EL PRI FRENTE A SU ESPEJO NEGRO

Incienso y mirra insuficientes contra el mal olor.

El traidor espejo todo descompone, revela sin piedad los rasgos menos apreciados, es implacable juez de la realidad que a unos molesta y a otros ensoberbece.

Los pensadores siempre advirtieron esa facultad de la mágica superficie reflejante, por eso la infinidad de anécdotas, probablemente la mayor de todas el clásico cuento de hadas de la reina alzada y engreída que preguntaba cada hora quién era la más bonita del reino, hasta historias como la serie inglesa “Black Mirror”.

El espejo ha sido protagonista indiscutido de la civilización occidental, no hay duda, todos nos miramos al espejo y si vemos lo que nos gusta quedamos satisfechos, pero cuando la imperfección surge cerramos los ojos y nos alejamos corriendo.

Me sirven los antecedentes para describir lo que hoy vive el PRI. Sin aceptarlo padecen una maldición que los refleja en el espejo como suponen que son, cuando en la realidad su figura está distorsionada. Sin darse cuenta padecen una pesadilla esquizofrénica que los expone desnudos ante la sociedad e intentan simular sus vergüenzas cubriéndose en la inmundicia disfrazada de oportunidad y nuevas ideas.

Chihuahua es un ejemplo prototípico de la sinrazón priista cuando se miran al espejo. Preguntan por el más bonito y la realidad oscura los refleja distorsionados sin percatarse de la imagen que observan, para ellos las líneas grotescas son suaves trazos que definen su amable contorno.

No se han dado cuenta que antes podía guardar secretos o comprar silencios, pero hoy las tecnologías acabaron hasta con la privacidad de las personas ordinarias, mayormente de los personajes públicos. Por alguna extraña razón que los hace aferrarse al pasado, su cerebro educado para la disciplina los encandila y confunde al extremo de hacerse pasar por bonitos.

Sería injusto si sólo aplica los conceptos anteriores al PRI, en general los partidos políticos sufren del mismo mal. Están negados a una realidad ciudadana que los condenó desde que conocieron sus secretos inconfesables; los de una cultura diseñada para ocupar y servirse del poder a costillas de la gente que dicen representar o defender.

Es, entonces, una generalización de la clase política, con independencia al partido que representen. Sin embargo en esta entrega quiero ocuparme del PRI, por ser el partido que más motivos ha dado para el reproche. Dejo a un lado a Peña Nieto, de cuya administración pueden escribirse decenas de historias negras, y voy a lo que sucede en Chihuahua.

Para ello necesito empezar por el gobernador actual. Javier Corral se mira en el mismo espejo pensando que “una gran gesta ciudadana” –lo ha dicho en diverso momentos- lo llevó al gobierno. Falso, la gente votó inequívocamente contra un gobernador inculto, pedante y vulgar que alimentó, toleró o cerró los ojos ante evidentes actos de corrupción y abusos de poder.

Aquí es donde entra la contradicción del PRI como sistema político. Una vez sancionado el gobierno de Duarte por la sociedad, el cinco de junio los reprobó, condición que ni sus más encendidos seguidores discuten sinceramente, sin embargo la dirigencia de ese partido voltea hacia otro lada fingiendo que todo está bien.

Ni sus adversarios políticos internos lo condenan explícitamente, al contrario lo defienden como si hubiese hecho una administración ejemplar. Y peor aún, condenan o intentan desacreditar a quienes hacen señalamientos públicos sobre tal desacierto, por no llamarle latrocinio contra los chihuahuenses.

En esa tesitura de proscritos están hoy Víctor Valencia, primero en renunciar al partido a causa de convivencia con la corrupción. Víctor no es ningún tarugo, quizás tenga amarrado algo con Morena o haya decidido ir de independiente, pero nadie puede decir que el hombre fue critico constante de Duarte, siendo aún gobernador. Mínimo merece ese respeto.

También está Marco Adán Quezada, sin duda el blanco favorito en los desvaríos de un gobernante inflado y desafecto personal de un senador y otros políticos encumbrados. Duarte hizo hasta lo imposible por sepultarlo social y políticamente. Mostró saña contra él.

