Libertad de expresión; Hipocresía ensanchada

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La libertad de expresión es, de muchos modos, como la democracia: no se pregona, se practica; no se mendiga, se conquista; no se concede, se respeta. Regularla es someterla y arrogarse facultades de garantizarla conlleva pretensión de controlarla, conducirla hacia intereses usualmente aviesos.

Cuántas veces habré escuchado al presidente López Obrador decir que en su gobierno “hasta los conservadores y neoliberales”, sus enemigos, tienen derecho a la Libertad de Expresión, que la “garantiza” por igual. De buscar en las estadísticas encontraríamos que son cientos las apelaciones públicas en las que patentiza su compromiso con ese derecho sagrado de toda sociedad democrática.

En consecuencia, encuentro innecesario retomar la cantaleta que invoca como repetición de monje tibetano con su mantra favorita. Sin embargo, en sus reiteraciones matutinas asoma una ensanchada hipocresía y de vez en vez deja salir, amenazante, su intolerancia a la crítica con la perversidad de usar al pueblo como instrumento de castigo y censura.

Recupero una del dieciséis de abril, tras el conocido episodio de Jorge Ramos, donde insinuó la idea prevaleciente tras su concepción de “garantizar” la Libertad de Expresión. “Vi a un columnista diciendo que los que están aquí no eran buenos periodistas, que Jorge Ramos si era muy buen periodista. No, yo pienso, con todo respeto discrepo, creo que ustedes no solo son buenos periodistas, son prudentes, porque aquí les están viendo y si ustedes se pasan pues ya saben ¿No? Lo que sucede, pero no soy yo, es la gente”.

Ahí está la convicción de López Obrador sobre la Libertad de Expresión, quiere periodistas “prudentes”, entendiendo por “prudencia”, como aquellos que comparten su visión de gobierno y asumen el compromiso de informar sin hacer preguntas que consideren desagradables al régimen despótico que preside, simulando que la gente actúa contra los que se “pasan”, dejándolos además advertidos pues “ya saben lo que sucede” si pierden la prudencia formulando preguntas incómodas. Pero, aclarado está, es la gente no él ni su aparato represor quien se hace cargo de ponerlos en su lugar, administrándoles su dosis de prudencia.

¿Qué ha hecho “la gente” contra esos periodistas imprudentes? Algunos de los más críticos han perdido sus espacios. La respuesta empezó con Ricardo Alemán, al que cerraron cualquier espacio en cuanto AMLO fue declarado presidente electo, despidos que ha seguido con Carlos Marín, cesado de la dirección de Milenio, Carlos Loret de Mola entregó sus noticieros en Televisa y radio, Carlos Ramos Padilla dejó sus noticieros en ABC Radio, Rubén Cortes perdió la dirección de la Razón, Sergio Sarmiento salió del Grupo Radio Centro. Jorge Ramos y Ricardo Gómez despedidos de El Universal y a Víctor Trujillo, Brozo, acaban de cancelarle su programa de radio.

Estamos frente a una brutal ofensiva contra la Libertad de Expresión enderezada desde un régimen intolerante de dictador populista que pretende pasar por demócrata y respetuoso de los medios, con el cinismo de anteponer a la gente para justificar sus atropellos; “ya saben lo que sucede, pero no soy yo, es la gente”, amenaza limpio de conciencia mientras construye una dictadura donde no hay espacio al disenso.

Hoy más que nunca los comunicadores comprometidos con la Libertad de Expresión tenemos obligación de condenar y denunciar, sin temor a las consecuencias, la censura de un líder engreído y soberbio que se toma el derecho a decidir cómo debe ser el buen periodismo y tiene la desfachatez de responsabilizar al pueblo de sus acciones censuristas, siendo que –obviamente-  mueve los vastos mecanismos del poder a su alcance contra el periodismo que osa disentir y hacer uso del oficio para denunciar incongruencias y desatinos de su política gubernamental.

Nunca me ha gustado el estilo de Brozo, me parece estridente y de ocurrencias, más que de ideas, pero reconozco el ingenio que tuvo al despedirse de la radio y la valentía de responsabilizar al presidente López Obrador de su salida: “Señor presidente, se queda usted en su casa. Por el momento usted tiene el poder, además dos payasos no caben en la fiesta”.

El problema es que estamos frente a un payaso con poderes de dictador y la fiesta de la que Brozo habla tarda todavía cinco años más. Frente a esta realidad y viendo el peligro de terminar todos alienados, no son tiempos para transitarlos en la comodidad de la indefinición, así que he decidido dar un paso al frente y pasar lista de presentes entre los mexicanos dispuestos a quebrar la censura de un líder mentecato que no admite más razón que la suya y que, cierto, usualmente oficia disfrazado de payaso.

Por motivos técnicos, se tardó mucho más del tiempo previsto el cambio de servidor, dejé de escribir casi toda la semana pasada. Con esta columna estoy de vuelta, por lo menos hasta las vacaciones de Navidad.

Rompeolas

Condeno el atropello de los escoltas del gobernador Javier Corral, contra un colega de los medios locales, acciones así denigran al gobernante y ponen en riesgo a quienes ejercen el oficio de periodismo.

Después desarrollaré este tema.