Destituye Donald Trump a James Comey Director del FBI

0
1

Donald Trump destituye  al director del FBI, James Comey, el hombre que dirigía la explosiva investigación de la trama rusa. Pocas horas después de que Comey reconociese errores graves en su declaración ante el Comité Judicial del Senado sobre el caso de los correos privados de Hillary Clinton, la Casa Blanca aprovechó y anunció su destitución fulminante.

Acto seguido, una portavoz oficial, Sarah Sanders, señaló en una entrevista en la cadena Fox que era hora de dejar atrás la investigación del escándalo ruso. “No hay nada ahí. Es tiempo de enfocarse en las cosas que interesan a los americanos”, dijo. Los demócratas denunciaron la maniobra y exigieron el nombramiento de un investigador independiente para blindar las pesquisas del FBI sobre la supuesta relación entre el Kremlin y el entorno de Trump en la campaña.

Comey es considerado un independiente. Fue nombrado hace tres años por Barack Obama y su mandato expiraba en 2023. Para justificar su despido, Trump se apoyó en una extemporánea recomendación del fiscal general y su ayudante, basada en la supuesta improcedencia del cierre en julio pasado del caso de los emails. Una medida que Trump nunca perdonó, pero que ya pertenecía al pasado y que con la confirmación en el puesto de Comey parecía superada.

El multimillonario republicano siempre usó el caso como una fuente inagotable de dolor para su rival. Sin haberse demostrado jamás ilegalidad alguna, Trump presentó en campaña el asunto como una cuestión delictiva. El uso del correo privado para misivas oficiales era la prueba, a su juicio, de que no se podía confiar en Clinton para la presidencia.

El carpetazo en julio pasado del expediente del FBI generó una ola de críticas desde las filas de Trump. No admitían que su principal surtidor de pólvora electoral quedará clausurado. Por ello, cuando Comey, en octubre, a solo 11 días de las votaciones, reabrió fugazmente el asunto, el republicano saltó de gozo. «Esto lo cambia todo; es la mayor historia desde el Watergate», proclamó.

La alegría le duró poco. A los tres días, Comey dio marcha atrás y volvió a cerrar las pesquisas. En el camino, quien había quedado dañada era Clinton. Su credibilidad había sido puesta en duda en la recta final de la campaña. Y a día de hoy, la candidata demócrata aún piensa que, junto al ciberataque ordenado por el Kremlin, esa fue la causa de su derrota.

La victoria de Trump, con todo, hizo desaparecer el caso del primer plano. Aunque el presidente no dejó de atacar esporádicamente a Comey, su ascenso a la Casa Blanca y la propia continuidad en el cargo del director del FBI alejaron los fantasmas. Hasta ayer.

James Comey era considerado un traidor para los demócratas. Esa era la acusación que ha pesado todos estos meses sobre él y que este trató de sacudirse en su comparecencia la semana pasada ante el Senado. Ahí se mostró dolido por las dudas sobre su conducta e insistió en que su única motivación fue el interés general y la transparencia. “Haber ocultado la reapertura de las pesquisas habría sido catastrófico y hubiera acabado con el FBI”, sentenció. Sus palabras no cambiaron la actitud de Hillary Clinton ni de su partido. Pero lo que nadie esperaba es que el ataque le viniese ahora directamente de Trump y de su fiel amigo, el fiscal general, Jeff Sessions. Aprovechando el reconocimiento de los errores, dispararon a quemarropa contra Comey y le hicieron pagar el cierre del caso en julio pasado. Algo que Trump siempre dijo que había sido un favor para Clinton.

Cuando nadie se lo esperaba, el fiscal general, Jeff Sessions, y su ayudante, Rod Rosenstein, dieron la estocada a Comey. En un escrito que revela una operación largamente preparada, Rosenstein, elegido en la época de George W. Bush, saca de las catacumbas el caso de los emails  y establece que la actitud del director del FBI en este asunto “no puede ser defendida” y que la” reputación y la credibilidad del FBI han quedado severamente dañadas”.

“No entiendo su rechazo a reconocer el juicio casi universal de que estaba equivocado. Casi todo el mundo admite que cometió graves errores. Se equivocó al usurpar la autoridad del fiscal general el 5 de julio de 2016 y anunciar el cierre del caso. No corresponde al director del FBI hacerlo. Como mucho debería haber dicho que el FBI completó su investigación y haber presentado sus conclusiones a los fiscales. Pero el director del FBI no tiene el poder de suplantar a fiscales federales y asumir el mando del Departamento de Justicia”, sostiene Rosenstein, quien también le afea haber dado una conferencia de prensa para explicar su actuación.

 

La abrupta maniobra revela la sumisión de la fiscalía a los designios de Trump. Pero también levanta las sospechas de que el objetivo de la operación es neutralizar a Comey, considerado un independiente, y detener la investigación que desarrolla el FBI sobre la trama rusa. «La decisión del presidente de despedir al hombre que está a cargo de investigar la colusión con Rusia despierta la pregunta de si la Casa Blanca no está interfiriendo en una materia criminal», señaló el congresista Adam B. Schiff, líder demócrata en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.

Los próximos pasos de Trump serán determinantes para aclarar las dudas. La plaza Comey ha quedado provisionalmente en manos de su adjunto y el presidente tiene ahora que buscar un sustituto. Si el elegido decide cerrar el caso, el escándalo ya  será imparable. Pero no todo estará acabado. Tanto el Senado como la Cámara de Representantes tienen sendas investigaciones abiertas.