Urzúa, primera llamada

* Dos rostros; una crisis

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A riesgo de pasar por patriotero y el ordinario que recurre a lugares comunes frente a la noticia más estridente en lo que va del nuevo régimen, confieso que no me gustó la renuncia de Carlos Urzúa. El golpe a la credibilidad de López Obrador es brutal y, desde mi punto de vista, representa una primera llamada para que revierta su ideologizado sentido de la política económica con el que pretende desarrollar el nuevo proyecto de país.

En sus dos párrafos más sustantivos, la carta de renuncia es devastadora: “Discrepancias en materia económica hubo muchas. Algunas de ellas por que en esta administración se han tomado decisiones de políticas públicas sin el suficiente sustento”. ¿Los proyectos megalómanos de Dos Bocas y Tren Maya?, obsesión del presidente.

“Estoy convencido de que toda la política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando los diversos efectos que esta pueda tener y libre de todo extremismo, sea éste de derecha o izquierda. Sin embargo, durante mi gestión las convicciones no encontraron eco”. ¿Se cansó de que el presidente tenga otros datos? Pareciese, puesto el reclamo en positivo Urzúa revela que las decisiones estaban influenciadas por extremismos, en éste caso obviamente de izquierda, sin que lo reconozca expresamente en el texto.

“Aunado a ello, me resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública. Esto fue motivado por personajes influyentes del actual gobierno con patente conflicto de intereses”. Golpe certero al cretino Jefe del gabinete, Alfonso Romo, que impuso en el SAT a Margarita Ríos y en Nafin a Eugenio Nájera.

También exhibió a Raquel Buenrostro, Oficial Mayor y conductora de la austeridad, obstinada hasta el punto de complicar el abasto de medicinas en todo el sistema de Salud. Ahora, lo de “patente conflicto de intereses” describe a Romo; llegó al gobierno para hacer negocios.

Leí la extensa carta, siete cuartillas, con la que Germán Martínez presentó su renuncia al IMSS. La encontré inteligente, valiente y provocadora, es la carta de un político. Urzúa, en cambio, en sólo dos párrafos destrozó la concepción de política económica del presidente y desacreditó al personaje más siniestro e influyente de su gobierno, Poncho Romo.

López Obrador se autodefine como un hombre terco, y lo postula como si fuese virtud ¿Tendrá la capacidad de tomar con la debida seriedad esta primera y escandalosa llamada que le hace nada menos que quien fuese su Secretario de Hacienda? Sospecho que no. Ayer, durante los seis minutos y 46 segundos que duró el video donde presentó al nuevo Titular de Hacienda, Arturo Herrera, reiteró su convencimiento en la estrategia económica que hizo reventar a Urzúa.

Volvió a los estribillos habituales de que su gobierno es el de una transformación que pretende acabar con la corrupción, la impunidad e instaurar la austeridad, como si para eso necesitase destruir la debilitada economía nacional; reiteró que la economía debe estar al servicio de la gente, pues no se trata de “crecer por crecer, sino que haya distribución de riqueza”, por que no puede haber “gobiernos ricos y pueblos pobres”. El blablablá que le conocemos. Aplicado y diligente, Herrera interpretó perfecta la instrucción presidencial: “Es justamente en el área de desigualdad donde tenemos que trabajar”, respondió.

En lugar de terco, yo más bien creo que López Obrador es contumaz, es decir “terco en el error”. Pierde a su secretario por que la política económica naufraga y las primeras instrucciones al relevo es que haga exactamente lo que su antecesor se negó a realizar.

¿Cuándo y de que manera llegará la segunda gran llamada? Por el bien de todos espero que suceda antes de que colapse su proyecto del país. En esa vamos todos.

Rompeolas

Vean el rostro de Arturo Herrera en el video donde lo presentaron como nuevo Secretario de Hacienda. Está a punto de infarto o teme ser víctima del “córrele que te alcanzo”, y contrástelo con la foto que subió a redes la hija de Urzúa. Abrazados y sonrientes, le dice estar “muy orgullosa de ti, de tu trabajo y de tu congruencia”. Más que la carta de renuncia, el contraste de ambos rostros definen la profunda crisis que vive el nuevo oficialismo, en sus primeros siete meses de gobierno.