*Alfredo Lozoya en su realidad de bisutería

*Ve lo que quiere ver; oye lo que quiere oír

*Demolición ¿Gran golpe o ridículo mayor?

*La Persecución contra Maru ya no es tema

*AMLO perdió el discurso… y el aplomo

Reconozco la osadía, también en eso me recuerda a César Duarte, de Alfredo Lozoya. El hombre es decidido, hay que tener seguridad personal para destrozar una vivienda, de noche y contra la voluntad de los vecinos. Así era Duarte, estaba dispuesto a vender su alma al diablo con tal de llegar, y lo hizo entregándosela en la persona de Emilio Gamboa, uno de los políticos más cínicos, pervertidos y corruptos del país.

Lozoya está convencido, lo dejó claro en la rueda de prensa, que al demoler la casa en Punta Oriente hizo lo correcto, electoralmente. ¿Será? Tengo mis dudas, pero en días posteriores sabremos si el abuso redituó en sus afanes de hacerse notar como aspirante serio a gobernador o, al contrario, fue ingenuo protagonista del mayor ridículo electoral que recuerden los chihuahuenses en campañas, y han sido muchos.

Para tomar ventaja del abuso necesita que la endémica asociación de la Policía Municipal con los puchadores sea tema preponderante de campaña durante varios días, obligando a que responda la candidata del PAN, y que los electores concluyan que Chihuahua necesita a un gobernador “con los pantalones bien puestos”, como él se presenta.

En una polarización extrema como la presente, donde la discusión social es monotemática; avanzamos hacia la dictadura o conservamos la precaria democracia, con todas sus imperfecciones, es muy difícil para un candidato sin credibilidad social establecer agenda contra la voluntad de los punteros dominantes, trabados en la discusión central.

Ahora, puestos en la discusión propiamente de Chihuahua, el tema predominante nos remite a la corrupción de César Duarte, cada vez menos en el humor social, y la incapacidad de Javier Corral para gobernar, con la desventaja de que la gente lo tiene por rencoroso vengativo que desatiende sus deberes por andar de farolero fuera de la entidad.

Aparte de esos temas altamente dominantes, los únicos que han logrado posicionarse son la crisis del agua y, obviamente, la pandemia. ¿Quién, fuera de las obligadas comparecencias de los candidatos en los grupos de la sociedad organizada, habla de inseguridad, salud, desarrollo económico? Nadie, menos de corrupción policial y puchadores.

Esta es la realidad electoral de Chihuahua, no la que pretende ver el Lozoya. En cualquier discusión de café, familiar, de cantina, carne asada o tertulia, la discusión se reduce a si Loera conseguirá alcanzar a Maru Campos o ella incrementa su ventaja. En todo caso, creo, si trasciende la demolición en los términos que planearon, el beneficiario sería el candidato de Morena. Es lo que observo.

Sin embargo me han dicho, amigos informados y con credibilidad, que Lozoya está sinceramente convencido en su posibilidad de triunfo, que se ve ganador y continuará con desplantes exaltados como la demolición, convencido de que así avanza. Puede, es posible que en su arrogancia construya una realidad de bisutería, viendo lo que quiere ver, oyendo lo que quiere oír y concluya que tiene buen chance.

Cada quien en lo suyo, pero una cosa es como sé ve y otra como lo ven los electores; una cosa es lo que piensa de él mismo y otra lo que piensa de él la gente. En su caso me recuerda a los mitómanos que inventan detalladas historias, siempre colocados en el centro de la acción, y las cuentan con tal convencimiento que terminan creyéndoselas. Falta un mes para la elección y el tiempo pasa muy rápido, los electores se encargarán de poner a cada quien en su lugar. Paciencia.

Rompeolas

¿Se han percatado que la persecución judicial contra Maru Campos, emprendida ferozmente por el gobernador de su propio partido, Javier Corral, perdió atractivo como tema de campaña? Los datos ahí están; la fiscalía informó que pidió nueva fecha para otra audiencia y el Trife dio entrada a una demanda de Morena. Ambos hechos apenas merecieron una nota marginal en el barullo de la información política e irrelevantes comentarios en redes. En otro momento eran la sensación, hoy no.

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Con la tragedia en la Línea 12 del Metro, 24 muertos y medio centenar de heridos, el presidente López Obrador perdió el discurso… también el aplomo. Quedó tocado en en su ánimo de felón que goza burlándose de los demás. Quienes lo conocen afirman que su mayor miedo es un terremoto que ponga a prueba su capacidad ejecutiva. Bien, pues la desgracia le llegó de sopetón y donde menos esperaban, el punto más delicado en las elecciones, y marcando a los dos prospectos más avanzados para sucederlo. El martes apenas tuvo cinco minutos para lamentar los hechos y dar el pésame a los deudos, hoy miércoles no habló de ellos, pero en los dos días ocupó casi media hora de cada mañanera –ayer y hoy- denostando a sus “enemigos” de siempre. Los insultos ya sabe, no merecen repetirse. En los últimos dos días, como en aquella mañana cuando se atragantó con los videos de Pío, López Obrador mostró vulnerabilidad, exhibiéndose como un político al que pueden derrotar ¿Tomó nota la oposición?.

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