La Falacia AMLO

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La mañana del tres de marzo del 2004 cambió el mundo para uno de los políticos más prometedores de la izquierda mexicana, René Bejarano. En televisión nacional quedó exhibido recibiendo fajos de billetes del empresario argentino Carlos Ahumada. Los videos destemplaron su habitual carácter aplomado de influyente coordinador parlamentario del grupo del PRD, en la Asamblea del Distrito Federal.

Quedó atónito, en ese momento era el personaje al que Andrés Manuel López Obrador tenía mayor confianza, imposible desasociar a su jefe del dinero recibido, estando en marcha la precampaña presidencial del 2006, carrera en la que el tabasqueño tomaba ventaja.

Nueve años después de aquel escándalo que truncó su prometedora carrera política, Bejarano concedió una entrevista publicada en “Sin embargo”, un medio digital, en la que mostró un dejo de reproche a su antiguo jefe: “Por Andrés Manuel me la comí todita”.

Se refería a que, durante los interrogatorios judiciales para conocer el destino del dinero, los ministeriales condicionaban su libertad a que sólo dijese tras palabras: “Andrés Manuel sabía”.

Demostró ser hombre, aguantó la presión y prefirió comerse tres años de cárcel pero jamás involucró a su jefe. En circunstancias de la mayor fragilidad y viéndose camino al abismo, Bejarano hizo valer el principio del silencio, eje sobre el cual giran las mafias de todos los tiempos y todos los países. Pudo negociar lo que quisiese, más optó por callar.

Meses atrás Televisa presentó un video en el que Gustavo Ponce, Secretario de Finanzas del Distrito Federal, jugaba cartas en el hotel de moda en Las Vegas, en uno de los reservados exclusivos para apostadores de alto perfil, donde la menor mano era de 3,200 dólares.

Con sólo meses de diferencia, los sistemas de inteligencia mexicanos exhibieron evidentes actos de corrupción, hechos incontrovertidos en donde aparecía como denominador común el entonces jefe de gobierno y aspirante a la Presidencia de la República, el incorruptible Andrés Manuel López Obrador.

Obviamente el dinero recibido por Bejarano sería destinado a la campaña presidencial del 2006 y no había duda de que Ponce, responsable de cuidar el dinero de la Ciudad de México, lo gastaba a manos llenas en apuestas millonarias de Las Vegas. Ambos hechos estaban documentados en video y jamás demostraron que estuviesen manipulados.

Entonces y ahora, con esos videos rondando su nombre cualquier otro habría quedado reducido a escombro ¿Porqué López Obrador se mantuvo y además emergió como el único político de alcances nacionales “honesto” y capaz de doblegar al régimen?.

Para mi la respuesta es sencilla, por que su explicación corresponde a una parte de la verdad. En aquellos días de golpeteos constantes advirtió que las cúpulas del poder agrupada en el gobierno, los dos partidos más grandes –PAN y PRI- los mayores medios de comunicación y los empresarios pudientes del país, se habían confabulado para desbarrancar su proyecto presidencial.

Se percató del complot y le puso nombre “La Mafia del Poder”. Desde entonces ha sido su escudo defensivo, cada acción que vaya en contra de su pretensión presidencial queda explicada en el “Complot de la Mafia”.

El escándalo más reciente de la diputada por Veracruz y ahora excandidata de Morena a presidenta municipal de Las Choapas, Eva Cadena Sandoval. Al igual que Bejarano en marzo del 2004, ha sido filmada recibiendo dinero para el líder de Morena. La misma respuesta para desmarcarse, “es La Mafia me quiere destruir”.

Con esa frase se confeccionó un escudo repelente a toda crítica y para fortalecerlo les puso nombres y apellidos: Carlos Salinas, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, agregando los que sean necesarios según la coyuntura y necesidad del momento. Uno de los últimos incluidos en su lista es el Bronco, al que veía como posible adversario.

Pero que lo asista la razón con la teoría complotista de “La Mafia”, no lo hace un político honesto, solo demuestra que tiene la razón con eso del complot. Los esfuerzos por desacreditarlo chocan en que sus acusadores son igual o más deshonestos que él. Ante los ojos de la gente no tiene cara con que reprocharle.

