*… Y Chihuahua contuvo el aliento

*La campaña inició en Jueves Santo

*Si, pero el peligro de Morena ahí está

*Arrogante, Loera no muestra empatía

La expectativa era unánime, todos los chihuahuenses politizados permanecieron 24 horas pendientes del proceso donde el juez de control Samuel Uriel Mendoza, resolvería sobre la vinculación de Maru Campos. Detuvieron el aliento como en una película de suspenso en su punto culminante ¿Y luego, quien salva a la chica?.

Era más que todo el morbo colectivo por anticipar desenlaces aún distantes, la chica no necesita ser salvada y menos por un equipo de abogados competentes o el criterio consecuente del juzgador.

Distraídos en la incertidumbre de la vinculación, perdieron el enfoque; sólo estábamos frente a otro momento de alta tensión en el largo camino hacia la gubernatura, uno más de los muchos que van definiendo resultados. ¿Ya olvidaron cómo ganó contra Madero? Aquella interna que hoy parece lejana fue uno de los puntos de inflexión y en ese momento el murmullo general era “nadie la detiene”.

En otro momento de importancia electoral el humor político cambia, es la percepción del submundo político, usualmente evoluciona a capricho involuntario de frustraciones, rencores, querencias, temores, aspiraciones. ¿Quién ganó ésta batalla? ¿Quién ganará la que viene? ¿Quién la guerra? ¿De qué lado estaré yo cuando haya ganador?.

Son reacciones muy humanas, legítimo interés de la clase política, todos quisieran conocer el resultado del seis de junio y tener la certeza de que apuntaron su nombre en la lista de los ganadores. Otros muestran sincera preocupación por que el golpe haya sido definitivo y hay quienes, en efecto, desean que haya sido. Pasiones de la política.

A la gente ordinaria, los qué miércoles, jueves y viernes se tomaron los días de recreo desafiando al Covid, o siguieron por tele las celebraciones religiosas, o los que maldijeron su suerte por que les tocó trabajar, no supieron de la vinculación y si supieron no le dieron importancia. Es una de sus últimas preocupaciones.

Atempérense, la campaña inició apenas ayer, en Jueves Santo, no en Domingo de Resurección. Cierto, abre con fuerte golpe al eje de una mujer que caminaba invicta, superando todos los obstáculos de la persecución impuesta por el gobernador de su propio partido. Es temerario improvisar conclusiones cuando faltan mil batallas por darse, quienes las aventuran reflejan inseguridad unos y mezquindad otros. Que sean Loera y Morena quienes traten de capitalizar el golpe, hacerles testera es un error.

Lo que vemos hasta hoy es la voluntad de una mujer propuesta a gobernar Chihuahua contra la rencorosa sinrazón de un gobernador que ha volcado a las instituciones de Justicia contra ella, para impedirlo. Pero vemos también a un PAN que le ha reiterado su confianza después de la vinculación, incluso sabiendo que viene otra por delante. El asunto no es judicial, es político ¿Por qué Cabada no tiene los mismos problemas? Porque bajó la cabeza frente al látigo del Corral.

Otra realidad es que Chihuahua no quiere verse gobernado por Morena, existe un obvio y predominante rechazo popular al gobierno inspirado en ideologías genocidas reprobadas por la historia. La clase media –no sólo en la capital- observa con justificados y legítimos temores que nos convertimos en territorio de regencia, sometidos a los dictados del Líder Amadísimo. Esa dominante clase media tiene claro dónde están su intereses, de modo que no discuten sobre politiquería, con Morena no van y punto. Ven amenazado su futuro.

Que preferirían a una candidata sin arrastrar polainas judiciales ¡Desde luego! Pero tampoco son tarugos, observan la persecución y concluyen con la sabiduría popular acumulada en décadas de gobiernos decepcionantes: “si todos los políticos son corruptos, por que nada más quieren joder a Maru?. Acogen su candidatura por que el instinto les dice que sólo ella puede frenar el impulso autoritario que socava el desarrollo del país. ¿Es tan difícil entenderlo?.

Encima Morena presenta a un candidato que no hace el menor esfuerzo por mostrar empatía. La narrativa electoral de Juan Carlos Loera es contra el sentir ciudadano del chihuahuense común. No quiere nada con el estado al que aspira gobernar, su prioridad es quedar bien con un presidente cuyos modos no encajan acá. El discurso proselitista, convertido en estribillo, es traernos la cuarta transformación, anunciada como epifanía de salvación universal.

Se equivocan, quienes, por motivos legítimos o mezquinos, postulan el descarrilamiento de Maru Campos en razón de la vinculación, sabiendo que frente a nosotros tenemos la amenaza de Morena. No es otra disputa más por el poder, asistimos a la elección más importante del país en el siglo XXI, de su resultado pende nuestro futuro.

Es tiempo de poner nuestras diferencias a un lado y concentrarnos en el objetivo general; frenar el avance de Morena en el norte. Y ahora, en las particulares circunstancias de la presente elección, la única situada en la coyuntura de hacer cabeza en el gran movimiento de resistencia a que estamos convocados los mexicanos comprometidos con la libertad, se llama María Eugenia Campos Galván. Apaciguar nuestros viejos rencores nos vendría bien. Sólo son dos meses, después cada quien decida cuando y cómo reanudarlos.

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