PERO CUÁL ES EL PROBLEMA. NINGUNO JAVIER

*Salud y buena vibra… desde el Hoyo 19

*Entre soberbia e ineficiencia, el caos

*El amigo y proveedor de la Cessna.

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Pero cuál es el problema, se desdobló Javier Corral contra el reportero del Universal, que preguntaba sobre su estancia en Mazatlán. “La pasé con mi familia, en mi casa, jugué golf con el gobernador Quirino Ordaz. Todos mis gastos son personales y yo los pago”.

Al gobernador no le parece ningún problema que, mientras tira estrés en su casa de la playa, en Chihuahua los grupos criminales se maten entre sí a cabalidad y conciencia en escenas de guerra, causando azoro, pánico ciudadano y angustia colectiva.

Para él carece de sentido relacionar un hecho con el otro, está en su descanso, todo está bien siempre que pague sus gastos personales y los de su familia. ¡No se entera de la emergencia! Por lo mismo la pregunta lo confunde, nada tiene de malo que disfrute con su familia, como tantas otras veces.

¿Cuál problema? Ninguno, señor gobernador, ninguno. Usted puede seguir jugando golf en cualquier parte del mundo o el país, como lo hace las mañanas de martes en el San Francisco. Usted en lo suyo y que la violencia siga, no se distraiga quizás en el próximo tiro lo acompañe la suerte y haga hoyo en uno.

Qué más pueden hacer los ciudadanos, ante la trivialización e indolencia de un mandatario distraído en asuntos de juego, amistades y familias, sino ironizar. Espanta más la frivolidad y el autismo de Corral, que la violencia en sí misma.

Dijo con sentido común un asiduo lector de esta columna: “Javier Corral no sabe que se le paga para gobernar, para conducir la nave y llevarla a buen puerto. Para él lo más importante es no robarse los centavos”.

Tiene razón éste lector, el gobernador ahí pone su énfasis. Otra vez al Universal: “Él (Gustavo Boy) me facilitó el transporte y yo lo que pago es el combustible y los gastos de operación del avión, alrededor de 42 mil pesos en total”. Nada como, en cuanto lo supe, regresé con premura a Chihuahua, donde conduje las acciones de gobierno.

No se da cuenta, lo importante es que pagó de su dinero. De vuelta a las buenas familias. Dado que el avión lo usó Javier Corral, entonces está bien usado. Le parece de lo más normal que sea de un proveedor, Gustavo Boy, que lleva dos sexenios proveyendo el servicio del fotocopiado y papelería al Gobierno del Estado.

Como esto sucede en el gobierno transparente, honesto sin tacha y acosado por los medios vendidos, adoradores de Duarte, entonces está bien. Igual con Gustavo Madero y los 20 millones del software; Riggs y las nuevas empresas de su hermana . Todo está bien, son ellos, no los corruptos.

El episodio de Mazatlán abre preguntas para la transparencia domesticada ¿Sigue siendo Boy proveedor del servicio en el gobierno de Corral? Y de ser afirmativa ¿Cuánto recibe por el contrato anual? ¿Hay conflicto de intereses?

Puede seguir jugando y viajando de rait sólo con pagar la gasolina, mientras “Vivimos en el horror y la desesperanza, sin que nadie del Estado pueda parar tal ignominia, tanta ola criminal, tanta muerte violenta… el monstruo sigue creciendo, no se ven respuestas efectivas de las autoridades, y amigos queridísimos, vecinos, parientes y demás ciudadanos siguen cayendo”.

“Para el gobernador, la mínima crítica tiene como propósito desestabilizar al gobierno… es un intento de politización que no merece ser atendido, como si las voces de desesperación y clamor no fueran de chihuahuenses a los que tiene obligación de atender y dar respuesta puntual.”

¿Por qué los textos entrecomillados? Para evitar que esta columna y El Diario sean acusados de plagio por parte de Javier Corral. Son expresiones suyas, puestas por escrito y firmadas en enero del 2013 en “La Silla Rota”, a propósito de un episodio violento en Creel. Entonces sí que se daba cuenta.

Por aquellos días César Duarte, en el colmo del servilismo con la Iglesia, ofrecía el estado al Sagrado Corazón de Jesús. Siguiendo la línea descriptiva anterior, Corral también le recriminó el hecho: “Pero además, esos mismos pobladores nombraron a un sacerdote católico –de la misma religión que el gobernador- al Jesuita Javier Ávila, y a la autoridad seccional del poblado, para que sean ellos los contactos para recibir cualquier respuesta de la autoridad”.

Hoy la mayor autoridad de combatir el crimen es Javier Corral y el sacerdote Ávila comisionado para atender a las víctimas de la violencia, lo acaba de nombrar el Congreso, renuente, a propuesta del gobernador.

Un mínimo, así, mínimo de congruencia debería y aunque sea una brizna de respeto por los ciudadanos. Desde que es gobernador ve la inseguridad con tono de pensador disimulado y reflexivo que al pueblo pide prudencia y calma:

“Hay que tener mucho cuidado con empezar a magnificar los problemas de inseguridad. Pueden ser también, a veces, una percepción”, dijo al Diario de Chihuahua el uno de enero del año pasado.

Interpretación: no hagan las cosas grandes, todo va bien, eso de la inseguridad es sólo una creencia o imaginación ciudadana. Y con sinceridad así lo ve y cree, está convencido, es lo que más espanta. El miércoles pasado, 60 horas después de jugar golf en Mazatlán y de las matanzas en Cuauhtémoc dijo que “Los enfrentamientos del fin de semana han sido entre grupos de la línea, por lo tanto no son agravio hacia la sociedad”. Para que no haya duda, la gente de qué se preocupa, se matan entre ellos. Así la zanjó.

Miroslava Breach era amiga de Javier Corral, la conocía de tiempo atrás, mínimo dos décadas, ella lo acompañó sin condiciones hasta el final de su campaña y después en gobierno, hasta donde le permitieron llegar las balas asesinas.

Ojalá que su muerte sirva a modo de bofetada caritativa, de las que estrujan sin lastimar pero hacen reaccionar al receptor, y haga entender al gobernador que la soberbia exacerbada nubla la visión y confunde el entendimiento, que necesita oficio y pericia al ejercer tan delicado encargo. Hoy la autoridad es él, no les es dado voltear y mirar a otros.

Son pocas las esperanzas de una reacción así, calificó el trabajo de el Universal “de mala leche”, manifestación de que sigue en una realidad diferente a la que ve la gente común, en su mundo de autismo donde todo va bien.