2019: año de habas y carbón

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Nunca había tenido dificultades para escribir la última entrega del año, como en éste 2019 que no acaba de salir. Intento, en diversas formas, ser positivo y presentar un resumen esperanzador, una columna de buenos deseos y mejores propósitos, estamos en Navidad, y sólo consigo frustrarme. ¿Me atrapó el desánimo común a las sociedades contemporáneas? Quizás, es tan sencillo rendirnos en ésta era del hartazgo social, del enfado contra un Sistema caduco y frívolo que resiste todo empuje ciudadano.

Hay que joderse, miro hacia el gobierno de López Obrador y no encuentro al liberal de compromiso social ni al líder político con el que soñaron 30 millones de mexicanos. En su lugar veo a un dictador cuya narrativa democrática no sustentan los hechos; al populista dispendioso que concentra poder y, personalmente, administra la dádiva con aviesos fines de trascender la historia; al Ejecutivo que actúa por impulsos o caprichos inspirados en añoranzas del pasado; al contumaz  que no repara en destruir proyectos multimillonarios o construir otros de dudosa viabilidad; al pastor que distribuye, apoyado en ministros de culto, su cartilla moral y pondera las buenas costumbres de sus gobernados al tiempo que rehúye aplicar la fuerza del estado contra delincuentes; al moderno Juárez que predica austeridad mientras sirve de tapadera a corruptos del pasado y del presente; al socialista que presume un tratado de libre comercio negociado por su antecesor y vigila con lupa los indicadores macroeconómicos impuestos por el “régimen neoliberal”.

Volteo hacia Chihuahua y topo con un Javier Corral distraído en la Reforma del Estado y sabe Dios que otras teorías reformistas, a un gobernador comprometido con las grandes causas contemporáneas y los ajustes en la relación Federación-estados; promotor incansable de la justicia cuando se trata de los bueyes del compadre y obsesionado con detener al “vulgar ladrón”, así retuerza las leyes para mantener en prisión a los compinches que acompañaron a Duarte en el saqueo; madrugador cuando se trata del tenis y reniega los domingos en la noche por que al otro día será lunes; al funcionario remiso en asuntos de gobernanza y al político concentrado en construir una plataforma electoral a modo del más impresentable de los panistas, creyendo que puede ser el nuevo gran Tlatoani nacional si consigue heredar el cargo.

¿Cómo puede uno estar satisfecho con tales gobernantes, si además los elegimos en respuesta al hartazgo de la corrupción acentuada durante la perversa mancuerna del PRIAN? Estamos doblemente jodidos, ejercimos el voto buscando un cambio y retrocedemos en lugar de avanzar en la dirección correcta. Son nuestras cartas antisistémicas y salen sello.

A fuerza de pensar en positivo y haciendo gran esfuerzo, justo en esa parte encuentro las buenas noticias. Brindo porque tengamos presente la experiencia electoral que nos llevó hacia una falsa izquierda y en la vida doméstica al remedo de gobernador renuente a cumplir con sus deberes. Espero que no volvamos a caer en la trampa de las urnas con la misma ingenuidad, escuchando iluminadas promesas de campaña.

Combato el desánimo y en mi carta a Santa Claus pido que haga caer un rayo sobre López Obrador y otro sobre Javier Corral, de modo que desajuste su sistema nervioso a ver si el reacomodo les permite pensar con claridad y ver el rostro angustiado de sus gobernados. Si Bartlett ya es bueno, por que mañana López Obrador o Corral no podrían despertar. Nunca se sabe.

Otra vez me pierde la apatía, del “Líder Amadísimo” nada espero, su obstinación del pasado es sólo comparable al rencor contra “la mafia del poder”, de la que por cierto ya no habla, ahora sus enemigos son conservadores, neoliberales y fifís; de Javier tampoco, su tiempo más valioso está consumido, poco queda por hacer. El próximo año será el último que gobierna sin distracciones mayores, después cada decisión estará influenciada por la campaña electoral. Doce meses son muy pocos para reencausar tres años desventurados.

Aparte del rayo certero, en mi carta a Santa no pido más, así evitó la pena de ver que me traiga puras habas y los Reyes Magos carbón. En la desilusión total tampoco les confiaré lo que Santa me dijo sobre las cartas de López Obrador y Corral, aunque acá entre nosotros les digo que pidieron un mundo más grande, el de hoy les parece chico para hacer un buche de agua y gobernados alegremente aplaudidores, nosotros no los merecemos.

¿Ha observado? Intento ser positivo y el pesimismo regresa una y otra vez. No puedo evitar el enfado personal, me atormenta verlos a sus anchas pensando que hacen historia, ajenos a que protagonizan la versión moderna del “Rey Desnudo”. Caminan sin ropa aunque sobran niños que les hagan bulla por su desnudez. La soberbia que los impulsa está inflamada a tal grado que también a los pequeños toman por ingratos, locos, complotistas, conservadores o fifís.

Nada importa, mientras haya vida hay esperanza. Olvide los tlatoanis y disfrute sus fiestas, en exceso y desenfrenos, tiene una semana para reventarse a placer y 360 días para expiar los pecados de la gula. Es la ventaja del ciclo perpetuo en que vivimos. Paz y armonía familiar en esta Navidad y salud el año que viene. Nos vemos entonces, si Dios lo permite.