanos tengamos que desconocer a nuestras instituciones y a nuestras autoridades, sino de comenzar a entender que mientras nos deslindemos de la realidad y nos mantengamos ajemos a la toma de decisiones, pocas cosas van a suceder para que nos amanezca a todos.

Se trata de encender el coraje ciudadano para decidirnos por fin a cambiar el modelo de hacer las cosas. Dejar de esperar que los cambios nos lleguen por arte y magia de sólo unos cuantos, quienes circunstancialmente se encuentren en el poder. De salir de nuestro conformismo social, de la crítica estéril en la redes sociales del Internet, para involucrarnos físicamente en las acciones y las decisiones que nos afectan a todos.

Y si el incremento desmesurado del costo de las gasolinas permite que la población despierte y se decida a participar; si el incremento acaba con la apatía y la negación de los ciudadanos a involucrarse en los asuntos políticos que nos incumben a todos, bienvenida la medida del Gobierno federal de Enrique Peña Nieto.

¡Feliz año nuevo para todos!

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