*La extorsión “voluntariamente” aceptada

*Consecuencias de la ignominiosa tamaliza

*Impresionante manifestación de poder

Impresionante la expresión de poder. Es difícil, desde la periferia, dimensionar la fuerza de un Presidente de la República ejerciendo sin contrapesos. Ahí estaban los dueños del país, en el Salón de la Tesorería, convocados por López Obrador a cenar tamales al chipilín, prevenidos de que su platillo costaría entre 20 y 200 millones de pesos por persona. Provecho gentiles hombres, disfruten la dicha de saborear los tamales más caros de la historia.

Hablamos de los hombres más acaudalados del país, para referencia exacta de los miembros de la “Mafia del Poder”,  de la “pequeña minoría rapaz”, los “arrogantes, mañosos, hambreadores y deshonestos”, los promotores del “peligro para México”. 

Todos rendidos ante el poder del gran Tlatoani, reverenciando al “Líder Amadísimo” que no tuvo –según se ha dicho- ni que molestarse en invitarlos personalmente, para eso usó de propio a Poncho Romo, jefe del gabinete.

Es que tiene uno dificultades para dar crédito, en cada lugar reservado colocaron un formato simple con la siguiente leyenda: “Carta Compromiso. Por medio de la presente manifiesto mi compromiso para participar de manera voluntaria en la compra de billetes de la lotería nacional, con motivo del sorteo conmemorativo que la misma llevará a cabo en relación con el avión presidencial en beneficio de la asistencia pública, hospitales y adquisición de equipo médico por un monto de” y luego las cifras “voluntarias”: 20, 50, 100 o 200 millones. En oferta los cachitos.

No hay constancia de que algún empresario se atreviese a rechazar la extorsión, emitir una declaración cuestionando la rifa del avión sin avión, o al menos insinuar que la pensarían antes de firmar el documento por que deben consultar al Consejo de Administración. Del tamaño de su chequera es el temor al SAT y a la Unidad de Inteligencia Financiera, los sicarios del nuevo régimen.

Que medidos tiene López Obrador a los empresarios mexicanos, los conoce como a las veredas de su amado Tabasco. Los insulta obligándolos a comer tamales, el platillo del pueblo bueno, mientras asalta sus bolsillos seguro de recibir por respuesta un “si señor, estamos para servirlo”. No lo defraudaron, quedó comprometido un monto de 1,500 millones de pesos.

Eso de los tamales no es obra de la casualidad, López Obrador es un hombre de simbolismos, eligió cuidadosamente el platillo de “los pobres”. Y son nuestros grandes empresarios: Carlos Slim que vale más de 64 mil millones de dólares, Emilio Azcárraga, dueño de la poderosa Televisa, María Asunción Aramburuzabala, la mujer más rica del país, y setenta más decidieron pagarlos como si hubiesen enviado a su chofer a comprarlos en la esquina.

Hemos vuelto a los viejos tiempos del presidente omnímodo, aquellos en los que el residente de Los Pinos, hoy Palacio Nacional, detentaba “Todo el poder, en todo el territorio nacional, durante todo el sexenio”. Si a los millonarios rinde así ¿Qué puede esperar el resto de la población? Nada sino rogar por que los cinco años que faltan pasen pronto y pedir a la Virgen de Guadalupe para que no le de por reelegirse.

Esa cena ignominiosa puede tener funestas repercusiones para el rumbo de la política mexicana. Al ver de rodillas a sus oponentes por definición, es decir los acaudalados conservadores de la derecha, López Obrador bien puede concluir que no hay resistencias para la reelección. Doblado el gran capital nadie podría detenerlo.

Visto el éxito en la cena del miércoles, propongo que convoque a los tiburones de los medios de comunicación, impresos y electrónicos, los invite una sopa de chayote y los haga firmar la carta compromiso “voluntaria” para que reserven con tiempo su cachito y, de pasada, uno a uno de los engreídos dueños pasen a rendirle la debida pleitesía.Es el otro gremio capaz de contener sus ínfulas de dictador. Asentarlo al inicio del segundo año despejaría todo obstáculo hacia la consolidación de la Cuarta Transformación, su sueño de pasar a la historia junto a Hidalgo, Juárez y Cárdenas. 


Que satisfecho debe dormir en éstos días y encima recibe de regalo la cabeza de Emilio Lozoya, ícono de la corrupción en el viejo régimen. Su popularidad venía en picada y la recobró en un suspiro. Como político, respeto; como gobernante, horror. 

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