LA SUERTE DEL TELEGRAFISTA; DE LA CABAÑA TRECE AL SAN FRANCISCO

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Sin formación académica, experiencia profesional ni antecedentes políticos o administrativos, hace seis años llegó a Chihuahua un grupo de parralenses que, como una plaga de langostas, consumieron a su paso todos los cultivos del estado.

Ninguno representa mejor la historia desaforada de apetitos económicos, poder y riqueza que Carlos Hermosillo, hoy flamante diputado federal, ícono indiscutible de la pero noche que haya vivido la entidad.

Explicar su antecedentes sin referencias a César Duarte es imposible, nadie como él creció a la sombra del exgobernador, personifica sin tacha esa camada de presuntuosos ineptos que parasitaron al Gobierno estatal durante seis años y tienen la desvergüenza de intentar salirse con la suya. Y podría arroparse en la impunidad, el fuero lo protege.

La relación entre ambos trasciende al diputado, se remonta a los años de miseria y sueños frustrados de un joven inescrupuloso con aspiraciones políticas y un cartero que hacía esfuerzos por sacar adelante a su familia, mientras renegaba por tenerla viviendo amontona en un cuarto único que a la vez hacía de cocina, sala y recamara y vestidor.

Ese cartero dicharachero y buena onda se llamaba Carlos Hermosillo Olivas, amigo de alegrías y esperanzas de César Duarte, falleció en lamentabilísimo accidente carretero, entrados los noventas. Su muerte marco en lo más profundo a la familia y pesó en el corazón de su mejor amigo.

Cuando el accidente de su padre, el entonces joven Carlos vivía en un cuarto prestado de la colonia Infonavit Nacional, un fraccionamiento populoso de Chihuahua, cuyas casas de doble piso apenas superan los cien metros de construcción.

Ahí tuvo su primer esquina, en Chihuahua, Carlos Hermosillo Artega, que entonces estudiaba sin convicción en la Universidad, pues terminó por graduarse de administración de empresas en el tecnológico de Parral.

En ese cuarto le llegó la trágica noticia de su señor padre, como a cualquier hijo, debió estrujarlo hasta lo más profundo de su ser. Huérfano repentino de padre, se acogió a los brazos de César Duarte, quien tenía sincera amistado Carlos Hermosillo padre.

Consciente y dolido por la tragedia de su muerte temprana, tomo a su hijo mayor por ahijado, lo consoló y puso bajo su custodia. En eso Duarte es fajado, sabe responder a sus amigos.

Cuando se casó fue padrino principal de su boda y también apadrinó a su primer hijo. Siempre he pensado que entre ellos hay más que una amistada, la suya es un sincera relación fortalecida en la trágica muerte, una especie de comunión espiritual que los une para siempre.

Al lado de Duarte, entonces un lotero sin futuro con dificultades para pagar la renta del pequeño solar donde ofrecía sus autos, que se ayudaba vendiendo pantalones de mezclilla y botas vaqueras a fin de sobre llevar la vida, Hermosillo vivió innumerables aventuras.

Seguro recuerdan las platicas de noches frías en la cabaña Trece, única alternativa de hospedaje que tenían en Chihuahua. Era el cuarto menos deplorable de un conjunto de habitaciones construidas durante la dirigencia de Polo Enríquez en la Liga de Comunidades Agrarias, a cuya dirigencia llegó Duarte sin oposición, dado que en ese tiempo los políticos del sector la consideraban ente muerto.

Todavía tiempo después, ya siendo Duarte gobernador, recuerdo cuando mencionaron el nombre de Leonel de la Rosa para dirigencia la Liga, uno de sus sueños. Reviró sin pensarla “yo no soy sepulturero”, así veían los políticos priistas la organización.

Pero en sus épocas difíciles a Duarte y a su ahijado le sirvió de repecho uno de los pocos cuartos que permanecía en pie, los que no habían destruido los indios que dirigentes anteriores traían a Chihuahua para hacer bola en los mítines del sector.

Estaban en la colonia Dale, donde hoy se levanta el edificio del PRI, moderno cascarón sin perspectivas de triunfo. Ahí Duarte, Hermosillo y otros de su especie cavilaban sobre asaltar el poder .

Se sacaron la lotería, contra todo pronóstico la suerte se posó en su casillero, Duarte fue elegido diputado federal por segunda vez y durante el último año quedó presidente de la Cámara, en una disputa entre tiburones se coló por el medio.

Eso le abrió las puertas a la gubernatura y su ahijado, que apenas había ocupado un cargo menor en Telégrafos de Parral, entre 2000 y 2002 y la gerencia local de una oficina en desaparición hasta el 2004, de pronto quedó al frente de un Fideicomiso llamado Fidiapech, cuyo fin es apoyar las actividades productivas de Chihuahua.

