El imperio otomano alcanzó su máximo esplendor entre los siglos XVI y XVII, y supuso un poderoso contrapoder para las monarquías de la Europa Occidental, llegando a convertir el mar Mediterráneo en un auténtico lago turco. Su decadencia comenzó en la segunda mitad del siglo XVI, tras los fracasos en las luchas contra el Sacro Imperio Romano y diversas intrigas palaciegas. Pero a veces se olvida un episodio que marcó un punto de inflexión en la historia, que provocó que el que podría haber sido un país que apostaba por la ciencia y el progreso sucumbiera a la superstición de los sultanes. Todo empezó con el paso del llamado gran cometa, en el año 1577.
Taqi al-Din construyó el observatorio bajo las órdenes del sultán Murad III en 1574. También el Gran Visir Soqullu Muhammad Pasha tenía interés en que se llevase a cabo el proyecto científico, pues se quería actualizar las obsoletas tablas astronómicas, los catálogos de objetos celestes que listaban las estrellas, planetas y cometas por categorías como la morfología, su origen o el método de detección así como las efemérides celestes. Para elaborar las tablas necesitaban nuevas y precisas mediciones.
Mientras tanto, en Uraniborg, en la isla danesa de Ven, situada en el Öresund entre Selandia y Escania, Tycho Brahe también había registrado el paso del cuerpo celeste. De esas observaciones obtuvo importantes descubrimientos, como por ejemplo, que el coma (o cabellera) del cometa apunta siempre lejos del Sol, o que estos fenómenos ocurrían fuera de la atmósfera. En los años sucesivos el trabajo de Brahe y de Kepler, consolidarían la ciencia en Occidente. Por el contrario, para el imperio otomano el episodio supuso un frenazo. La furia del sultán eliminó de un brochazo la astronomía, y toda la ciencia turca se vio perjudicada. Hasta la llegada al poder de Ataturk, el fundador de la actual Turquía (1923), que volvió a apuntar la ciencia como motor de desarrollo, la investigación no se recuperó.
Cinco años después de la destrucción del observatorio murió Taqi al-Din en la ciudad de Constantinopla. Nacido en 1526 en Damasco, había dedicado toda su vida al estudio de la astronomía, la óptica, las matemáticas, y también a la filosofía. Comenzó su formación en El Cairo (Egipto) en el campo de la Teología. Entre sus muchas contribuciones publicó en 1551 un tratado de ingeniería –El Sublime Método de las Máquinas– donde se adelantaba a la turbina de vapor inventada por John Wilkins en 1648.