Ante la violencia el desdén

* El empoderamiento del crimen

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El crimen ha rebasado nuevamente al gobierno, por mucho. Cómo en los peores tiempos de la lucha de Calderón contra los carteles de la droga, cuando Chihuahua aportó la cuota más alta de sangre, hoy las calles de nuestras ciudad se tiñen otra vez de rojo, en una espiral incontenida a la que ni el presidente ni los gobernadores prestan atención suficiente.

El fin de semana pasado fue particularmente violento, con la muerte de la joven madre y su hija en colonia Minas, y el ajusticiamiento en un bar llamado “El Alegre”, en esta capital, donde por obra de Dios sólo quedó muerto un sujeto, pero siete resultaron heridos, por mencionar sólo dos ejemplos.

La lista es larga y tiende a incrementarse y aunque el gobernador Corral, el Fiscal Peniche y el jefe de Policía, Aparicio, expresen un falso consuelo diciendo que la violencia está generalizada en todo el país, donde sólo somos una estadística nacional más. Su justificación es inaceptable; la verdad es que en Chihuahua volvió el temor colectivo, esa especie de sicosis que nos paraliza sin darnos cuenta.

A la repartición de culpas entre niveles de gobierno llegará pronto el absurdo estribillo de “todos somos responsables, sociedad y gobierno”. Nada más falso, los únicos responsables en esta ola de sangre -84 homicidios, promedio, en el país durante el mes de junio- es la incompetencia del Ejecutivo Federal y de los gobiernos estatales. Tienen, por ley, el monopolio de la fuerza y no saben usarlo a favor de la sociedad.

No saben como lidiar con los grupos criminales y, peor, alientan la inseguridad generando crisis como la de los Policías Federales renuentes a incorporarse a la Guardia Nacional. Mientras la criminalidad se extiende en todo el país, Alfonso Durazo y el presidente López Obrador se ocupan en profundizar el desencuentro con los rebeldes de la Policía Federal.

Y en Chihuahua Javier Corral está distraído en asuntos de politiquería y los responsables directos de contener la violencia, Peniche y Aparicio, optan por la política del desdén; hacer que hacen o simular que no pasa nada, restando importancia a los crímenes cada vez más osados y violentos. No hay esperanza con estas autoridades, ya permitieron el empoderamiento de los criminales, ahora para que los apaciguen pasarán años, suponiendo que lo consigan.