Ahora es cuando, chile verde

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Manuel del Castillo es el tercer director de Comunicación Social del quinquenio corralista. Por tanto, se trata de un funcionario público, con todo lo que eso significa. Un día llegó a mi cuenta de Facebook, con nulo tráfico de ida y vuelta. Las cosas cambiaron cuando él obtuvo el nombramiento del cargo mencionado y con ese motivo me ocupé de él como un político en activo en la sociedad. Sucede que mis comentarios no le agradaron y decidió “bloquearme” adosando una fotografía mía donde me llama a “llorar con Cabada” y tildándome de “inútil y amargoso”, palabras envueltas en el celofán de los insultos.

Un día escribí en mi columna diaria, sin saber que me había bloqueado:

“Manuel del Castillo: publicista con cargo al erario

Algo debe seguir sin corregirse en la vocería gubernamental de Javier Corral porque su imagen sigue por los suelos. Y ni modo que ahora digan que la encuestadora no es reconocida, pues fue Mitofsky la que volvió a poner hace un mes al panista en el lugar 26 de entre los mandatarios peor calificados por los chihuahuenses. Ya en noviembre del año pasado lo ubicó en un casillero similar. 

Fue el mismo mes en que Manuel del Castillo fue llamado a reparar el desastre que dejaron Antonio Pinedo y su sucesora, María José Valles. Al menos a esta última se le reconoce haber dado la cara (para eso la pusieron) en la cancelación de la ominosa existencia de Cambio 16, el periódico del régimen que nadie leía y mucho costaba. 

Pero Manuel del Castillo es un hombre sin fronteras. No confundir: una cosa es la humana condición de pretender derribar muros en tiempos de globalidad y otra la deliberada, ilegal y mezquina afición de mezclar intereses públicos con intereses privados.

Pero antes, un breve recuento que muchos ya conocen: cuando Corral presentó a Castillo como un hombre de 61 años y 40 de experiencia profesional, soslayó lo mercenario de su perfil: trabajó en los gobiernos priístas de Héctor Murguía y Reyes Baeza, y estuvo ligado a la familia del alcalde “independiente” de Ciudad Juárez, Armando Cabada, a través de la dirección de los noticieros de Canal 44. Su última chamba antes de llegar a Palacio fue como asesor de Carlos Loera en la Secretaría del Bienestar (si en este momento está usted pensando en quién recomendó a Castillo a Corral, puede que le atine).

Manuel del Castillo vive en El Paso, Texas; pero lo que no dijo Corral cuando lo llamó a reparar el barco del naufragio comunicacional es que ese vocero estaba ligado a intereses económicos bien conocidos. Castillo es, pues, inmanente a esos intereses económicos.

Como un juarense radicado en El Paso y empleado público en Chihuahua (¡vaya exquisitez de la diversidad burocrática!), del Castillo debe haberse aprendido en algún momento de su vida aquella canción del también juarense pero nacido en Parácuaro y residente californiano, Juan Gabriel, titulada “Te pareces tanto a mí”, porque sólo así –y por la buena paga, claro– se explicaría tanta afinidad (léase fanatismo). Cosas de publicistas.

Quién sabe qué ha hecho el vocero del gobierno del estado en esos cuarenta años de experiencia en la comunicación social al mejor postor, pero desde noviembre a la fecha ni le endereza la imagen a Corral ni cumple ordinariamente con el deber que le impone un cargo público de esa naturaleza. Del Castillo no muestra el más mínimo pudor –ni rigor– para considerar que su cuenta de Facebook “es personal” y dejar de lado su encargo en el gobierno. Lo mismo encomienda a Dios el coronavirus que le echa porras al equipo Bravos de futbol de Ciudad Juárez, como el más ferviente publicista, con algunos tipos de indumentarias.

La imagen de Corral ya no tiene remedio y la presencia de un vocero que pueda alivianarlo es tiempo perdido. Sin embargo, para algo ha de servir un vocero. El problema es que este sucesor de Pinedo y de Valles tampoco sirve para nada, más que para llegar tarde, trastabillar en las ruedas de prensa y “postear” opiniones “personales” en la vitrina más pública del mundo con cargo a la deteriorada imagen de un gobierno fallido. 

Si Antonio Pinedo se vio obligado a renunciar por acusaciones de corrupción y María José Valles por embarazo, a Manuel Del Castillo hay que exigirle que se vaya por embarazoso. Mínimo”.

Cuando me enteré del bloqueo, comenté esto otro: 

“Manuel del Castillo: ‘las pendejadas que publico’

No es precisamente uno de mis personajes favoritos, pero la siguiente frase que la historia le atribuye a Napoleón Bonaparte describe al obcecado hombre detrás de las máscaras que hoy ocupa, quién sabe porqué razón, la oficina de Comunicación Social del gobierno de Javier Corral, el cándido Manuel del Castillo:

‘El tonto tiene una gran ventaja sobre el hombre de espíritu: está siempre contento de sí mismo’. 

Basta ver su muro en Facebook para advertir su falta de probidad como funcionario público, pero sobre todo su arrogancia que, precisamente por el cargo que desempeña, se convierte en prepotencia disfrazada de buena onda. Utiliza esa red social para escupir eso que él mismo llama ‘pendejadas’ (o las que recicla de alguien más pero con las que está de acuerdo).

Con ello pretende emular una fingida humildad, cristiana por lo visto, pero algo debiera aprenderle a Sócrates, quien sabía que para obtener sabiduría el primer paso es el reconocimiento de la propia ignorancia, con honestidad, virtud que, por lo que exhibe del Castillo, no está de su lado. 

Es deshonesto asumir que el puesto público es un espacio para moverse a su antojo y que sólo se es responsable del mismo de 9 a 3 de la tarde; que de ello se descansa los fines de semana, que al teclear una computadora personal todo lo que salga de ahí es ‘personal’. 

Quisiera saber si Javier Corral asumiría la misma actitud de Castillo en sus redes sociales para ver cómo su popularidad termina de hundirse en el fango del desprecio ciudadano. Sólo en algo se parecen: ambos son publicistas de esos intereses económicos, o mejor dicho, patrocinadores de sus empresas, defensores de sus causas privadas con recursos públicos.

Del Castillo proviene de una tradición que pensábamos ya erradicada en la política chihuahuense pero que Javier Corral ha mantenido vigente por sus pistolas: es corrupción mezclar intereses privados con públicos. Ni más, ni menos”.

Una pregunta tiene pertinencia: ¿Tiene un funcionario público legítimo derecho a bloquear en sus redes sociales a un ciudadano, a pretender desdoblarse o desdoblar lo público de lo privado cuando están íntimamente relacionados estos ámbitos? No se trata de una pregunta menor. Ya hay pronunciamientos del Poder Judicial de la Federación al respecto en los que prevalece el interés del ciudadano por encima de la arrogancia del funcionario. 

En mérito a esto y cuando se habiliten de nuevo los días hábiles por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tramitaré el juicio de amparo correspondiente para dilucidar esta controversia. Que no sea ni del Castillo ni yo quienes digamos la última palabra. Que haya una verdad legal en un tema que entraña derechos y libertades públicas. Será esencial ese pronunciamiento. Por mi parte no discutiré con él ni mi utilidad ni mi sabor. Ahora es cuando, chile verde, les has de dar sabor al caldo.