Sin darse cuenta lo llevaron de villano a víctima, radicalizándolo hacia la parte de la sociedad inconforme con el actual modelo del país, el creciente sector de los inconformes que se fortalece en cada escándalo de corrupción.

Se comieron completito el anzuelo, pues en el largo camino de 13 años, desde el episodio de las ligas hasta hoy, en el centro del debate político electoral prevalece la “honestidad” de López Obrador contra la corrupción de La Mafia.

En este punto llegó a la deplorable realidad de nuestro país; la corrupción generalizada de un sistema podrido desde adentro que generó un hartazgo social contra la clase gobernante.

Hoy el ciudadano común está de acuerdo con que todos los políticos son igualmente corruptos, categoría en la que meten a los gobiernos del PRI, PAN, PRD, a medios y empresarios.

Nada quieren con esa entelequia llamada “sistema”, a la que López Obrador motejó “La Mafia” y que hoy además de ocuparse en la depredación del país, observa un cinismo y exceso que tiene a la gente francamente encabronada, hastiada de ver como se roban el dinero público en la más desvergonzada impunidad.

Aguanten el ejemplo, así lo ve la gente, estamos como en los tiempos previos al castigo de fuego sobre Sodoma y Gomorra; entonces todos eran pervertidos, hoy todos son corruptos.

En lo personal me abstengo de generalizar, conozco a políticos de varios partidos honestos y comprometidos con la comunidad, sin embargo en la abstracto estoy de acuerdo con la sentencia popular, hoy transcurren los malditos tiempos de las condenadas ciudades bíblicas.

Puedo, sin esfuerzo, describir ejemplos pero no hace caso, por fortuna las tecnologías presentes contribuyen al transparente el ejercicio de la función pública. Cualquier ciudadano es un reportero con grabadora y video en su teléfono, lo que me mueve a pensar que la corrupción siempre fue igual de cínica, sólo que antes trascendía menos.

Para no quedarme con las ganas cito de pasadita algunos nombres: ahí está Layín el que “roba poquito”, Guillermo Padrés, Rodrigo Medina, Margarita Arellanes alcaldesa panista de Monterrey, nuestro Gustavo Madero y los moches, la Casa Blanca de Peña, Arturo Montiel, Martha Sahagún y sus hijos, los contratos multimillonarios de Calderón en Pemex, la partida secreta de Salinas y su hermano Raúl al que sus amigos regaron ochenta millones de dólares, los Duartes, Fidel Herrera que se sacó tres veces la Lotería, Roberto Borges vendiendo terrenos a su señora madre –si tiene- los gobernadores narcos, Elba Esther Gordillo, Romero Deschamp, Emilio Gamboa, Josefina Vázquez Mota, sus familiares y la fundación de los mil millones y miles de pesos más una lista inagotable de etcéteras.

Con los puros nombres de los ejemplos de corrupción más conocidos del país en la última década, sería suficientes para llenar el espacio asignado por la Redacción, sin describir sus casos. Y de los conocidos pasemos a los alcaldes, diputados locales, síndicos –saludos a Miguel Riggs y felicidades por la nueva y exitosa empresa de su hermana- funcionarios de bonos, jueces y magistrados, proveedores, constructores.

El sistema revienta y la gente lo sabe, advierte que sólo falta un empujoncito para hacerlo caer y otea que López Obrador puede ser la palanca justiciera. No es que le crean tanto, lo ven como le único capaz de enfrentar a La Mafia y derrotarla.

Con todo, no soy de los que piensan que tenga la Presidencia de la República en la bolsa, menos lo veo como solución o cura contra el sistema maloliente. Es el candidato a vencer y puede ganarla, pero le falta un largo trecho por recorrer, el partido ingresa a su séptima entrada y su ventaja no es lo que parece.

Me disgusta dejar pendientes para entregas posteriores, por eso no soy de segundas o terceras partes. Sin embargo necesito concluir el tema explicando por que López Obrador puede perder. Esperen la Weba del domingo siguiente.