Hortensia o la escuela del cinísmo

Por: Jaime García Chávez

No es valentía, no es solidaridad, ni franqueza. La defensa que hace un par de días realizó Hortensia Aragón de César Duarte se llama cinismo. También habla claro de ese amoralidad en que se pudre hoy el Partido de la Revolución Democrática, de la cual es diputada federal y además franquiciaria en el estado de Chihuahua, de donde se vale de su familia y de expriístas, cual es el caso de Crystal Tovar, actualmente diputada local, y Javier Mendoza, el fallido diputado duartista por la alcaldía de Nuevo Casas Grandes.

Cuando en Chihuahua hay un vasto consenso de repudio al cacicazgo sexenal que se quebró el pasado 5 de junio, precisamente cuando más se requiere de una voz partidaria hacia la izquierda, Hortensia Aragón hace su reaparición para alabar al tirano. Como agente de una clase político-partidaria, no le interesa quedar en buenos términos con los ciudadanos del estado; ella sabe que los puestos a los que puede acceder en el futuro son los que se reparten al interior de las tribus que dieron al traste con un proyecto tan importante como lo fue el PRD durante sus primeros años.

No pocas veces he tenido la necesidad de explicar la conciencia y la práctica de los excomunistas. Como se sabe, hay una vasta literatura al respecto, pero en el caso que me ocupa no es la cantera de la que podemos arrancar conceptos y puntos de vista para caracterizar a la engreída Hortensia. Ella se tasa de otra manera: ahí donde está el tráfico de influencia, la bolsa partidaria que se engorda con prerrogativas, ahí está ella, escalando encargos de representación en las que a lo más sólo se representa a ella misma y a los cofrades de una mafia enquistada en la putrefacción de la política. Su mismo lenguaje la delata hacia el bajo sitial en el que se encuentra.

Para ella, Duarte Jáquez fue diestro para “jalar” recursos; dice que para el estado, pero bien sabe que fue para sus ventajas personales y acrecentamiento del propio patrimonio. Hoy que se intenta un ejercicio de rendición de cuentas al cacicazgo, Aragón Castillo viene con que Duarte tenía la virtud o destreza para hacerse de fondos, “bajarlos” dicen otros, cuando bien se sabe la descomunal corrupción que permeó toda la administración anterior y de la que la misma diputada fue beneficiaria al vender los restos del PRD a cambio de su propia diputación local, la de Javier Mendoza y la sindicatura de Héctor Barraza. Todos ellos muy bien maiceados.

Con Hortensia el PRD pasa por el arco del triunfo del cinismo y queda, para el recuerdo, como una buena vendedora de siglas partidarias. Con ella cabe la máxima de que el crimen sí paga.

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