*simple peón en los juego del poder

*Real motivación de la Operación Zafiro

*Rechazó 320 millones de “la coneja”

*Vileza mayor; secuestrar a un muerto

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La mañana del 20 de diciembre, 2017, un grupo de élite de la Policía Federal detuvo en las inmediaciones de Coahuila y Nuevo León a Alejandro Gutiérrez, “la coneja productiva”. La detención cimbró al medio político y empresarial del país, se trata del tercer hombre más rico de Coahuila, un personaje con solidas relaciones políticas al más alto nivel, de cuya detención no fueron enterados ninguno de los gobernadores ¿Qué pasaba sin que se dieran cuenta?.

Mientras los gobernadores de Nuevo León y Coahuila no salían del azoro, el de Chihuahua declaró, ufano, que la detención se realizó en una operación conjunta entre la Policía Federal y la Policía Estatal. Era la primera de muchas mentiras con las que Javier Corral terminaría ensuciando la que después sería conocida como “Operación Zafiro”. Mintió por que en la detención participaron únicamente agentes federales, mismos que, ya en territorio de Chihuahua, entregaron al detenido a los agentes estatales.

La historia inició años antes, cuando César Duarte era gobernador. Sintiéndose presidenciable y quizás mal aconsejado por Emilio Gamboa y sus aduladores en Ciudad de México, Duarte cometió un grave error de cálculo político; desafiar al poderoso secretario de gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, uno de los dos funcionarios más influyentes en el gabinete de Peña y mencionado con insistencia como posible candidato. El otro era Luis Videgaray y desde fuera Manlio Fabio Beltrones esperaba una oportunidad.

La respuesta de Osorio a las bravuconerías de Duarte –repetía sin recato que sería el próximo secretario de gobernación- fue poner en manos enemigas el caso de Unión Progreso, cuyo escándalo reventó Jaime García Chávez sin que Duarte pudiese hacer nada para evitarlo. Oportunista, Javier Corral se colgó de la demanda interpuesta por Jaime y tomó el asunto como bandera de su extendida precampaña al gobierno. Una vez ganada la elección no tuvo ningún recato en abandonar el caso para evitar que Jaime, su antiguo aliado, se llevase el crédito. Así Jaime se convirtió el primer traicionado de Corral.

En esa perversa lucha por el Poder nació una oscura relación entre Osorio y Corral, relación que después aprovecharían los dos a su modo y conveniencia; el secretario para frenar las aspiraciones presidenciales de Manlio Fabio Beltrones, el gobernador para tomar notoriedad nacional incluyendo a los mayores personajes de Peña Nieto en la Operación Justicia para Chihuahua, eje y tema único de su administración.

En ese contexto sorprendieron a la coneja días antes de la Navidad de 2017, cuando regresaba de visitar a una amiga, tomándolo como pieza central del golpeteo entre priistas que buscaban la presidencia del país. Corral, que conocía las motivaciones de Osorio, se prestó al avieso juego del Poder confiado en que su parte sería otro clavo a la tumba de Duarte y la fama de campeón nacional contra la corrupción, estribillo que hasta la fecha sigue manejando como su mayor legado.

No venga, entonces, nuestro querido gobernador a dar consejos de probidad y honestidad política o buenas costumbres. El caso más emblemático de “La Operación Justicia para Chihuahua”, tan importante que le dieron su propia identidad, “Zafiro”, era más que todo un avieso golpeteo entre políticos encumbrados al que Corral se prestó haciéndola de simple peón. Le sirvieron a la coneja en charola de plata y la tomó cerrando los ojos a la vileza de Osorio. Ningún problema, para entonces eran viejos amigos.

Nada demuestra mejor lo anterior que la negativa de Corral, escudado en el Poder Judicial, a recibir la fianza de 320 millones de pesos para que la “coneja” llevase el juicio en libertad. Según la versión de un ex gobernador de Coahuila, el ofrecimiento de pagar la fianza lo hizo personalmente un hermano del empresario y político detenido ¿Por qué lo rechazó Corral, si mil veces declaró que el objetivo era resarcir el daño causado a las finanzas estatales? La explicación es obvia, no buscaba justicia sino notoriedad nacional y cumplir con su cómplice, Osorio Chong. Recuperar el dinero era lo menos importante para ellos.

Tras el Javier Corral justiciero habita un vulgar oportunista avenido a las peores prácticas políticas, engañándose a sí mismo y queriendo engañarnos a nosotros de que su afán de justicia y convicción democrática son sinceros. No es peor ni mejor que Duarte; no es peor ni mejor que Osorio; no es peor ni mejor que Beltrones; no es peor ni mejor que la Coneja. La única diferencia con ellos es que los otros transitan sin la bandera de honestos y demócratas y Corral se envuelve en ella tratando de limpiar su conciencia. Es como la muchacha que de día viste rectada y pregona la decencia, pero de noche abre la puerta de su cuarto al cualquier que llega con mil pesos.

Esta semana seguiré con la “Operación Justicia”, el castillo de naipes que Corral construyó para justificar el estruendoso fracaso de su administración.

Rompeolas

A los gobernadores se les acusa, la mayoría de la veces con razón, de muchas atrocidades. Si estuviesen documentadas se podría escribir con ellas una enciclopedia, pero ningún gobierno había tenido la vileza de secuestrar muertos, hasta que llegó Javier Corral. Va para un año que José Lázaro Joaquín López Ramírez, funcionario menor en el gobierno de Duarte, murió de Covid en el interior del penal de San Guillermo. Cuando enfermó su abogado gestionó la liberación invocando razones humanitarias, pero una jueza puso de condición que para salir necesitaba hipotecar la casa, dejándola como fianza. Estaban en la tramitología cuando el infortunado murió y, como dije, ha pasado casi un año sin que la Fiscalía se decida a entregar el cuerpo ¡tiene secuestrado al muerto pese a las súplicas de la familia!. ¿Quién es capaz de una vileza así? Sólo un hombre enfermo del alma, ya saben quien es.