Una iniciativa vergonzosa de Omar Bazán

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Pudo presentar su iniciativa desde la tribuna ante el pleno del Congreso local y de manera abierta y fluida hacia la sociedad. Pero no fue así, Omar Bazán prefirió el ocultamiento que prodiga la Oficialía de Partes, el sordo ruido del matasellos y el silenciamiento que acompaña a las cosas que están mal hechas. 

Va de historia: el diputado y síndico de la quiebra del PRI en el estado, coordinador además de la más pequeña fracción parlamentaria que su partido haya tenido en ochenta años, presentó una iniciativa con carácter de decreto para reformar el artículo 43 de la Ley Electoral del Estado de Chihuahua y, obviamente, pensando en un escenario para 2021, año en el que se renovarán los poderes locales. 

Se trata en realidad de una miseria de iniciativa, contenida en poco menos de cinco hojas y con una exposición de motivos que no es tal porque no alcanza a justificar la monstruosidad que propone. Entre digresiones sobre lo que son las alianzas y coaliciones electorales para fortalecer la vida democrática de la que está muy lejos el PRI, porque ha sido el obstáculo mayor para la participación legítima del pueblo en los procesos comiciales, quién no sabe que su historia ha sido de imposición y de arrebatar cuando perdía, seguro de que el poder hegemónico, instrumentalizado en un partido de Estado, no tenia barreras. 

En esa historia gran parte de las reformas electorales se realizaron a modo de que el PRI jamás perdiera. La legislación electoral era como una carta de garantía de sus triunfos, a grado tal de que durante mucho tiempo las elecciones concluían precisamente cuando el PRI daba a conocer a sus candidatos. Lo que restaba era administrar la elección –“vestirla”, acostumbraban decir–, como en el municipio de Chihuahua que, hasta antes de 1983, contaba con no más de 5 mil ciudadanos en las urnas y se elevaba en actas a un poco más de 40 mil, para simular una participación legitimadora. 

En esa exposición también se habla de la candidatura común, que figuró en la ley como letra muerta o útil, según las conveniencias del momento, hasta 1988, que demostró su filo en la elección de presidente de la república y del Congreso de la Unión. Por refrescar la memoria, diré la elección de Cuauhtémoc Cárdenas que se birlaron. Tan pronto se dieron cuenta de esa herramienta, las candidaturas comunes fueron retiradas de la legislación como un veneno mortífero, y ahora Bazán las quiere reeditar con una característica especial, y he aquí la desmesura de este “demócrata” de última hora que sueña con la gubernatura del estado, en primer lugar, y en segundo a convertirse en un hombre fuerte para el futuro en las relaciones políticas de la entidad. 

No se da cuenta de la recomendación que un pensamiento despeinado de Lec tiene para él: el que tenga sueños de grandeza, que no ronque. Y digo esto porque nos viene con una propuesta que no tiene sostén ni agarradera en ninguna parte, ni en la legislación, ni en la lógica histórica, ni en el sentido común. Me explico. En pocas y llanas palabras lo que postula es que un candidato independiente puede ser a la vez propuesto por un partido político, de donde nos brincan de inmediato dos interrogantes: el independiente, ¿de quién lo es?, y el partido, ¿para qué demonios sirve?

Las candidaturas independientes, desprestigiadas hasta la médula por Armando Cabada, se abrieron paso en el país por una razón jurídica y política que atañe directamente a las libertades y prerrogativas de los ciudadanos: no se puede dar el monopolio de la propuesta de candidatos a los partidos (lo contrario sería excluyente); las alternativas ciudadanas verían minados y destruidos sus derechos si únicamente tuvieran los canales partidarios para participar en los procesos electorales. 

En otras palabras, teóricamente la candidatura independiente es el andamiaje para romper ese monopolio, más allá de que obtengan el éxito mayoritario el día de la votación. Sin embargo, para Omar Bazán no existen las formas de pensar a las que me he referido y quiere que los chihuahuenses comulguen con ruedas de molino y que los partidos, en especial el suyo, que están en decadencia, puedan, por la vía de la candidatura común, postular a un ciudadano o ciudadana que tenga un pie en la independencia y otro en alguno de los partidos del stablishment. Como caricatura es posible, como tantas cosas lo han sido en el país, como adefesio también. 

Lo que estamos viendo con esta iniciativa es esa especie de detestable realismo político que va permeando en Chihuahua y que pretende hacer posible, al margen de toda ética, lo que ya no puede ser, por no tener sustento ni en las malas costumbres.

Pongámoslo en blanco y negro: el que inicia una reforma electoral es porque quiere beneficiarse de la misma; no podemos pensar que el PRI quiera mayor democracia, y como tiene una profunda crisis de liderazgo, sobre todo después de la era duartista, entonces quiere tener un candidato a gobernador –independiente– para presumirlo ante la ciudadanía, mostrando una apertura de la que carece. ¿Acaso no fue el PRI el enemigo acérrimo del establecimiento de las candidaturas independientes en el pasado? Claro, pero ahora necesita de una piel de oveja para decirnos “ya me reformé, crean en mí”. 

Además, hay algo evidente: no necesitan un pretendido independiente, les bastaría con nombrar un externo que fuera diciendo por todos lados que el PRI se convirtió en una franquicia aprovechable y, a la vez tan detestable que ya ni para candidatos le alcanza. En fin, la propuesta de Omar Bazán no tiene pies ni cabeza, por eso la ingresó a través de la Oficialía de Partes, porque es seguro que le habría dado vergüenza hacerlo desde la tribuna y de cara a la sociedad. 

Como posibilidad, esa ambicionada reforma es probable que lo que quiera es recibir a Armando Cabada como el hijo pródigo que regresa, andrajoso, a los brazos del padre que lo nutrió. Así, esta mamarrachada.