*Ganaron y perdieron el poder… y el partido

* Ochenta años entre añoranzas al pasado y negación del presente

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A Doña Tina(+), fundadora del PAN en Jiménez

La frase es atribuida a Felipe Calderón, pero afirman que se trata más bien de una derivación a la reflexión premonitoria que Carlos Castillo Peraza hizo meses antes de morir. Cuando el frenesí panista por el triunfo de Fox, el brillante yucateco tuvo un momento de lucidez y, genio hasta el final, externó su preocupación en un “ojala”: “Ganamos la Presidencia, ojalá no perdamos el partido”. De ahí la habría tomado Calderón, acomodándola a la histórica advertencia para la posteridad: “Hay que ganar el gobierno, sin perder el Partido”.

En todo caso la autoría de la frase pierde relevancia, hay algunos que se la adjudica a Don Luis H. Álvarez. Lo que de ella deben recuperar los panistas es su asombrosa clarividencia, la capacidad intuitiva de quién la formuló mientras el panismo celebrara su gran victoria. En aquellos momentos de celebración alguien los previno sobre los peligros que venían con el poder. ¿Quién, entre todos los liderazgos del PAN, no ha mencionado al menos una vez esa frase máxima?. Pero ¿Cuantos de los que la incluyen en sus discursos de voz impostada y palabras resonantes tienen conciencia de sus implicaciones y alcances?.

También Don Luis dejó su reflexión para la historia, probablemente inspirado en Castillo Pereza pero más genuino que Calderón: “Al PAN nunca lo derrotó la derrota, lo que nos puede derrotar es la Victoria”. Eran advertencias de mentes brillantes que se hicieron escuchar en los umbrales del triunfo y durante su breve periodo de gobierno. Fox, el mismo Calderón que patentó, los gobernadores, legisladores y lideres del partido las desatendieron. Acurrucados en la comodidad de la presidencia y las gubernaturas, les sonaba tan lejana como aquella, también histórica y multicitada de Manuel Gómez Morín: “Las ideas y los valores del alma son nuestras únicas armas; no tenemos otras, pero tampoco las hay mejores”.

Sí, en septiembre de 1939 los héroes del PAN, a los que también mencionan con efusividad en sus discursos: Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Efraín González Morfín, Abel Vicencio Tovar y otros cuyos nombres llenarían las calles del país de haber ganado antes el gobierno, fundaron el partido con sentido humanista y compromiso ético de la política. Por ellos permanece vigente el rosario de frases que recuerdan su profunda convicción y amor por México.

Sin embargo a los primeros atisbos de poder flaqueó la convicción de quienes mantuvieron el estandarte en alto. Me pregunto que hubiese sido del PAN si rehúye y denuncia las indecorosas proposiciones de Carlos Salinas, para establecer los primeros acuerdos en el gobierno de Guanajuato, lo que pasaría a la historia como “las concertacesiones”.

En cuanto transigieron de manera deshonrosa con el enemigo eterno empezaron a perder el partido y la calidad moral. Ahora no se trataba de ganar el gobierno respetando los principios, lo importante era escalar en las posiciones de poder. Desde entonces el PAN jamás volvió a ser el mismo, en aquellos oscuros encuentros clandestinos con Salinas empezaron a perder el partido, es decir sus principios y valores. Traicionaron a sus fundadores.

No obstante, en la práctica política Don Luis H. Álvarez y Diego Fernández de Ceballos, contrapartes en las concertacesiones, tenían razón; arrancando girones de poder al PRI-Gobierno, gradualmente terminarían quedándose con la presidencia. Y lo hicieron, los acuerdos con Salinas empezaron a principios de los noventa y diez años después Fox “Sacaba al PRI de Los Pinos”. Con enorme esfuerzo y probablemente haciendo fraude a López Obrador, el PAN consiguió quedarse con la presidencia otros seis años.

Con Calderón nació otra historia de vergüenza que la oposición de izquierda, siempre oportunista e inescrupulosa, motejó “El PRIAN”. En la campaña del 2006 el PRI socavó su propia campaña a fin de favorecer a Calderón, seis años después Calderón regresó el favor “desmotivando” la campaña de Josefina Vázquez Mota, para que ganase Peña Nieto. Eran tan evidentes aquellos acuerdos tejidos en la más absoluta oscuridad que, por obvios, se proyectaban a toda la clase política.

Perdido todo sentido del humanismo y el compromiso ético con que sus fundadores dieron vida al partido, en la pasada elección presidencial los apetitos incontenidos de poder y la soberbia del engreído “que todo merece”, acabaron por sepultar a los dos partidos que simbolizaban “La mafia del PRIAN”. Del PRI he escrito mucho, hoy me ocupo del PAN por estar en su ochenta aniversario. Ricardo Anaya es sólo nefasta consecuencia de las concertacesiones que inauguraron la época del PAN ruin de los moches, el partido corrupto y antidemocrático en que se convirtió una vez que tuvo el poder o lo sintió de cerca.

En aquella era de promiscuidad política un brillante senador hizo criticas severas al Partido. Escribió para el aniversario 67: “Crece nuestra capacidad de acción en el ámbito del poder, aumenta la destreza para tejer y operar alianzas, pero perdemos fuerza moral, y nos debilitamos de lo que hemos sido siempre: referente de ética en la política. Se sucede un deterioro mayor conforme más espacios logramos.”

“Contrario a nuestra más pura esencia aparecen alianzas absolutamente cuestionables: la imagen de nuestro jefe nacional distribuyendo propaganda a favor del PRI en Chiapas, es una fotografía dolorosa que plantea el nivel del problema ¿Alguna vez alguien en el PAN se imaginó que recolectaríamos fondos para el PRI? La aceptación de la transversalidad partidaria de la profesora Elba Esther Gordillo, hoy con más influencia sobre el Presidente Electo que cualquier órgano estatutario del Partido.”

¿Quién era aquel senador de tan severas amonestaciones en público a su Partido? Javier Corral, el mismo que hoy nos gobierna, el mismo en quien Luz Estela Castro influye más que cualquier órgano estatutario del Partido; el mismo que promueve, o consiente, que Víctor Quintana se promocione como candidato al gobierno, insinuando alianzas con el nuevo enemigo común.

En estas contradicciones radica el colapso del PAN como opción socialmente creíble. Cuando son opositores encienden una narrativa de ética moral y compromiso con los valores y principios de sus fundadores; cuando son gobierno se olvidan de toda concepción ética, compromiso democrático y aquellas frases que los hacían lloran de niños y maldecir mil veces al odiado PRI, las reservan para recurso retórico en cada aniversario del Partido. En el 2000 Ganaron el poder y perdieron el partido, en 2012 perdieron el gobierno y, para conservar el partido, se aliaron con el PRI ¿Qué será del PAN en la feroz era del oficialismo de izquierda? En sus acciones, más que en sus palabras de frases hechas apelando al pasado de valores y principios, encuentran la respuesta.