Gilberto Aceves Navarro, inmortal como sus lienzos

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CIUDAD DE MÉXICO.

Doña Lucía Castillo llegó ayer al Palacio de Bellas Artes para despedir a Gilberto Aceves Navarro (1931-2019), fallecido el domingo pasado en su casa de Cuernavaca. Era poco más de mediodía y, a la distancia, miró el ataúd de roble que contenía los restos de su maestro. Entonces soltó una lágrima fugaz, mientras uno de sus amigos le decía: “Llora, es parte del proceso”.

Luego se detuvo en las esculturas de la serie Gendarmes y Los árboles de la noche triste, creadas por Aceves Navarro hace unas semanas, dispuestas a la entrada del Palacio, en donde se reunieron cerca de 250 admiradores, alumnos, amigos, familiares y funcionarios.

La recepción no fue multitudinaria, pero ese vacío que no llenaron los aplausos ni los vivas, fue cubierto por el terciopelo de la música que interpretó el Coro de Madrigalistas del Bellas Artes, dirigido por Carlos Aransay, con fragmentos del Oficio de difuntos, de Tomás Luis de Victoria, y del Cuarteto Loyola, que ejecutó fragmentos de Bach, Schubert y Haendel.

Luego vinieron los discursos oficiales. Y en ese lapso, Lucy Castillo —como la llamaba Aceves Navarro— recordó los días en que posó desnuda para el maestro, aquellos instantes en que su cuerpo fue inmortalizado bajo la sombra del grafito o la luz del óleo:

“El maestro siempre tuvo un sentido del humor muy particular. A veces incisivo, pero oportuno y mucho ingenio”, dijo la otrora modelo.

“La primera vez que llegué a posar en su taller sólo estaban sus alumnos. Así que cuando toqué la puerta abrió Tomás Gómez Robledo (también pintor) y le dije que iba de parte de María Luisa, la otra modelo del maestro, y que iba a posar”, explicó.

Los modelos, recordó, “trabajamos desnudos. Así que me metí, vi una colchoneta en el suelo y me acomodé para empezar a trabajar. Más tarde llegó él, empapado por la lluvia, y con la voz recia, dijo: “¡¿Y qué hace una mujer desnuda en mi casa?!”, con ese tono a medio camino entre la seriedad y la broma.

Meses después, Aceves Navarro creó su escuela de dibujo en la colonia Roma y entonces María Luisa y Lucy pasaron mucho tiempo con él, “aunque luego ella se retiró y yo seguí 17 años más”.

De forma inesperada, Lucy sacó una serie de fotografías que llevaba en la bolsa. La más significativa era una donde posó desnuda en El Chopo, ante la mirada de 300 alumnos y el rostro concentrado de Aceves Navarro.

“Trabajar con él era como estar en la escuela o con los amigos. Yo no soy pintora, pero sí aprendí muchas cosas, como la relación entre fondo y forma, los contrastes y los volúmenes”, recordó con los ojos inundados.


Mientras tanto los discursos continuaban. Primero fue la directora general del Museo de Arte Moderno (MAM), Natalia Pollak; Luis Rius Caso, Luis Ignacio Sainz Chávez, Gabriel Macotela y el hijo del pintor fallecido, Juan Aceves, quien afirmó que los restos de su padre serán cremados hoy, aunque no ha decidido el destino de las cenizas. “Deberíamos mezclarlas con pintura y ponerlas sobre un lienzo”, aventuró a manera de broma.


Poco después de las 15:00 horas, el féretro fue llevado a la puerta de Bellas Artes, donde se escucharon aplausos y gritos. Ahí estaba Lucy Castillo y una veintena de amigos y alumnos que gritaron “¡Adiós, maestro!”.