En esa lista caben también Jorge Esteban Sandoval, Polo Canizales, Eloy García, Teporaca Romero, Heliodoro Araiza y cientos más que siendo priistas con historia, el dictador los tomó por blanco de su ira.

Como nadie esos pocos enfrentaron al ogro durante el esplendor de su poder, sin que ninguno de sus otros compañeros moviese un dedo para defenderlos. Los que se atravesaron coyunturalmente por Marco fueron Manlio Fabio Beltrones, hoy también proscrito, y Reyes Baeza, el nuevo gran Tloatani del PRI local, ninguno infundió

el menor temor en Duarte. Los ignoró.

Pero dejemos a Marco y los proscritos a un lado y si la contraparte quiere pongamos que bien merecido se lo tenían por no arrodillarse ante el dictador o por lo que piensen o manden. Ellos socialmente pueden ser ignorados, pero como cerrar los ojos al gobierno irresponsable y la estela de corrupción predominante durante esa época. Imposible.

Pensemos en que lo atribuible a Duarte, en asuntos de corrupción, es únicamente el diez por ciento. Con sinceridad sigue siendo mucho: en lugar de que haya mandado cien millones anuales a Emilio Gamboa, mandó diez; en vez de que Carlos Hermosillo hiciese negocios por quinientos millones, fueron cincuenta; en lugar de que Jesús Esparza haya tapado y avalado inconsistencias administrativas por mil millones, lo hizo por cien. De esa manera extienda la liga hasta donde usted quiera, dando sólo por cierto que sólo uno de cada diez es verdad. Sigue siendo mucho.

Entiendan, quítense la venda de los ojos, no hay diferencia entre que hayan malversado diez pesos que uno. Con todo, no son los presuntos actos de corrupción el peor pecado de Duarte, corruptos han sido la mayoría de los gobernantes, sin distingo de partidos.

En el ánimo social reflejado en las urnas caló más el abuso de poder, su vocación de someter a las instituciones y a los adversarios políticos dentro y fuera de su partido. La gente observaba y daba seguimiento a esa manipulación.

Con este tema también se escribe una columna completa, pero van los ejemplos más ilustrativos: El atraco, como ningún otro gobernador, al Poder Judicial, quitando y poniendo presidentes como si fuesen dependientes de farmacia; su insana intervención en las universidades, al punto de elegir a su hermano rector en Juárez; el grosero dispendio de recursos económicos comprando conciencias de figuras en otros partidos; uso indiscriminado de dinero Un jugo de naranja con champagne público en sus asuntos personales, entre otra larga lista ¿En serio les parece poco?

Ojalá un día tenga tiempo, paciencia y dedicación para escribir un libro, por ahora me conformo citando sucintamente los hechos. Y si los priistas de hoy no quieren darse cuenta de tan atroz realidad, es sólo por verse reflejados en el espejo negro, las líneas se distorsionan pero ellos las siguen viendo tan nítidas y pulcras como los trazos de Carlos Carrera mientras hace acuarelas.

Todo viene a cuento en razón de que éste partido tendrá un nuevo delegado, lo presentaron hace unos días y mandaron la fotito ratificadora ¿A quién importa su nombre o antecedentes? Fuera de los priistas que detentan un hueso, a nadie. Hoy son un partido decadente, consumido en sus propias inequidades, carcomido desde adentro.

Mientras los nuevos dirigentes llegan, Memo sigue oficiando de presidente por inercia y desvergüenza, no hagan una expresa, pública y contundente declaración contra la corrupción y los excesos del gobierno anterior, la gente seguirá ignorándolos y la sangría de figuras aumentará. Víctor Valencia es sólo el primero. Recuerden, arrastra más la esperanza que la gratitud y hoy la esperanza es Morena. No es que me guste o disguste esa realidad, son los hechos predominantes y así permanecerán hasta en tanto la política marque otros rumbos.

Por ahora sigan engañándose a si, pueden bañar al muerto con fragantes ramos de rosas, cubrirlo en aroma de incienso y mirra, darle una limpia con ruda y pirul y seguirá apestando.

Que weba con estos priistas, Corral se desgasta a pasos acelerados y los señores siguen postulando la corrupción como insignia de partido. Ahí esperen el voto, pensando que son los años sesentas y la gente no se entera.

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