Ahí recibía 60 mil pesos al mes, vehículo y prestaciones nunca antes a su alcance, era un sueño para alguien que en Parral devengaba un salario menor a los diez mil pesos mensuales y cuya primer propiedad, también de esa época en Parral, no alcanzaba los doscientos mil pesos, misma que pagaba en abonos chiquitos.

Pero Carlos Hermosillo no es cualquier parralense, a pesar de significar un aumento increíble en su carrera laboral, ese salario le parecía poco, de modo que gran parte del presupuesto del Fideicomiso, calculado entonces en cien millones de pesos, ese año entregó, a fondo perdido, 30 millones a la Unión Ganadera “División del Norte”, creada por César Duarte durante sus años de líder agrario, con el propósito de conseguir recursos federales.

En aquellos tiempos crearon también una Sociedad Financiera de Objetos Múltiples, Sofom, alimentada con recursos públicos de la fedración, que después utilizaron para crear el famoso fideicomiso de 65 millones de pesos, con el cual se hicieron socios de la caja de ahorro “Unión Progreso”, cuya pretensión era convertirla en banco regional.

La primera idea era que la Sofom creada por César Duarte, con un capital inicial de seis millones de pesos y que al 2011, siendo ya gobernador, llegó a 40 millones, fuese el ente legal mediante el cual se harían accionistas de Unión Progreso.

Sin embargo la Comisión Nacional Bancaria y de Valores desautorizó la transacción, pues la Sofom no podía ser socia de ningún banco o Caja de Ahorro. Para ellos era inadmisible un No por respuesta, al verse rechazados, Duarte propuso de socio el nombre de la persona en quién más confiaba, para asuntos de dinero, Carlos Hermosillo. Otra pifia, la bancaria lo rechazó en razón de que era socio minoritario de la Sofom.

Eso explica los cuarenta millones de pesos que van y vienen en los documentos que describen el camino de la sociedad: primero Duarte los puso íntegros a Hermosillo, pues sería el socio, y al ser rechazado Hermosillo debió regresarlos a modo de “cesión”, con el increíble disparate que en los vaivenes documentales para dar legalidad a la transacción, en uno de los momentos  tuvieron el desatino de usar la palabra “donación”. Por eso García Chávez ironiza diciendo que Duarte le regaló 40 millones de pesos a Hermosillo y éste generosamente se los regresó.

Negadas las primeras dos alternativas de sociedad y resuelto el vaivén de los 40 millones de pesos, a recomendación de la misma Comisión Bancaria y de Valores dieron forma al fideicomiso familiar, son los 65 millones con el que compraron alrededor del 12 por ciento de las acción de Unión Progreso.

En ese Fideicomiso están César Duarte, su esposa Bertha, sus hijas y desde luego Hermosillo, es como de la familia, desde chico Duarte lo ha visto así.

Como usted observa, el salario de Hermosillo al frente de Fidiapech era asunto sin importancia, sus alcances lo hacían soñar con ser banquero, representando a su protector y padrino político.

No obstante estaba llamado para más, cumplido su objetivo, permaneció en el cargo únicamente nueve meses, pasó a la Dirección General de Administración de la Secretaría Hacienda, con salario mensual de 43 mil pesos, mismo que para entonces representaban un gota en el mar de intereses que manejaba.

Otra vez la misma, sólo que más diversificado, celebró infinidad de contratos por servicios y programas, calculados en miles de millones de pesos, en muchos casos sin dejar constancia de que los trabajos haya sido realizados.

Entre esos incluya contratos de medios de comunicación inventado, creados únicamente con propósitos de esquilmar al erario, contratos de suministros entregados sin licitación o basados en procedimientos oscuros para favorecer al gobernador, tales como papelería, telefonía, recursos materiales, recursos humanos.

Si Jesús Esparza hubiese hecho una auditoria profesional e imparcial, habría encontrado material para escandalizar los estómagos más duros de la sociedad.

Sin embargo, el auditor avaló el despilfarro, convirtiéndose en cómplice del mayor atraco que hayan sufrido las finanzas estatales en la historia moderna de Chihuahua.

Es lo que representa Carlos Hermosillo, de esa cabaña trece compró una propiedad en el exclusivo club San Francisco, luego adquirió la casa contigua e hizo una sola, de modo que hoy su propiedad es una de las más grandes en ese fraccionamiento de ricos.

Y se jacta de que sólo él y Eugenio Baeza, uno de los millonarios del país, tienen un Ferrari “carrera”, cuyo valor es superior a los 350 mil dólares, sin contar su colección de autos clásicos ni los ranchos.

Si Javier Corral tiene la convicción de actuar, siga la ruta de Hermosillo y encontrará a César Duarte. Por el bien de Chihuahua y de su futuro político, debe hacerlo.