Delirios del Poder

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Si con Calderón me colé hasta la cocina, con Peña Nieto seré de los de más adentro, parte de la casa y si llego al gabinete nadie me para, decía el exgobernador César Duarte en la cúspide de su poder. Y ahí estaba el coro de aduladores haciéndole la segunda: “si el patrón llega al gabinete nadie lo para”.

Apostando al blof durante todo el sexenio, lo hicieron Secretario de Gobernación, Agricultura, Educación, Procurador General de la República, Presidente del PRI, Comisionado Nacional de Seguridad. Cada informe, desde el tercero, era el último por que ya se iba al gabinete.

En su mente de político provinciano era perpetuo candidato al gabinete, alentado por su corte de improvisados y políticos desactualizados incapaces de ver que así ganaban enemigos de alto calibre a contento, entre ellos a los poderosos Osorio Chong y Beltrones.

Él soñaba y se veía en la presidencia de la república, objetivo de su campaña para incorporarse al gabinete, al tiempo que veía con satisfacción que sus proyectos caminaban sin obstáculo en Chihuahua: ganaba todas las elecciones, dominaba sin contrapeso en el PRI e influía determinantemente en los partidos de oposición, tomaba las instituciones como propias e intentaba despedazar a los adversarios internos.

Y ahí estaba el coro a su servicio, aplaudiendo los excesos como su fuesen virtudes: “Chihuahua no ha tenido otro gobernador con más poder que Duarte, ni Oscar Flores o Manuel Bernardo Aguirre en sus mejores tiempos”, repetían como zombis anonadados festejando cada uno de los desplantes del “patrón”.

En el delirio de sus alucinaciones, empleados públicos apaciguaban la sed de sus caballos con agua purificada, mandaban jaulas completas de ganado importado con recursos públicos directo a sus ranchos, abrían cientos, miles de hectáreas plantadas de nogales, convertían un modesto rancho que perteneció a su abuelo en hacienda porfirista, Juan Gabriel amenizaba sus cumpleaños y escanciaba con Petrus de cincuenta mil pesos…el señor merecía lo mejor, se lo había ganado.

Así, viéndose en el país donde todo se puede, atropelló las instituciones, desfalcó las finanzas estatales, intentó encarcelar a sus enemigos internos, dispuso sin restricción de dinero público, permitió el enriquecimiento de sus próximos, se burló de la sociedad, deshonró la política.

Gobernó Chihuahua como cacique político de los años treintas, alimentando su reinado en el dispendió, la corrupción y la mentira. En el delirio de su poder olvidó la efímera temporalidad de los cargos públicos, pensando en que el suyo sería un reino de mil años.

Puedo escribir un libro de sus excesos y desvaríos, material sobra. Sin embargo, para efectos de la presente entrega los aprieto en tres ejemplos que describen su personalidad trastornada:

Para su primer informe ordenó destruir toda la publicidad, invitaciones incluidas, por que los diseñadores cambiaron el color de su toro favorito, usado como imagen principal. Malmodeo, por esa causa, desde la Secretaría General de gobierno para abajo.

Recuerden el despectivo “irán cayendo como chanates de los alambres” usado en público contra sus colaboradores. Mostraba de esa manera el desprecio a quienes le servían, ocurrencia celebrada por la pandilla que veía en los primeros secretarios a intrusos impuestos por compromisos políticos.

Cuando supo que Marco Adán comería con un importante empresario de medios, sin motivo alguno hizo ir al presidente a su despacho a la misma hora del compromiso con el empresario, sólo para frustrar el encuentro y lo recibió junto con la partida de sus truhanes que, a espaldas del edil, reían por la ocurrencia de cambiarle sus planes.

Era el gobernador más poderoso que haya tenido Chihuahua, podía hacer todo lo que le viniese en gana sin rendir cuentas a nadie y en su empeño despedazó al estado trastornando las finanzas públicas, sometiendo por las buenas o las malas a sus adversarios mientras colmaba sus ambiciones económicas.

Por eso hoy la gente olvidó los agravios de Corral, muchos para tan poco tiempo de gobierno, pues está pendiente de la suerte que sufra César Duarte, expectante de su detención o huida. Ansían verlo tras la rejas, hartó a la población como ningún otro gobernador. En esa parte es campeón indiscutido.

