El suspenso y emoción de la persecución política

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Alfredo Piñera Guevara .- Está bien que a los chihuahuenses nos entusiasmen las historias de suspenso y crimen, la emoción de la persecución política, el morbo de las detenciones judiciales o la impartición implacable de la justicia, pero, ¿eso será todo?

Si realizamos un análisis cualitativo de las principales notas informativas publicadas en la prensa, los informativos digitales, la radio y la televisión en los recientes meses, podremos comprobar que los temas más recurrentes han sido aquellos ligados a la persecución  de los corruptos, el incremento de la criminalidad y la inseguridad pública, el acoso mediático a políticos y los compromisos electorales supuestamente incumplidos, principalmente por el gobernador y su equipo de trabajo.

Así pues, una valoración primaria de los temas que son soporte cotidiano de los informativos locales nos puede fácilmente inducir a creer que el amarillismo es el producto que más les gusta consumir a los lectores chihuahuenses y que esto los medios de comunicación lo saben muy bien y lo aprovechan a la perfección.

Sin embargo, los medios de comunicación no son exclusivamente responsables de esta circunstancia que parece antinatural. Primero, no soslayemos que obligadamente tienen que cumplir su función como empresas comerciales; implementar estrategias de producción orientadas a satisfacer la preferencia y demanda informativa de la población, a solventar los gastos financieros que tienen, como son el pago de servicios  de agua, luz, teléfono, conexiones digitales, sueldos del recurso humano e impuestos.

Habrá, obviamente, quien primero cuestione sobre la responsabilidad social que los medios de comunicación tienen con sus consumidores. Esto es un tema subjetivo, pues primero se tendría que definir con precisión qué se entiende por “responsabilidad social”, establecer parámetros de referencia, utilizar como marco la deontología periodística (que trata de los deberes y principios que afectan a una profesión), la educación y costumbres sociales, compromiso con la verdad, transparencia y un largo etcétera más.

También debemos considerar que un gran número de propietarios y representantes de los medios de comunicación, seducidos por los políticos con el acceso fácil a cuantiosos recursos públicos, disfrutaron del agridulce sabor que da el poder político y, mediante el usufructo de su medio de comunicación como instrumento de negociación, han logrado el acceso a beneficios nada despreciables que brinda el estar bien vinculado con el poder; el disfrute de campos de golf, vacaciones paradisiacas, acumulación de riqueza en bienes e influencia en la toma de decisiones que impactan directamente a la población.

Por eso he insistido reiteradamente en que la responsabilidad en la construcción de una imagen positiva del gobierno NO recae en las áreas de comunicación con las que el Estado cuenta, pues su función principal es facilitar información a los medios la información sobre las acciones y decisiones de los gobernantes, información que además debería ser administrada de forma estratégica, mediante una adecuada planeación y definición de metas y objetivos informativos; en pocas palabras, no a granel, como sucede actualmente.

La construcción de una imagen positiva del gobierno debe recaer en un equipo especializado en mercadotecnia política, con objetivos casi comerciales, específicos, medibles y que atiendan al mercado (los ciudadanos) por sectores (targets), niveles socioeconómicos y necesidades principales.

No podemos dejar en manos de la nota del día, la construcción de la imagen del gobierno. Tampoco podemos permitir que nuestra sociedad se conforme con las historias de suspenso y crimen, la emoción de la persecución política, el morbo de las detenciones judiciales o la impartición implacable de la justicia, así como inicié con esta colaboración.

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