Libertad de Expresión amenazada

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 De sólo escuchar a Jaime Rodríguez, gobernador independiente de Nuevo León, uno se da cuenta que perdió el sentido común. En público amenaza, sanciona, decide a quién dar información, realiza extravagantes inferencias, confunde la verdad con sus enemigos y a los enemigos con el mensajero.

Como muchos otros gobernadores que sueñan con la Presidencia de la República –en sus momentos de mayor ofuscación César Duarte- El Bronco compró la portada de la revista “A-Regional” para colocar su fotografía subrayada con el título “Confianza” y el sumario “Nuevo León realiza exitosa reestructuración de la deuda: Jaime Rodríguez”.

Carente de imaginación, mandó colocarlo en espectaculares dispersos en Nuevo León y la Ciudad de México. Al ver el despliegue, un reportero de El Norte se tomó el trabajo de investigar cuanto costó la campaña y encontró que 7.4 millones de pesos, incluidos 400 mil de la revista.

Cuando el reportero preguntó al gobernador, buscando ratificar la información, sobre el gasto en la promoción de su imagen, el Bronco entregó una respuesta que denota su distorsionada visión de la realidad y enfado patológico con la prensa. No suelo hacer citas tan grandes, pero ésta en particular merece atención especial:

“Próximamente haré una campaña de mi Tequila (Bronco) y también me vas a cuestionar. Yo no te cuestionare a ti cómo el dueño de tu periódico (Alejandro Junco) se robó una calle en San Pedro, o como anda en helicóptero todos los días ¿de dónde saca el dinero para comprar el helicóptero? ¿quién le paga el helicóptero ¿qué negocios tiene?.”

El reportero interrumpe para decir que “son recursos privados”. Entonces el gobernador se encuerda más.

“Los vamos a fiscalizar a ver si es cierto que son privados y buenos privados, y si no son recursos malos o mal habidos. O sea, porque el no confía en nosotros y nosotros tenemos que confiar en ustedes.

A partir de hoy, cero noticias para el Norte y cuando te vea a ti (señaló al reportero) no te voy a decir nada, a si que ponte unos tapones en las orejas porque siempre voy preguntar ¿dónde esta el periódico Norte? ¡oye compadre te puedes ir, porque tengo el derecho de decidir a quien le puedo dar la información o no”.

No perderé tiempo ni espacio despedazando la cadena de sandeces, sólo pongo énfasis la parte donde amenaza y el remate: “Tengo el derecho de decir a quién le puedo dar la información o no”.

Su ignorancia es comparable sólo al impulso arrogante que lo motiva. La información de los entes públicos es pública, pertenece –en éste caso- a todos los habitantes de Nuevo León, ellos tienen el derecho de ser informados y él de informarlos. Existe una ley de transparencia y el institutos que la regula, no se administra a capricho de ningún gobernante.

Enfadado por verse descubierto en su burdo montaje publicitario, amenaza con usar los recursos del Estado para reprimir la libertad de expresión. Frente a cámaras y grabadoras descubre al dictador que lleva dentro: “los vamos a fiscalizar para ver si son (los recursos) privados y buenos privados…”. Por venganza, en público anuncia que fiscalizaran una empresa cuyos dueños le resultan incómodos.

Ahí mismo ordenó al procurador del estado, Bernardo González, a tomar las providencias necesarias para demandar a Milenio, Televisa y Televisión Azteca. O sea, los medios cuya línea editorial no se ajuste a los gustos e intereses del señor gobernador, serán sujetos a rigurosas auditorias y eventualmente demandados, por que “Es tiempo que alguien les ponga alto -¿o no es cierto?- Se la pasan echando mentiras y eso genera violencia”. Ojo, los medios, con sus mentiras, son quienes generan violencia.

Jaime Rodríguez es un palurdo con suerte que supo estar en el momento y lugar adecuados, su acervo de cartonero lo exhibe sin tapujos, pero no es el único gobernante en el país con ínfulas de absoluto, pretendiendo monopolizar la información e intolerante a la crítica.

Chihuahua no tiene al Bronco, si al Corral. Nuestro gobernador muestra iguales arrebatos que su compañero regio, con el agravante de que ejerció el periodismo en el género de opinión durante décadas, siendo uno de los más severos cuestionadores de gobiernos anteriores, compañeros de partido y enemigos reales o inventados.

Cuando ha sido critico desde las páginas editoriales o la tribuna parlamentaria, Javier Corral no se guarda nada. Sin embargo no me sorprende que hoy, en calidad de gobernante, se arrogue facultades para decidir cual es buena o mala información, como deben conducirse los comunicadores y, sustraído de la realidad, suponer que puede ser dador de dispensas para ejercer la libertad de expresión.

