*La risa de Mette Frederiksen

* Estamos llegando a Dinamarca

* Bonillazo en el Campestre

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Ayer me dieron ganas de ser danés, pertenecer a esa pequeña comunidad con apenas seis millones de habitantes concentrados en pequeñas islas que anuda el Mar del Norte, que bajo su dominio está Groenlandia, enorme pedazo de tierra cubierta de hielo que Trump no puede comprar. Acostumbrarse al riguroso clima polar sería fácil estando rodeado de güera ojo azul con más de 1.70 de estatura, de generosas formas moldeadas pacientemente durante milenios, por el severo clima.

Quise investigar un poco y encontré que son los ciudadanos más felices del mundo, hombres y mujeres libres que viven sin complejos compartiendo frontera con Alemania, la potencia europea y defienden, por derecho legal, “el sagrado derecho a vaguear”. Nadie les impide acampar donde se les antoje. ¿Qué los hace tan felices? Aparte de sus mujeres, Dinamarca es uno de los país más desarrollados del mundo, con sistema de bienestar que garantizan gratuitamente a sus ciudadanos la mejor educación disponible del mundo, servicios excelentes de salud, inigualable protección social para sus trabajadores. Pongamos que viven su versión más depurada de izquierda fifí, con la distribución universal de prestaciones, sin excepción.

Desde luego que dan ganas de ser danés, pero ayer en particular sentí un impulso de pedir la ciudadanía, al ver un video de su primera ministra en la tribuna de su parlamento. No hablo de Hellen Thorning ¿La recuerda? La mujer que hizo babear a Obama en las honras fúnebres de Nelson Mandela, mientras Michel se retorcía de coraje. Esas imágenes dieron la vuelta al mundo con una Michel de rostro descompuesto viendo como su marido coqueteaba con la desinhibida Hellen.

Aquel episodio que reventó la vesícula de Michel sucedió en diciembre del 2013, la primer ministra de ahora es Mette Frederiksen y francamente no le pide nada a Hellen. El tres de octubre pasado acudió al parlamento danés, donde presentaría un informe sobre las últimas medidas de protección a los animales de circo. Claramente no había leído el texto que sus asistentes redactaron para la ocasión, por que al momento de los detalles sufrió un súbito ataque de risa. Le hicieron gracia los detalles del informe, contenidos en el texto: proteger a los últimos cuatro elefantes y a su mejor amigo, un viejo camello artrítico.

Sin duda son los más felices del mundo. Busque el video, lo contagiará la espontanea y sincera risa incontenida de la primera ministra en la máxima tribuna de su país. ¿Cómo reaccionaron los parlamentarios? Exacto, carcajadas a coro hicieron su aportación a la pausa hilarante de su primera ministra, hasta que recuperó el control y continuó la lectura del informe.

Por un instante compartí su felicidad y me sentí danés, pero recordé una mañanera de López Obrador cuando prometiendo que durante su gobierno, los sistemas de salud alcanzarían nivel de los países nórdicos. Sentí un golpe en el bajo vientre y del sueño pasé a pesadilla. Sin embargo soy optimista, reconozco que avanzamos en ese rumbo. Hace sólo unas semanas el presidente autorizó a los funcionarios de salud usar aviones para traer las medicinas contra el cáncer desde Francia y, como todos sabemos, Francia es frontera con Alemania y Alemania con Dinamarca. Nos acercamos.

Estoy convencido, no obstante, que para dar el siguiente paso en el cumplimiento de la promesa presidencial de salud, necesitamos que nuestro “líder amadísimo” sufra esporádicos ataques de risa como Mette y, sin complejos, se suelte frente a la cámara de los diputados y le correspondan con el mismo gesto. Veo señales positivas, si aprendió a decir “guacala fuchi, los acusaré con su abuelita”, y los diputados ya tartamudean menos y algunos hasta leer de corridito, quizás mañana nos sorprendan y cambien insultos por sonrisas.

Rompeolas

Los malos ejemplos cunden y las ambiciones de poder suceden a todos los niveles. A Jorge Maceiras Campero, presidente del Campestre, se le hizo fácil promover un “bonillazo” e hizo una asamblea a modo para aumentar de dos a tres años su periodo en la presidencia. Así, como si nada, a mano alzada y con 90 cartas de poder bajo el sobaco preguntó a los socios presentes si estaban de acuerdo en que siguiera otro año en la presidencia. Absoluta unanimidad. Tuvo que intervenir el Consejo, pues ni a ellos consultó y lo hicieron recular. Dicen que la “Ley Bonilla” no sienta malos precedentes, en el Campestre de Chihuahua tenemos el primer ejemplo de que si.