*Corcholata mimetizada; la duda del Presidente

0
3

Mentiroso compulsivo -el politólogo Luis Estrada le tiene confirmadas casi 70 mil afirmaciones falsas en las mañaneras, 90 por conferencia- el presidente López Obrador en algo es transparente; sus afectos y desafectos y en su obsesión patológica por trascender a la historia. En esta parte no engaña y si lo hace es inconsciente, también se engaña a sí mismo, por eso creo que su favorita a sucederlo es Claudia Sheinbaum, como tiene consignada la clase política del oficialismo y han reseñado la mayoría de columnistas y analistas políticos. Digamos que no es pantalla con la que pretenda proteger a otros.

Un amigo que lo conoce desde la campaña del 2006, me asegura que hasta en eso quiere pasar a la historia, dejando a la primer mujer presidente de México. Yo creo que Claudia siempre fue su segunda opción, la primera era él mismo hasta que colapsó la farsa revocatoria y supo inequívocamente que no podría consolidar la Reforma Electoral a su interés. Insistirá en la Reforma por que necesita mantener activa la campaña del odio con el tema de los traidores hasta el 2024, pero desde el 17 de abril –rechazo a la Reforma Eléctrica- sabe que no podrá subordinar al INE o crear uno nuevo a su interés.

Su problema, sin embargo, es que la Jefa de Gobierno resultó un proyecto insípido, soso, hueco, insustancial. Su mayor cualidad es mimetizarse con López Obrador, sin tener carisma para entusiasmar; le dicen ven y sale corriendo; detente y frena súbitamente, salta y brinca como resorte encuerdado, calla y zurce una cremallera a sus labios, ríe y se pinta una sonrisa de guazón. Es una mujer desaseada, sin personalidad que no sólo es leal hasta la ceguera, también sorda y muda, características que –quizás- son las que busca y más valora López Obrador en su posible sucesor, lo quiere a modo de que garantice absolutamente la consolidación de su Cuarta Transformación, su boleto hacia la historia.

Aparte de insípida y mimetizada, que podían ser virtudes al interés del presidente, Claudia Sheinbaum acaba de adquirir un enorme negativo, al ingresar en una dinámica de golpeteo que la hace objetivamente inviable como candidata. El tercer reporte de la empresa noruega DNV que hizo, por encargo de ella, el peritaje sobre la Línea Doce del Metro describe presumiblemente la falta de mantenimiento como factor determinante del fatal accidente. Mientras la responsabilidad cayó sobre Marcelo Ebrard, por deficiencias en diseño y construcción descrito en los primeros dos informes, la Jefa de Gobierno se desarmaba elogiando a la empresa. Hoy que la responsabilidad recae en ella, es una empresas deleznable por realizar un informe “deficiente y tendencioso”, asociándola el enemigo favorito de López Obrador, Claudio X. González.

Hay que tener bajeza e indignidad superiores para desdecirse en un tema donde hay víctimas mortales, sabiendo que sus palabras están documentadas en televisión, radio, prensa, redes, medios digitales. ¿En qué momento una empresa con prestigio internacional pasó a formar parte de los conservadores que atacan al régimen? En el momento en que Claudia Sheinbaum se vio señalada. ¿Cómo puede esa mujer mirar de frente a las familias de los muertos, cuando hizo del informe un instrumento de campaña?. Es un desvarío, una infamia, protegiéndose ella ofende la memoria de los muertos e intenta ver la cara a sus familiares con la mentira más grande del país.

A López Obrador se le puede acusar de mal perdedor, obstinado hasta el absurdo, mentiroso, inculto, fósil universitario, pero el hombre es un animal político, adversario formidable que ha entendido como pocos el sentir de los mexicanos; 30 millones de votos si quedan para la historia. Teniendo presente esas portentosas cualidades políticas, me preguntó si decidirá mantener a Sheinbaum como su favorita para la Presidencia, sabiendo que no registra y encima hoy arrastra, digamos que en corresponsabilidad con otro candidateable, la sangre de 26 mexicanos muertos en el trágico desplome del Metro, en el que ella desatendió el mantenimiento. O, intentando expiar culpas, pensará como Florencia Serranía ¿yo por qué, si sólo soy la jefa de gobierno?.

La respuesta de esa pregunta solo podremos conocerla llegado el momento en que haga uso del destapador, falta un año para que perfilen con seriedad al candidato, tiempo en el que puede suceder cualquier cosa. Pero si tendría que apostar hoy mismo, apostaría por Claudia, porque la mantiene. Tres razones me hacen suponer lo anterior: La contumacia de López Obrador, en las adversidades no recula, suele doblar su apuesta; La convicción personal de que sólo ella –todos los hechos así lo indican- es la que ofrece mayores garantías de colocarlo en el pedestal de la historia; la pérdida de sentido común en que caen muchos gobernantes en la parte final del poder, circunstancia extraña de la que no está exento.

Imposible escudriñar en la mente de otra persona, menos en una tan retorcida como la de López Obrador, pero especulando me atrevo a decir que prefiere una sucesora manipulable, aún con riesgo de perder las elecciones, a un candidato de personalidad propia como Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal e incluso a uno de lealtad probada como su paisano Adán Augusto López. O, también probable, está convencido de que su enorme popularidad y carisma son transferibles y por lo tanto desestima el riesgo de una derrota. Perder no está en sus cálculos, como decían los viejos priistas de sus mejores plazas “ahí ganamos hasta con el burro chon”.De Marcelo, Monreal, Adán Augusto y la “tapada” después escribo, adelantando que a los dos primeros los veo fuera de Morena y al tercero como lejano, hasta hoy, sustituto de la corcholata mimetizada.