“En campaña repetí, en varias ocasiones, que los periodistas gozarán de una libertad jamás experimentada y esa es nuestra convicción y compromiso”, declaró orgulloso durante el discurso cuando protestó el cargo.

Habla como si fuese una concesión otorgada por “convicción o compromisos” del gobernante en turno, siendo que se trata –obviamente lo olvidó-. de un derecho que miles de hombres y mujeres se han ganado con su vida y valentía en la difícil y perene lucha por conquistar y preservar la libertad.

Creo entender la molestia de Javier, hasta cierto punto, con el periodismo doméstico. Durante años observó que muchos medios en la entidad exaltaban el trabajo de César Duarte, su odiado enemigo, ignorando o reduciendo sus excesos y corruptelas mientras limitaban espacios a la precaria disidencia, donde hizo causa.

Y en la campaña prevaleció una inequidad a favor del candidato del PRI, con esporádicos ataques a sus hermanos que no estaban en la brega, circunstancias que anidaron en él, supongo, el odio hacia “los medios vendidos al vulgar ladrón”. Su obsesión contra Duarte, lo hace ver en cada reportero local al cómplice adulador que minó su campaña.

Concedo la razón en esa percepción de cambiante maniqueísmo que lo ha caracterizado durante su carrera política. Su mente exaltada no le permite ver grises, aunque con facilidad invierta los colores de modo que los negros de hoy serán blancos mañana y a la inversa.

Sólo un apunte. Los Diarios abrieron espacios a las actividades de Unión Ciudadana y nunca dejaron de publicar su editorial dominical, Rotafolio y hubo medios completos a su servicio, así como reporteros que matizaron sus pifias y exaltaron los aciertos. Si de plano niega esa realidad documentada en las hemerotecas, es que el odio nubló su razón.

Pasó los primeros seis meses de gobierno declarando que los medios lo criticaban por que antes estaban vendidos al gran corrupto y ahora no recibían ningún cinco. Es decir, desde que se instaló en Palacio resintió “la libertad de expresión jamás experimentada” e intentó justificarla con su villano favorito. Junto a él Gustavo Madero y todos quienes le hacen coro.

Jamás ha considerado una crítica imparcial un esfuerzo objetivo de mero interés periodístico. En su mente todo se reduce a la falta de dinero, otra vez la generalización, como si no hubiese en Chihuahua un periodista capaz de pensar por sí mismo y expresar sus ideas sin condicionarlas al chayote vil.

Su desprecio a los medios locales es palpable; frente a cámaras se burla de preguntas a su juicio incorrectas, da la espalda en arrogantes desplantes, habla cuando quiere y de lo que quiere, a nadie ha ofrecido una entrevista.

Pero eso si, en cuanto hay noticias de su agrado sobre los juicios de la corrupción, emprende una frenética campaña en cadenas nacionales de radio y periódicos de la Ciudad de México que “recogen y catalizan su versión” por ser de alto impacto informativo. Allá si. ¿Cuánto cuesta al erario cada llamadita de diez minutos a Imagen o Radio Fórmula?. Sobre eso no hay transparencia.

Aproveché los exabruptos del Bronco para traerlos a Chihuahua, por que se genera en la entidad un clima peligroso contra los periodistas, que debe ser detenido. Con discursos denostativos y conductas burlona, el gobernador deja al gremio local en precaria situación frente a la violencia.

Si él y cualquier burócrata de quinta, como el vocero de Juárez, desprecian a los periodistas y los someten llamándolos corruptos, los pone indefensos ante los grupos delincuenciales. Ya son dos víctimas mortales, cuyos asesinatos siguen impunes.

Con frecuencia me pregunto en qué momento personas brillantes pierden el sentido común cuando ocupan cargos de alta responsabilidad, especialmente de representación popular. La única explicación racional que tengo a la mano es la frase –ignoro de quién sea- de que el poder aturde a los inteligentes y enloquece a los necios.

Muchos han aportado su propia versión, me gusta la de Ángeles Mastreta: “La calentura, como el poder, ofusca a los inteligentes y a los pendejos vuelve locos”. Siempre he pensado que Javier Corral es un hombre inteligente, pero al verlo ofuscado antes de cumplir un año, me pregunto si debo replantear mi percepción original.

No se, temo que al segundo año, como el Bronco, empiece a mostrar signos de locura. Si, es de Weba, pero en esa máxima sobre las consecuencias del poder no hay excepción sino matices ¿Dónde le gusta a usted que Javier deje su marca?