Cuándo Francisco Barrio pretendió enjuiciar a Fernando Baeza, los priistas salieron a las calles para defender a su exgobernador, en aquella marcha por la dignidad, y el propio Baeza acudió al Congreso en persona para ponerse a las órdenes de la Contaduría mayor que esculcaba las finanzas estatales buscando desvíos. Después Baeza y barrio dirimieron sus agravios en casa de un amigo mutuo y la política se despresurizó.

¿Hoy quién ha sacado la cara por César Duarte? Nadie, es un hombre sólo sentado sobre los caudales que acumuló ilícitamente. Los beneficiarios de su gobierno se repliegan ocupados en su propia defensa o están escondidos entre las propiedades que amasaron mientras recibían las migajas que caían de la mesa principal.

Dónde están sus amigos empresarios que lo agasajaban al firmar cada nuevo contrato, los diputados federales a los que regaló el fuero y decían que traían la “C” tatuada en el pecho, Hortensia Aragón, Jaime Beltrán del Río, los secretarios que acompañaron su administración, los presidentes municipales, Emilio Gamboa, los comunicadores a los que regaló periódicos nuevos.

¿Dónde quedaron todas esas personas.? Si tuviesen vergüenza harían un mea culpa público o por lo contrario, elevarían la voz en defensa de su antiguo protector, suponiendo que consideren injusto el trato que recibe de Corral.

No, esta vez no hay marchas por la dignidad, el antiguo coro de aduladores guarda temeroso silencio, no se atreven al menos de pedir justicia en lugar de venganza y cuando lo hacen –como Serrano- su voz se ahoga entre el estruendo social que pide cárcel al prepotente que abofeteó al estado.

Reflexione, querido lector, el siguiente punto: el gobierno de Javier Corral camina a la deriva con creciente violencia, parálisis económica, enfrentamientos sindicales, acusaciones de corrupción, sometimiento de los poderes, el asesinato de Miroslava, la frivolidad de viajar acompañado de sus perros en aviones de proveedores, carente de obra pública, confrontado con el Gobierno Federal, envuelto en un autismo social que lo distancia de los gobernados.

Vea objetivamente cada una de las enunciaciones anteriores y búsqueles explicación en los hechos. Cualquier lector acucioso e imparcial las encuentra sin problema, no son producto de la percepción particular de quienes apuestan por el fracaso de Corral, todas guardan referencia en los hechos para quienes, con sinceridad, deseen verlas.

Sin embargo, en cuanto detuvieron a Javier Garfio, Ricardo Yáñez, Gerardo Villegas la sociedad olvidó los apuros de Corral y la parálisis de su gobierno, concentrada en el morbo de la surte que sufriría el exgobernador en desgracia.

A Javier le perdonan, por ahora, todo con tal de que lo meta en prisión, de modo que hoy los ciudadanos están pendientes de su detención o fuga. Siguen su caso como capítulos de una telenovela donde el villano es el peor de los malditos pero siempre se sale con la suya, así que al ver la inminencia de su caída, alertan sus sentidos para disfrutarlo mejor.

De ese tamaño es el odio social contra César Duarte. La gente además de corrupto y prepotente lo ve como el abusón que usaba su poder para someter a sus enemigos, burlarse de ellos y pisotear sobre su dignidad.

Fueron tantos los abusos contra la sociedad que hoy les resulta imposible perdonarlo, por el contrario, al igual que Corral también la gente quieren verlo tras las rejas y vestido con el uniforme de los presos. Es el desahogo social contra el enemigo público número uno, contra el poderoso en desgracia.

Pero la realidad es que hasta ayer seguía libre y mientras más se demore su detención, será más complicado llevarlo ante la justicia. Sigue siendo un hombre con vastos recursos económicos, relaciones y complicidades de poder al que defiende uno de los despachos más influyentes del país, el de Aguilar Zinser.

Hay señales alentadoras de que no se saldrá con la suya, la más importante de todas es que Peña Nieto y con seguridad sus protectores de México, le retiraron el apoyo que lo hacía inmune a la justicia.

Por lo que se supo, hasta ayer seguía ubicado en la dirección de El Paso, pero mientras permanezca libre, donde quiera que sea, Javier Corral incumplirá su promesa.

Hizo la campaña ofreciendo que lo llevaría a prisión, no dijo otra cosa durante toda la jornada electoral y lo ratificó en los primeros meses de gobierno, empezando por el discurso de protesta, cuando la gente se levantó para aplaudirlo.

Está cerca pero necesita coronar su faena, los detenidos de hoy y los que pudiesen llegar después son insuficientes para calmar el morbo ciudadano. La justicia en Chihuahua estará pospuesta cada día que Duarte siga en libertad.