*El gran solitario de Chihuahua

*Siguiendo a Duarte olvidó gobernar

*Dejó de ser factor preponderante

*El ridículo de Ricardo Anaya

Tengo muy presente el momento en que una clase política harta de la corrupción y los excesos de César Duarte, aplaudió de pie a Javier Corral cuando prometió meterlo a prisión, durante su toma de protesta en el Centro de Convenciones. Era el nuevo hombre fuerte de Chihuahua y así se mostró aquella mañana; pleno, seguro, irradiando confianza mientras impostaba la voz para pontificar sobre el deber ser de los buenos gobernantes.

Chihuahua lo recibió con optimista expectación, seis años de saqueos y arrogancia duartista era muchos hasta para una sociedad acostumbrada a los gobiernos priistas usualmente deshonestos. Ahora que roben otros, escuché decir, de salida, a un empresario de medio pelo que se coló a las primeras filas, pero en el fondo prevalecía un ambiente de esperanza y el morbo muy humano de ver detenido al poderoso en desgracia.

Estoy convencido y cada día me convenzo más de que los destinos de Duarte y Corral estaban entrelazados desde antes de que se confrontaran en el senado; Corral fue la perdición de Duarte, Duarte la de Corral. La obstinación por la foto tras las rejas lo alejó de sus deberes como gobernante y hartó a los chihuahuenses hasta hacerse tan odioso como el “vulgar ladrón”. Y cuando al fin consiguió el objetivo de la detención, en lugar de celebrar y decirse ganador, mostró insatisfacción por que no lo trajeron a Chihuahua.

Esa obstinación hizo monotemático su gobierno; los primeros cuatro años Duarte, Duarte, Duarte y más Duarte, los últimos meses Maru, Maru, Maru y más Maru ¿Cómo podía gobernar sin poder quitárselos de la mente? Imposible, pero lo más increíble en un político de sus alcances es que hasta la fecha siga reseteando los mismos rencores; sueña con la extradición de Duarte y mantiene activa la persecución contra Maru.

A cinco meses de que entregue el cargo su futuro es desalentador, camina sin esperanza ni rumbo, ha perdido a sus aliados dentro y fuera del PAN. La soledad y pérdida de poder es el destino de todo gobernante, en su caso acelerado por las derrotas políticas tan escandalosas y contundentes que redujeron su administración de cinco a cuatro años. Hace meses que no es el mismo Javier, la sugerencias y recomendaciones dejaron de atenderse.

Semanas atrás hubo una reunión de importantes empresarios en la que acordaron guardar distancia de Javier, enfadados por su obstinación contra Maru, pues saben que indirectamente favorece a Loera; los santones del PAN recriminan su actuar en público y privado, especialmente Memo Luján, uno de sus aliados históricos; los antiguos socios de la izquierda –Lucha, Víctor, Alma, Gabino, Solís- utilizan su rencor contra Maru para fortalecer las campañas de Morena, trabajan con agenda propia; los intelectuales orgánicos que lo adularon durante el gobierno, guardan silencio; las figuras nacionales del PAN reniegan al escuchar su nombre y no se cansan de alabar a Maru; Gustavo Madero puso distancia, responsabilizándolo de su derrota; Fernando Álvarez está dolido y decepcionado por que se negó a negociar la alcaldía de Chihuahua; el rector Luis Fierro tendió puentes de comunicación con Maru y Marcos Bonilla; Pablo Héctor se retiró hasta de los informes, ya no atiende sugerencias; en el Congreso no pudo conseguir los suficientes votos para un último y desesperado crédito, los secretarios del gabinete viven semanas incómodas viendo como salen por la puerta de servicio.

Es el gobernador más débil de los últimos cinco que conozco: Aunque perdió, Baeza impuso a Macías; Barrio perdió con Romero pero no estaba confrontado con Galindo; Patricio aceptó que Gordillo y Madrazo le impusieran a Reyes; engatusado por Gamboa y Beatriz, Reyes eligió a Duarte y Duarte consiguió frenar a Marco Adán e imponer a Serrano. Y encima ha perdido toda esperanza, tragándose el coraje de ver que sus mayores adversarios son favoritos para ocupar los mejores espacios públicos; Maru Campos la gubernatura, Cruz Pérez Cuéllar la alcaldía de Juárez.

¿Qué le quedó al final de sus días como gobernador? La percepción de un pésimo gobierno, su orgullo maltrecho, un futuro político incierto, opciones marginales fuera del PAN. Tiene también, justo reconocerlo, la fidelidad de su amigo Ismael Rodríguez, leal hasta el final, la obediencia de Fernando Mesta y Jorge Espinoza, manteniendo el delirante acoso contra Maru, su esposa Cinthia sigue defendiéndolo, su hermana Leticia instalada en la dinámica persecución y  el desinteresado cariño de sus adorados perros. Es el hombre más sólo de Chihuahua, precio justo por cuatro años de insensateces, abandono de los deberes y orgullo mal entendido.

Esta será una de las últimas columnas que dedique a Javier Corral como gobernador, su precariedad política lo alejó del poder antes de tiempo, ha dejado de ser factor preponderante en la sucesión. Que ironía, cuando su partido más lo necesita, se abandonó a la resignación del perdido, rumeando sus fracasos en el silencio de los solitarios.

Rompeolas

Ridículo extremo el de Ricardo Anaya, demuestra que es un político digital, hueco y vanidoso. Aprovechó los fuertes vientos de días pasados para hacerse un video donde aparece como un “trabajador” cualquiera, intentando desatorar de la tierra su vehículo. Es un absurdo pretender engañar a los mexicanos haciéndoles creer que los vehículos se atoran en la arena cuando viajan de Chihuahua a Ciudad Juárez. Políticos así dan vergüenza y son ellos los que pretenden bajar del poder a López Obrador. Ternuritas.

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