*La Constitución soy Yo

*De la militarización, qué sigue

*¿El Ejército como sustituto del INE?

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Es una necedad recuperar las veces que condenó la militarización del país y las promesas de regresar el Ejército a sus cuarteles, sería como desconocer que Peña construyó la casa blanca, que durante su mandato sucedió la masacre de Ayotzinapa o que su gobierno quedó marcado por la corrupción. Hacer un recuento puntual sobre las veces que ha dicho “Al margen de la ley nada, por encima de la ley nadie”, sería una ingenuidad política, con un superficial repaso a las mañaneras saturamos cientos de cuartillas. Lo ha repetido hasta el hartazgo y negarlo sería como desconocer que Calderón declaró la guerra al crimen y el baño de sangre que su insensatez dejó al país. Sólo sinvergüenzas, necios o deschavetados negarían semejantes obviedades, sabiendo que están documentadas en papel, audio, videos y medios digitales. Ahí están, indelebles en la crónica histórica del país, son hechos incontrovertibles.

¿Hablamos de dos lopezobradores, dos políticos distintos, si tenemos la certeza de que durante campaña dijo no a la militarización, prometió que respetaría y haría respetar las leyes y ofreció regir su vida por los valores de no mentir, no robar y no traicionar, y en gobierno militarizó al país y pisoteó la Constitución mintiendo por sistema y traicionando los principios que lo llevaron al poder? No, es el mismo López Obrador, sólo que con dos caras; la del candidato engañando al pueblo por la vulgar ambición de poder y la del gobernante apalancado en el pragmatismo de la renta electoral que garantice su permanencia y la posibilidad de heredar el mando. Ahora, teniendo en cuanta que todos prometen, mienten, quieren permanecer en el poder y eventualmente heredarlo ¿Dónde está la diferencia entre éste presidente y los otros? Existe una diferencia de grado muy clara; López Obrar ensanchó los extremos del autoritarismo poniéndose abiertamente por encima de la Constitución, sometiendo al poder Judicial, ignorando al Legislativo y devastando las instituciones que limitan su poder.

Es el suyo un ataque estratégico, frío, calculado al desarrollo social. Sueña con un país de ignorantes y hambrientos donde él es la ley, porque sabe que los regímenes populistas y autoritarios no prosperan en la legalidad y son rechazados por las clases medias emprendedoras e informadas. La devastación nacional es premeditada, la estrategia general para consolidar un sistema de gobierno despótico, de un solo hombre, un solo mando, una sola voz. En ese afán destructor avanza con inusitada celeridad y eficiencia nunca antes visto en gobernantes mexicanos. Sabe lo que quiere y sabe de que manera obtenerlo, pero nunca renuncia al objetivo; sabe cuando dar un paso hacia delante y cuando detenerse, pero jamás recula. Es maestro de los tiempos políticos, artista de la simulación, campeón del engaño.

Admira como reiteradamente hace chocar su discurso con los hechos y encima de la contradicción convence a una buena parte de mexicanos que nunca miente, que no es igual a “los otros”, que merece toda su confianza. Aparte de cinismo y vileza es necesario tener adormecida la conciencia para obrar así, por que conoce la definición correcta de transparencia, democracia, inclusión, dialogo, respeto, valores universales que exigió en décadas de permanente campaña, pero una vez instalado en el poder decidió gobernar con sus antónimos; opacidad, autocracia, exclusión, monólogo, abuso.

Su ambición de trascender a la historia en la figura de héroe nacional es mayor al bienestar de los mexicanos, con la vileza de gobernar en nombre del pueblo y con la bandera del “Bienestar”: “Secretaria del Bienestar”, “Instituto de Salud para el Bienestar”, “Universidades del el Bienestar”. Todo en nombre del bienestar mientras la pobreza crece, salud y educación colapsan, se pierden oportunidades de empleo, la inflación anula el aumento de salarios. Si medimos su gobierno en términos de bienestar, ha sido un fracaso; medido en términos de su propósito fundamental, empobrecer a la sociedad, brutalmente éxito.

Estando empeñado en su tarea destructora, es inevitable preguntarnos hasta dónde está dispuesto a llegar con la militarización del país. Hace tiempo que pretende hacer de la Guardia Nacional un apéndice mal puesto del Ejército, pero se había detenido por que le faltan votos para reformar la Constitución. Hoy, apremiado por el tiempo y la convicción de tener poder suficiente para doblar a la Corte, recurrió a otro ejercicio premeditado de autoritarismo: puesto por encima de la Constitución resolvió el problema con un decreto. Tengo el obstáculo legislativo para reformar la Constitución, decreto y que los ministros juzguen. Es una provocación, un exceso pero su atrevimiento tiene sentido; si los ministros declararon constitucional el bodrio para enjuiciar a los expresidentes, porqué serían estrictos con el asunto de la Guardia Nacional.

Lo he dicho en otros momentos de abuso infame, la última línea de López Obrador para consolidar su régimen de miseria y sumisión, es el Ejército. En cuanto comprendió que no podrá destruir al INE decidió sacarle la vuelta, abreviar tiempo recurriendo a la disciplina y glotonería de las Fuerzas Armadas, por si acaso. Los mexicanos libres tenemos la obligación de oponernos a sus perversidades destructoras, por lo menos para desahogar nuestra conciencia de omisiones cómplices.